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Pájaro rompiendo la cuaresma

Pájaro, en el Ambigú de la Axerquía | SERGIO TEJERINA

Redacción Cordópolis

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El pasado viernes llegó el sevillano a romper la cuaresma con su rock de raíz. Pájaro, que algunos tildan como el mozo de espadas del gran Silvio, trajo su combo de rock, surf, blues, swing, Semana Santa, espaguetti-western, Las Vegas, o versos de San Juan de la Cruz hasta el Ambigú Axerquía.

Ir a un concierto de Pájaro es sentirte afortunado, pero si esa misma tarde te deja preguntarle cosas banales y grabarle una canción acústica, la felicidad para este que escribe es máxima.

Así empiezo una maravillosa tarde-noche de viernes, conversando con Pájaro de su patio de vecinos, de las cosas de su barrio, de que su abuelo era uno de los ebanistas que labró el precioso teatro Lope de Vega y de cómo su madre le dijo que se subiría a cantar sus canciones el día que ella falleciera y así fue, un día después debutaba con Santa Leone en el teatro que su abuelo ayudó a construir.

Tres guitarras en escena, batería y bajo con aparición estelar de una trompeta. Enormes músicos para acompañar al remix de bandas sonoras de nuestra vida, de lo escuchado en cassettes a nuestros padres. Hubo sitio para el rock con filtros de Ennio Morricone, de Manuel de Falla, de Bambino, de Machín, de San Juan de la Cruz y de marchas cofrades.

Pájaro tiene su propia licuadora de sonidos y un colador Fender por el que salen melodías que te recuerdan a películas italianas con vespas, a Tarantino, a Buñuel o a ese fragmento de Semana Santa de los Hermanos Lumiere. D. Andrés Herrera tiene su propia película mental y lo descubres cuando escuchas sus canciones y cuando hablas con el de la globalización, de la corrupción o de los bares de la calle Feria.

Los recuerdos de las salas de cine de su niñez (su padre “echaba” cine de verano en Torreblanca), de años de semanas santas, de compás junto al que escribió la canción que tenía los nombres de todas las vírgenes de Sevilla, se hacen música y aparece Pájaro.

Escuchar la digestión sonora de fragmentos del Amor Brujo de Falla pasados por la batidora Pájaro emociona. Escuchar el fin de fiesta surfero sureño propio de playas de Cádiz o de Almería, te hace vibrar. Escuchar cómo defienden sus dos discos (Santa Leone y He matado al ángel) en directo, hacen que te vayas directo a comprar el vinilo si es que no lo tenías.

Sonido contundente, de banda de las buenas, de las de mirarse para cambiar el paso sobre la marcha y que nadie se de cuenta. Cayeron 18 canciones atendiendo a veces al set list establecido y otras no. 18 pildorazos intercalados con pseudo monólogos “humorísticos” propios del canalleo de la barra de un bar, propios de Pájaro.

Pájaro rompió la cuaresma sin aspavientos para comer carne y beber cerveza como hacen los rockeros de verdad, los que se enfundan sus mejores galas, los que se enfundan sus camisas negras con chorreras debajo de una chaqueta negra, los que calzan guitarra alta.

Gracias Pájaro por otro bolo (ya perdí la cuenta de los vistos), gracias por la mirada de niño malo al responder maldades inocentes, gracias por los chistes malos, gracias por responder lo que te da la gana y por grabar esos discos que grabas.

Con el permiso de D. Alvaro, D. Alvaro Tarik, termino esta crónica transcribiendo lo que piensa de Pájaro y que de algún sitio que no recuerdo lo he copiado (estoy mintiendo, es lo que escribio para su bandcamp):

Y es que, para Pájaro, Sevilla, Texas, Nápoles, Nueva Orleans, Roma, Almería o Memphis se huelen desde su ventana. Y el rock’n’roll, el blues, el surf, el swing, la saeta, la tarantela o el spaghetti western suenan como una misma cosa cada vez que pone los dedos en las cuerdas de su guitarra. Así, la magia surge de convertir en posible lo imposible para que la belleza —que es algo que no existe— esté.

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