Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Jenifer Escobedo: “Creo que moriré luchando”

Jenifer Escobedo, gitana transexual | MADERO CUBERO

Alejandra Luque

0

Normalizar y visibilizar. Dejar de ser noticia. La siguiente conversación con Jenifer Escobedo (Córdoba, 1990) es una pequeña biografía de lo que ha sido su lucha desde muy pequeña. Nació siendo alguien que no sentía y vivió una infancia y una adolescencia marcadas por las dudas. Pero siempre de la mano de Keta Jiménez, su madre, quien escucha atentamente durante toda la entrevista. Ahora la mira y sonríe. Reconocen que hablar del pasado les sirve de terapia.

Alta, morena y con unos ojos que en ocasiones expresan más que sus palabras. Irradia felicidad aderezada con toques de timidez. Se prepara el pelo y posa para las fotos. Lo tiene claro: quiere ser modelo. Su primera meta ya está cumplida: ser una mujer completa, aunque a la espera de una última operación. La cirugía genital puso fin a un proceso que comenzó con tan sólo 13 años y que acabó hace apenas 18 meses.

Ser la imagen del proyecto municipal Made in barrio ha conseguido que la sociedad se interese por su caso, el de una gitana transexual del Sector Sur que ha luchado contra las adversidades para ser hoy quien es. En palabras suyas, “una mujer normal y corriente”. Escucharla es sentir de cerca la valentía pura de alguien que no se rindió jamás. Y que nunca lo hará. Una mujer que quiere vivir todo lo que la sociedad, la desinformación y los miedos le han arrebatado. Tiene clara una única cuestión: que morirá luchando.

PREGUNTA. ¿Ha sido duro llegar hasta aquí?

RESPUESTA. Sí. Lo más duro fueron los principios, el hacer la transición y el amoldar a tu alrededor a esta nueva realidad. Ahora ya no es tan duro, pero nunca dejas de luchar porque siempre luchas por una igualdad y por una normalización. Pero estoy más asentada. He conseguido el respeto y el cariño de la gente que me rodea, he llegado a hacer la transición completamente y ya me he relajado un poquito.

P. ¿Nunca se termina de luchar?

R. No. Yo creo que nunca. Siempre, por una cosa o por otra relacionada con el tema, voy a estar luchando para normalizar la situación del colectivo. Empezando por mí. Luchar para que todo el mundo me reconozca y me trate como a una mujer normal y corriente. Y ésa es la lucha que yo quiero seguir. Que todo esto sirve para que algún día deje de ser noticia, que se vuelva normal y cotidiano.

P. ¿Cómo llega a protagonizar el mural del proyecto Made in barrio?

R. Fue precisamente por eso: para normalizar la situación. Me pareció un proyecto muy bonito e interesante y que ayudaría tanto a los que han formado parte del proyecto como a mí misma y a mi colectivo. Hacer una foto mural y poniéndome de ejemplo de un barrio de Córdoba podría llegar a los medios y a mucha gente, como finalmente está pasando. Pero con el objetivo de normalizar la situación y apoyar al colectivo.

Nunca dejas de luchar por una igualdad y una normalización

P. ¿Impresiona verse en una imagen tan grande y tan llamativa?

R. Mucho. Cuando lo vi... Mira que días antes me enseñaron la foto para que me hiciera una idea pero qué va. Verlo allí en grande impresiona mucho. Ha quedado muy bien y es muy bonita.

P. Me hablaba de la repercusión que el proyecto podría tener y que, finalmente, así ha sido. Periódicos, radios y televisiones tanto locales como estatales se han interesado por su lucha. ¿Esa repercusión también impresiona?

R. También. No me esperaba para nada tanta repercusión. Creía que iba a ser sólo el día de la presentación, una foto allí con los medios y el concejal y poco más. ¿Que tanta gente gente venga y me quiera entrevistar? No. Que me llamen las radios porque me quieren entrevistar a mí personalmente, no. No me esperaba nada de esto.

