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Rafael Jaén: “El fútbol base tiene un problema en las gradas”

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Paco Merino

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Fundó un club de fútbol hace cincuenta años -se cumplen en este 2017-, inventó un trofeo veraniego que alcanzó notoriedad nacional -el Ciudad de los Califas- y desempeñó todos los oficios que se puedan imaginar alrededor de un balón. Y a Rafael Jaén Carmona (Córdoba, 1948) no se le ha agotado la capacidad de sorpresa. Su caso no tiene igual. Es el presidente más veterano -“que no el de mayor edad”, apunta como siempre que le sacan a relucir el dato- y es considerado -no sólo por cuestión de calendario- uno de los nombres de referencia en la historia del deporte local. Siempre fue un hombre de ideas. Lo que le distinguió de los demás, de los que se quedan salvando al mundo en las barras de los bares, es que él tuvo la valentía de llevarlas a la práctica.

El Deportivo Córdoba, una de las entidades emblemáticas del fútbol provincial, es el producto evolucionado del aquel Recreativo Oscus que Jaén montó en una primavera de 1967 después de ver jugar en un llano a unos compañeros suyos de una academia de mecanografía. Medio siglo después, sigue al frente como presidente de este club singular, humilde en sus orígenes y avanzado en sus planteamientos. Siempre tuvo la certeza de que el deporte era un elemento educativo de primer orden. Jaén no se dejó intimidar jamás por un entorno que a menudo le miró como a un bicho raro, un romántico que daba más valor a lo que se vivía en los largos viajes en autobús por carreteras secundarias, en los duros entrenamientos en invierno sobre terrenos de albero o en las tertulias en interminables peroles que a lo que sucedía en los noventa minutos de cada fin de semana. El partido parecía una mera excusa para todo lo demás. ¿Los títulos? Él los mide de otra manera. La sala de trofeos la lleva por dentro, como muchos de los que han pasado por el Deportivo Córdoba en las últimas décadas. Por eso, cuando le preguntan por los mejores momentos que recuerda, no le viene a la memoria un encuentro de fútbol o un ascenso, sino aquel día en que hicieron una colecta para comprar colchones a unos niños del equipo cuya familia pasaba por circunstancias dramáticas.

PREGUNTA. Medio siglo de fútbol.

RESPUESTA. Cincuenta años ya al pie del cañón, sí...

P. ¿Se le han pasado rápido?

R. La verdad es que como al mismo tiempo he cumplido estos años con mi jornada laboral, que ha sido más bien larga... También tiene uno que sacar tiempo para atender a la familia. Yo tengo la suerte de que siempre han estado conmigo colaborando y me han hecho ver que no tenía que preocuparme mucho. No es que se me hayan hecho largos, pero tampoco cortos. Yo me siento satisfecho y orgulloso de estar tanto tiempo al frente de este club.

P. En todo este tiempo ha sido testigo directo de una transformación radical en lo que se refiere al ocio juvenil. Resulta difícil imaginar ahora a un chaval de 18 o 19 años que se embarque en la fundación de un club de fútbol.

R. Si ya asistir a un entrenamiento les cuesta trabajo... Calcula el tener que presidir un club. Yo lo hice a esad edad por circunstancias de la vida. Como mucha gente sabe, yo estaba trabajando y fui a una academia llamada Oscus, en la calle Valladares, a hacer un curso de mecanografía. En aquella época no existía la informática. Tener doscientas pulsaciones era una barbaridad. Yo fui con la suerte o la desgracia de llegar un lunes y el viernes se me acercó un grupo de chavales de allí. Me preguntaron si me gustaba el fútbol y les dije que sí. Me citaron en unos llanos que había detrás del colegio La Salle para echar un rato. Me llevé una sorpresa cuando los vi jugar. Tenían mucha calidad.

P. ¿Jugaba al fútbol?

R. Hombre, yo había peloteado con amigos, como se hacía antes. Era otra época. Hoy el niño que quiera jugar tiene un club al lado de su casa. Antes no era así. Te ibas a los llanos con los amigos y tal. Ellos mismos no sabían la calidad que tenían. Yo los veía mejores que los que jugaban en los campos del Puga, Lepanto o Electromecánicas, que eran los que había entonces. Entonces se me ocurrió ir el lunes siguiente a hablar con la directora de la academia Oscus y comentárselo. Le dije que me gustaría que ese equipo lo metiéramos en las competiciones de la Federación con el nombre del centro. Me dijo que sí, que le gustaban las personas jóvenes y con iniciativa, pero que aquella era una obra social muy pobre y que no tenían dinero para dar. Entonces gente como Salcedo, Sebastián, Paco Ruiz... nos pusimos en marcha. Federamos al equipo y yo tuve que empezar a buscarme la vida.

