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Martín de Roa, 2: al amparo de la vieja muralla

Patio de arquitectura moderna en la calle Martín de Roa, 2 | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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Llega mayo y los pasos conducen directamente, casi por inercia, a uno de los barrios con mayor identidad propia de la ciudad. Más allá de la Judería, y tras dejar atrás el Alcázar de los Reyes Cristianos, está un enclave con color y aroma diferenciales al resto. Sus calles se convierten cada año por estas fechas, al igual que en otros puntos pero de manera más significativa, en un hervidero de personas. Tanto de aquí como de otros lares se pueden contar por miles quienes cruzan el Arco de Caballerizas y recorren sus empedradas vías. Caminan entre muros encalados y cargados de flores en el Alcázar Viejo, donde el Festival de los Patios tiene uno de sus grandes centros neurálgicos. Al inicio de esta zona, con afluencia a San Basilio, se encuentra Martín de Roa, con varios de los jardines que adornan Córdoba en estas fechas. Pero es sólo en uno, en el número 2, el que permite a los habitantes de la casa vivir al amparo de la vieja muralla. De una parte de ese legado histórico.

Una larga cola aguarda a la entrada de la vivienda, a la que acceden los visitantes por tramos. En el interior, más allá del zaguán, se encuentra Araceli López, una de las propietarias de esta casa-patio de origen antiguo pero con imagen muy renovada desde hace poco más de una década. “La casa antigua, que tenía 400 años, se derribó para hacer ésta, que en realidad son tres, donde vivimos mis dos hijas y yo (y sus familias). Lo que hace más especial al patio es que es el único que tiene muralla en el interior”, explica la dueña de la residencia. Se trata de una parte de la vieja pared defensiva de Córdoba, que en este caso “es del año 1200, de época almohade”. De esta forma, Araceli guarda entre los muros de su hogar un trozo de la Historia de la ciudad. Algo que supone un orgullo para ella. “A mí me gusta. Hay gente que viene y me pregunta, ¿eso no lo puedes enlucir? A nosotros nos encanta vivir con la Historia dentro, el contraste, la armonía que hay entre la arquitectura moderna y la muralla”, indica en ese sentido.

Aunque el hecho de mantener una parte de la vieja muralla también significa “tener más trabajo, porque hay que cuidarla para que no se deteriore y decorarla con arreglo a lo que se merece”. El patio al que da cobijo ese pedazo de la Historia de Córdoba se halla encuadrado en el Festival dentro de la ruta del Alcázar Viejo y en la modalidad de arquitectura moderna. “En 2004 entramos a vivir y en 2005 en el concurso. Nosotros no estábamos acostumbrados a participar, aunque siempre hemos vivido en casas y con plantas. Lo decidimos entre mis hijas y yo porque ese año realmente en el barrio se presentaban dos o tres y dijimos que se perdía la tradición si casas nuevas no se incorporan. Pensábamos hacerlo un año o dos, hasta que remontara, pero aquí seguimos”, relata Araceli López sobre la presencia de la residencia en una de las más significativas fiestas de la ciudad.

En cuanto a la vivienda, ésta tiene un largo recorrido. Aunque con etapas diferentes. “Había otra casa, una de las primeras que se fundaron aquí, hace 400 años, lo que pasa es que estaba en muy malas condiciones y no se podía conservar nada de ella. Lo único que pudimos recuperar es el pozo, que lo habían tapiado y lo descubrimos, o unas columnas, que estaban enlucidas. Aquí sé que vivió una familia de arrieros y llegaron a estar hasta 11 familias, porque los hijos se fueron quedando”, narra Araceli López, quien se muestra apasionada por las plantas. “No puedo destacar  ninguna, me gustan todas. Hay más de 70 plantas diferentes”, apunta al tiempo que describe algunas de las que resultan más señaladas. Por ejemplo, “la esparraguera fina, que es un espectáculo, porque está trepando por la muralla” o también “las begonias, que son muy bonitas, o la alegría de la casa, que es muy sencilla”.

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