P. ¿Y cuál cree que ha sido el motivo para que se haya producido tanta repercusión?

R. Porque a la gente, para bien o para mal, le gusta saber la historia. Es muy curiosa y le gusta escuchar este tipo de noticias.

P. Empecemos por el principio. ¿Quién es Jenifer Escobedo?

R. Bueno... Poniéndote un titular sobre mí o una etiqueta, soy una gitana transexual de un barrio o del extrarradio, como se le llama al Sector Sur. Una gitana transexual que está luchando a nivel personal por su transición y a nivel profesional para hacerse un hueco en el mundo laboral. Hablándote sin etiquetas soy una mujer normal y corriente que lucha por sus objetivos, personales y profesionales. Es que siempre hablo de luchar porque no termino nunca de luchar, por una cosa o por otra. Nunca termino. Creo que moriré luchando.

Soy una gitana transexual que está luchando

P. ¿Cuándo llega ese momento en el que siente que su físico no  se corresponde con lo que verdaderamente siente?

R. Desde pequeña. Incluso antes de tener uso de razón me identificaba con las demás niñas y con sus cosas, tanto con las muñecas como con la forma de ser. Todo lo que hacían las niñas lo hacía yo inconscientemente. No me identificaba con los demás niños. Por eso, ya a esa edad empecé a notar lo que es el rechazo, la maldad que tienen los niños, y empecé a retraerme y a esconderme en mí misma. Como yo me notaba diferente a los demás, mi timidez hizo que yo me escondiera. Cuando empecé a tener uso de razón y mi madre me preguntaba, yo no sabía decirle qué me pasaba. No sabía ni explicarme. No podía decirle que era transexual porque no sabía lo que era eso. Entonces yo decía: “Soy una niña pero... ¿cómo?, ¿por qué?”. Tenía muchas preguntas en la cabeza hasta que, hablándolo con mi madre, fuimos a un psicólogo. Él nos estuvo asesorando y nos dijo más o menos lo que había que hacer. Ahí es cuando empecé a luchar por un tratamiento hormonal.

P. ¿Darse cuenta desde tan pequeña ha sido más negativo que positivo?

R. Mi infancia la recuerdo feliz. No tengo muchos recuerdos, eso es así, porque después de todo yo hacía lo que me daba la gana. Era una niña solitaria y no tenía muchas amistades pero yo no dejaba de jugar con mis muñecas o de ponerme ropa de niña cuando me surgía la ocasión. Por más que me decían y me reñían, yo lo seguía haciendo.

P. ¿Le reñían por hacer “cosas de niña”?

R. Claro. Por ejemplo, mi padre o mi abuelo cuando me veían con muñecas me decían: “Las muñecas son para las niñas” y comentarios de ese tipo. Yo me callaba pero luego me escondía, me encerraba en mi cuarto y me las ingeniaba para coger de nuevo las muñecas, mi ropa y mis cosas.

P. ¿Cómo llega a explicarle su situación a su entorno familiar?

R. Yo le conté más o menos a mi madre cómo me sentía porque, como te comentaba, no sabía qué me pasaba. Sabíamos que había un problema pero no sabíamos cuál. Cuando supimos la realidad mi madre fue la que se lo comunicó a mi familia. Fue chocante porque tendían a pensar que yo, quizás, era gay, por mi forma afeminada. Pero de ahí a decirle a mi familia que yo soy una niña y que iba a empezar mi transición para ser una niña completa... Choca mucho y más cuando no tienes nada de información. Mis familiares y mi gente cercana no sabía lo que era ser transexual.

Todo lo que hacían las niñas lo hacía yo inconscientemente

P. Una desinformación total.

JENIFER (J). Sí, sí. Completa. Nadie sabía nada y todos empezamos desde cero. Ellos fueron evolucionando conmigo. Yo fui evolucionando como mujer y ellos, gracias a los cambios que yo experimentaba, se fueron informando a la vez que me informaba yo.

KETA (K). A mí me hubiera gustado que una persona que lo hubiera vivido me hubiera dicho: “Tira por aquí o por allí”. Fuimos solas buscando información. Y es duro porque ella era más pequeña y no se daba cuenta, pero yo lo veía todo. Cuando ella empezó en el colegio yo me iba todos los días al recreo a ver cómo estaba la Jeni. Yo siempre la veía en un rincón sentada con tan sólo seis años. Los psicólogos del colegio me llamaban la atención y me preguntaban que si había problemas en mi casa porque a ella la notaban diferente. Y ella sólo quería estar en mi casa porque era un refugio. En mi casa hacía lo que le venía en gana.

J. No tenía por qué esconderme ni tener el temor de que los niños me dijeran algo.

K. Yo sólo tenía que dejar de planchar sábanas porque se hacía vestidos con las sábanas. Ni las doblaba ni nada (risas).

P. ¿Cómo ha influido en todo este proceso la figura de su padre?

R. Yo decía que teniendo el apoyo de mi madre... No es que me diera igual el apoyo del resto de familiares, porque en realidad mi miedo era que me rechazaran o me dieran de lado porque nosotros somos muy familiares. Pero teniendo el apoyo de mi madre yo tiraba para adelante con todas las consecuencias. Como mi padre me veía a mí diferente, él me dejaba un poco de lado y se centraba en mi otro hermano. Ella [su madre] era la que ejercía de padre y madre a la vez. Yo con mi padre no tenía una relación muy estrecha cuando era pequeña. Él siempre ha estado más con mi hermano y mi madre, más conmigo.

P. Ella intermediaba para que todo fuera un poco más tranquilo.

R. Sí.

P. ¿Y se ha llegado a esa tranquilidad?

R. Sí. Hoy en día, sí. Mi padre me quiere mucho y sabe que ha ganado una hija. Ya lo acepta.

P. Si la infancia fue dura, ¿la adolescencia cómo se desarrolló?

R. Fue lo peor. En la infancia eres pequeña, tampoco te das cuenta de todo y no lo vives como cuando eres adolescente. La adolescencia fue peor. Fui teniendo uso de razón, se me avecinaban los cambios y no sabía qué iba a pasar. Tenía mucho miedo e inseguridad y todo era un riesgo. La adolescencia fue lo más duro. Estoy intentando recordar momentos buenos... Pero no hay. Cuando hice la transición en el instituto, mis compañeros no se lo tomaron tan mal. Yo creía que iba a ser peor. Me acosaban más cuando era un niño supuestamente gay a cuando hice la transición. Con la transición me fueron apoyando mucho más en el instituto. Todo este proceso ha sido como recibir golpes por todos lados: la familia, la gente del instituto, los vecinos... El mundo que me rodeaba tenía que ir acostumbrándose a mí. Al igual que yo. Yo misma tenía que ir adaptándome a mi propia identidad que aunque yo me sentía niña, yo tenía esos miedos y esas inseguridades. Después de todo, me considero una persona muy fuerte y he tenido a mi madre protegiéndome y luchando conmigo. Eso es un gran apoyo. Tienes que ser fuerte. Sí o sí.

Cuando mi madre me preguntaba yo no sabía decirle qué me pasaba

P. ¿En algún momento ha echado de menos la adolescencia de la que sí han disfrutado sus amigos?

R. Siento que tengo perdidas la infancia y parte de la adolescencia por no haberlas vivido como a mí me tocaba y me merecía. Pero bueno, cuando uno nace así no te queda mas remedio que luchar.

P. Y es en la adolescencia cuando empieza todo el proceso de transexualidad.

R. Sí. El psicólogo que nos atendió en Córdoba, que era de un colectivo LGTB, fue el que nos dijo a dónde teníamos que ir. En aquellos momentos, en Córdoba no había una unidad para las personas transexuales.

P. ¿De qué año estamos hablando?

R. De 2003 o 2004. En ese momento, acudimos a una unidad en Málaga [la Unidad de Trastornos de Identidad de Género, UTIG] para que me viera una psiquiatra e iniciar todo el tratamiento, tanto el psiquiátrico como el hormonal y la cirugía genital. Este tipo de unidades llegó hace muy poco a Córdoba, hará dos años, y también a toda la provincia. Antes, todas las personas transexuales teníamos que viajar hasta Málaga. Allí ya no me sentía más sola porque veía que había más gente como yo. Fue un alivio muy grande decir: “No soy el único caso en el mundo”.

P. ¿La sociedad de Málaga estaba más informada que la de Córdoba?

R. Los especialistas, sí, puesto que sólo había esa unidad. Pero la sociedad en general... Con los años he salido por Málaga tanto haciendo turismo como de fiesta y sí he visto una sociedad más abierta de mente que aquí. No sé si será por la costa y por la parte turística, pero es así. Y una sociedad más concienciada con el tema.

P. Hablaba del papel de los psiquiatras en todo este proceso. ¿Son uno de los pilares para las personas que se enfrentan a un cambio de sexo?

R. Yo creo que sí. Son las personas con las que te desahogas cien por cien y las que te van asesorando y despejando la mente de cualquier duda. Ahora ya se sabe que hay muchos tipos de género: travesti, gay, bisexuales... Y muchas veces cuando eres pequeño te puedes confundir, como pasó conmigo. Decían que yo era gay. Y puede pasar al revés: que creas que eres transexual pero en realidad eres gay. De eso se encargan los psiquiatras: de encaminarte y decirte cuál es tu situación porque es muy importante que a la hora de la cirugía genital la persona esté cien por cien segura porque después no hay marcha atrás.

Mi padre me quiere mucho y sabe que ha ganado una hija

P. ¿Ése ha sido el último paso de tu proceso?

R. Sí. Primero hay un proceso de hormonas y luego la operación. Desde los 13 o 14 años yo empecé a ir a Málaga, ahora he cumplido los 27 y hace un año y medio que he terminado... Es mucho tiempo. Me he tirado siete años en lista de espera quirúrgica porque hemos ido por la Seguridad Social. Antes de eso tuve que esperar también otro tiempo para que mi cuerpo se acostumbrara al tratamiento hormonal y tener un informe de varios psiquiatras que dieran el visto bueno a la cirugía. En fin, es un protocolo largo.

P. Siete años en lista de espera son muchos años.

R. Sí. Málaga era la única a nivel andaluz que podía hacer ese tipo de operaciones. Además, venía gente de otras comunidades sólo a operarse. Con los recortes en Sanidad, si había pocos quirófanos no nos lo daban a nosotros. Primero se lo daban a la persona que estaban grave y luego ya ibas tú. Va por orden de prioridad.

P. ¿Y acudir a la sanidad privada?

J. Es mucho más caro. Sólo la operación sería de unos 20.000. Si mi situación económica hubiera sido otra, desde los 18 años yo ya me habría hecho la cirugía genital y no hubiera tenido que estar siete años en una lista de espera. Y me hubiera ahorrado muchos años de depresiones, tristezas y penurias.

K. Para la operación del pecho hicimos un esfuerzo y tiramos para adelante. Porque esa operación no la cubre la Seguridad Social porque lo ven como algo estético. Vamos a ver: Si yo quiero un pecho de 20 años está bien que lo pague yo. ¿Pero para ellos? ¿Cuando es algo que les influye psicológicamente? Para ellos es necesario. La operación del garbancito como dice ella tampoco la cubre la Seguridad Social.

P. ¿Cuándo se operará?

R. Cuando pueda económicamente. La operación cuesta entre 2.000 y 3.000 euros.

La adolescencia fue lo más duro

P. ¿A lo largo de todos estos años se ha llegado a sentir culpable?

R. Sí. De pequeña, cuando me albergaban tantas dudas, había momentos en los que decía: “¿Y si esto lo estoy haciendo yo a conciencia”. Como me reñían tanto y querían hacer esa diferencia entre los niños y las niñas y yo quería por cojones las niñas, sí decía: “A lo mejor es que es un capricho mío y es que las niñas me gustan y quiero ser como ellas”. Había momentos en los que me decía que la culpa era mía y que tenía que cambiar por dentro. Pero al día siguiente, ese sentimiento de querer ser una niña salía otra vez.

P. ¿El barrio en el que vive lo ha hecho todo más fácil o más difícil?

R. Se dice que es un barrio marginal y con gente... Se dicen muchas cosas pero yo creo que en cualquier barrio lo hubiera tenido igual de difícil. Mientras exista la desinformación sobre la transexualidad, no hay tacto para tratar a esa persona. De alguna manera justifico la reacción de mucha gente porque estaba en la ignorancia pura de no saber cómo tratarme o de por qué soy así. El barrio ha ido evolucionando conmigo. La actitud de rechazo de antes, ahora es cariño y respeto hacia mí. Ha ido cambiando.

P. ¿Ha llegado a sentir el odio?

R. Sí. Y no me lo explico a día de hoy. Puedo entender que no lo entiendan, pero que lo respeten aunque no lo compartan y allá cada uno con su vida. Pero que te odien y puedan llegar a amenazarte o a decirte cualquier burrada...

P. ¿Le han llegado a amenazar?

R. Amenazar de muerte, no, pero sí me han llegado a hacer comentarios muy feos. Cuando ves el odio tan gratuito no lo entiendes, pero tampoco te vas a poner a su altura.

P. ¿Le ha contado a su madre alguna de estas situaciones?

R. No. Hay muchas cosas que ella no sabe por no ponerle mal cuerpo. Antes me costaba muchísimo el querer relacionarme con la sociedad. Llegar a una discoteca y que esté todo el mundo mirándome, cuchicheando y yo saber que están hablando de mí y que no se cortan... O que te están mirando mal y tú misma te sientes incómoda y sabes que nadie te quiere.

En cualquier barrio lo hubiera tenido igual de difícil

P. ¿Y su respuesta ante tratos así?

R. Yo me quedaba en el sitio en el que me encontraba. Con el tiempo, he tenido amigos de amigos míos que me odiaban, me criticaban y no lo veían bien, y cuando me han tratado y no les ha quedado más remedio que conocerme, han cambiado de opinión. Además, han llegado a preguntarme cosas más íntimas. Ellos mismos han visto que soy una mujer normal y corriente con mis virtudes y mis defectos (risas).

P. ¿Ha escuchado alguna vez que todo esto lo hacía “porque era una moda”?

R. Sí. Que si todo esto era un capricho o un personaje que yo me había creado. Mucha gente piensa eso. Que esto es un disfraz, que es algo temporal y que es un personaje, algo que no sientes y que sólo quieres llamar la atención de alguna manera. Pero, claro, eso es porque no conocen el caso de cerca. No saben los riesgos que he corrido en un quirófano, la manera que he tenido de complicarme la vida, de sentir el odio de tanta gente o que estén siempre juzgándome y señalándome. Y todo esto está provocado por la falta de información que hay en la sociedad y por la imagen tan mala y equivocada que se tiene de nosotros.

P. ¿Por qué existe esa imagen equivocada?

R. No sé.

P. ¿La televisión os hace daño?

R. En algunos casos, sí. Cuando sacan personajes para ridiculizarlos, para dar una mala imagen o para poner ciertas etiquetas. Y la gente hace mucho caso de eso. Hay siempre programación que te respeta pero hay mucho espectáculo. Como este tema da mucho juego, lo ridiculizan al máximo.

Cuando ves el odio tan gratuito no lo entiendes

P. ¿Sus vecinos creen que tiene el demonio dentro?

R. Lo aclaro. Esa entrevista [publicada en el periódico local La Voz de Jerez] la realicé por teléfono y no sé muy bien cómo lo estaba contando o cómo lo estaba tomando el periodista. Pero fue todo un malentendido. Yo lo que quise decir es que hay tanto vecinos míos como gitanos de la Iglesia Evangélica que dicen que de la manera que estoy pecando no voy a ir al cielo sino al infierno. Dicen que vaya al culto y que verás como voy a cambiar... Ellos mismos dicen que te hacen una especie de exorcismo y que te curan la transexualidad y vuelves a tu ser. Según ellos, a mí se me ha metido el demonio dentro y que por eso actúo de esa manera, porque tengo un espíritu maligno. Así que con un exorcismo se me quitaría todo, milagrosamente. Yo respeto a todos y por eso me tengo que reír. Volvemos a lo mismo: esto entra dentro de su ignorancia. Se agarran a una religión y lo que ésta diga, ellos hacen.

P. ¿Crees en la religión?

R. No, no. En ninguna religión estoy aceptada (risas). Yo respeto su fe y lo que hago también es reírme de ciertos comentarios, como ocurre en las redes sociales. Estoy acostumbrada a las críticas. Lo que antes me afectaba y me quedaba más tocada, ahora me río.

P. Y a pesar de todo, ¿le gusta su barrio?

R. Me gusta porque es donde me he criado. Allí estoy a gusto y voy por la calle y la gente me saluda. El que no me conocía, ya me conoce y también me saluda.

P. Pero se quiere ir de Córdoba.

R. Sí. A mí me gusta mucho Córdoba, es una ciudad muy bonita, pero para llegar lejos en el ámbito laboral me tendría que ir de aquí. En Córdoba no hay muchas salidas para el mundo de la moda. Yo estudié Comercio y estuve trabajando de dependienta para ganarme la vida. Y también hice mis pinitos en la moda. Cuando empecé a desfilar no me había planteado antes ser modelo. Pero cuando me llegó una propuesta y le dije que sí, ya probé la experiencia y me gustó mucho. Y ahí fue cuando decidí meterme ne ese mundo. Pero aquí en Córdoba no hay muchas salidas para mí. Aunque parezca que no, también se te juzga.

P. ¿En sus anteriores trabajos también influía ser transexual?

R. Sí. Me costaba mucho. Y todavía me cuesta. Cuando vas a una entrevista, eso lo notas. No te desprecian directamente pero con algunos comentarios y miradas, sí. Tengo experiencia en esto muchos años y ya captas las cosas. Cuando no ha sido por ser gitana ha sido por ser transexual porque no quieren “esa imagen” en su empresa. Y es lo que hay.

A los transexuales nos queda mucho por hacer

P. ¿Córdoba lucha por las personas transexuales?

R. Queda mucho por hacer. Vamos avanzando pero muy poquito a poco. No ocurre lo mismo con el colectivo gay o las lesbianas que ya tienen casi todo hecho, como quien dice. Ya lo ven con normalidad. A nosotros todavía nos queda mucho camino. Pero tanto en Córdoba como en España. Es verdad que hay sitios que son más abiertos de mente que otros, como Madrid. Y en Córdoba están empezando ahora. Si este ha sido el primer año que se ha celebrado la marcha del Orgullo.

P. ¿Cómo valora esa primera manifestación?

R. Muy bien. Todo lo que sea para ayudarnos y para abrir la mente en Córdoba a la modernidad, bienvenido sea.

P. Pero ha sido muy criticada. Sobre todo en el círculo de los más jóvenes.

R. Eso trato de entenderlo y es que no llego a ninguna conclusión porque no tengo manera de justificarlo. Que gente de la tercera edad lo van aceptando y los jóvenes no... Mis abuelos son muy mayores y ellos conmigo están como locos, me quieren mucho y me apoyan. ¿Que alguien que tiene 20 años no lo acepte? En ese sentido, la televisión hace daño y habría que cambiar muchas cosas en la educación que hay en cada casa y los valores que se le enseñen a los hijos. Es de todo un poco. Tenemos que hacer mucho para cambiarlo todo y desde los más pequeños. Es increíble que los jóvenes no tengan tolerancia ni respeto con la diversidad sexual.

P. ¿Qué le falta al colectivo trans para que este al mismo nivel que los gays y las lesbianas?

R. Muchas marchas por toda España. Que se dé información en el colegio de qué es la transexualidad y apoyo político.

P. ¿El colectivo trans en Córdoba necesita más apoyo institucional?

R. Sí. Igual que en su momento se le dio a los gays y lesbianas. Las transexuales no podemos ser menos.

P. ¿A esto se une la falta de referentes en este colectivo?

R. Sí. El colectivo trans tiene muy pocos referentes. Creo que a mucha gente transexual no le gustan los medios porque se nos daña y se nos machaca tanto... Yo tengo un referente desde que empecé mi transición y es Bibiana Fernández, actriz y presentadora de televisión. Hay muy poquitos referentes, sí es verdad.

Es increíble que los jóvenes no tengan tolerancia ni respeto con la diversidad sexual

P. ¿Qué daño hace a su colectivo la existencia de plataformas como Hazte Oír?

R. Su repercusión hace mucho daño. Estamos luchando durante años para que en un momento de televisión, esta plataforma aparezca y lo eche todo por la borda.

P. Esta organización asegura que las leyes en pro de los transexuales vulneran “la libertad de educación y el derecho fundamental de los padres a educar a sus hijos”.

R. Me quedo que no sé ni qué decir.

P. Según el último informe del Ministerio del Interior, en Córdoba en todo 2016 sólo se han registrado tres casos de delitos de odio por su orientación sexual. ¿Son estos todos los que hay?

R. Hay más. Y no sé si no se denuncian por vergüenza o miedo.

P. ¿Alguna vez ha tenido que denunciar?

R. No porque físicamente no me han agredido. Pero yo no dudaría en hacerlo porque no le tengo miedo a casi nada en la vida. ¿Se lo voy a tener a alguien de la calle?

El colectivo trans tiene muy pocos referentes

P. ¿Cuáles son sus planes a largo plazo?

R. Por ahora he conseguido mi meta, que es la de ser una mujer completa. Ahora me quedan metas más bien profesionales: cumplir mi sueño de entrar en el mundo de la moda, salir, viajar, conocer a gente, seguir luchando y dar mi testimonio por todos sitios.

P. ¿Le gustaría tener hijos?

R. (Risas) Hasta ahora no he tenido instinto maternal. No sé si el día de mañana lo tendré. Sí tengo sobrinos y viendo el caos que montan se me quitan más las ganas de ser madre. Ya con ellos tengo bastante porque son malísimos. Yo con ellos ya estoy cumpliendo como madre (risas).

P. ¿Conservas fotografías de tu niñez o tu adolescencia?

R. No. Sé que mi madre tiene alguna pero yo no quiero esas fotografías. Las que me hicieron de comunión las quemé. Yo quería borrar mi pasado a toda costa. Me hacía daño y no veía yo que esas fotografías tuvieran que estar ahí. No me importa tener fotos de cuando era bebé o con un año, pero ya de más grande, no. Porque me recuerda a lo que he vivido. Por ejemplo, es que yo no quería hacer la comunión y menos con ese traje. Quemé los recuerdos y como ya tengo mi partida de nacimiento nueva no aparece que haya hecho ni el bautizo ni la comunión ni nada. No estoy ligada a la iglesia. No me gusta que me digan lo que tengo que hacer y lo que no. Yo voy por libre.

No dudaría en denunciar porque no le tengo miedo a casi nada en la vida

Etiquetas
stats