P. ¿Cómo se financiaban?

R. Empezamos a hacer una serie de fiestas en el centro. Con la directora delante, por supuesto.

"El equipo se financiaba haciendo fiestas y bailes para jóvenes con la directora delante, por supuesto"

P. ¿Fiestas?

R. Bueno, eran bailes pero... bueno. Con los jugadores vigilando a la gente para que no se pegaran a las muchachas. También hicimos una caseta de Feria. En ella debutaron los que hoy son Medina Azahara. Se estrenaron en la caseta de Oscus y se llamaban De pie en la vida. Allí actuaron con ese nombre y estuvieron tres años llamándose así. Luego pasaron a ser Medina Azahara. Son muy amigos míos. En Sevilla estuvieron actuando hace poco cuando a Manolo Cuesta y a mí nos dieron la medalla de oro en el Centenario del Fútbol Andaluz de la FAF.

P. Es de los que mide su vida por temporadas.

R. Sí, yo concibo mi vida así. Mi año termina el 30 de junio y empieza el siguiente el 1 de julio. Eso es así.

P. Su club es conocido en el ámbito nacional por la organización un trofeo de fútbol juvenil: el Ciudad de los Califas.

R. En el año 80, el Real Madrid se fijó en uno de nuestros futbolistas: Rubio, que jugaba de portero. Se me ocurrió que, como contraprestación, el Madrid podría venir a Córdoba a jugar unos partidos. Y así nació el Ciudad de los Califas.

P. Ha vivido la evolución social de los jóvenes, pero también la de la relación de estos con sus familias y la entrada de éstas en las organizaciones deportivas. Ahora están los padres en los partidos, en los entrenamientos... Forman parte de los clubes.

R. Sí, esa evolución ha beneficiado en muchas cosas y en otras ha perjudicado. ¿Cúal es la clave de este cambio? Para mí tiene un nombre: césped artificial. Hay un campo casi en cada barriada. Cuando los campos eran de tierra y había tres, los padres miraban a otros sitios. Tenías que desplazarte. Ahora, con la novedad de las instalaciones nuevas y las facilidades para hacer deporte, pues las familias van detrás de los niños. Ha nacido una afición de padres, madres, abuelos, abuelas... Es increíble. Esto es muy bonito y está muy bien, pero también conlleva muchos desengaños y hace daño a muchos críos. Cuando los papás están en la grada y ven que su niño le da dos patadas al balón con el empeine y con cierta gracia, pues ya están pensando automáticamente: “Mi hijo puede comer de esto”. Y ya estamos mentalizando a una familia de una cosa que es prácticamente imposible, puesto que sale un futbolista de cada dos o tres mil niños que juegan. La situación ha llegado a límites preocupantes. Que vengan padres a ver a los niños está bien, pero nadie puede engañarse, ni ellos ni sus propios hijos, pensando en que porque el chaval le dé dos patadas bien dadas a una pelota va a ser la solución económica para la familia. Lo primero debe ser estudiar, que no se le olvide a nadie. Pero en la situación de crisis que hay en nuestro país, desgraciadamente hay muchas personas que buscan remedio y piensan que tienen un fenómeno en casa.

"Hay muchas personas que buscan remedio económico y piensan que tienen un fenómeno en casa"

P. El fútbol de base ha cambiado. Ahora es más negocio.

R. Todos los clubes, de cara a Hacienda, somos asociaciones deportivas. Y estamos totalmente fiscalizados. Es más, se nos recomienda que tengamos al cargo de la instalación a personas dadas de alta en la Seguridad Social. Un presidente no puede estar pendiente de todo esto. Eso conlleva que hay que tener asesores, gente preparada y con conocimientos fiscales para llevar adelante un club. Yo esto lo veo bien, pero hay que entender que esto conlleva un aumento de la cuota a los padres.

P. ¿Y cómo se sostiene todo esto? Muchos clubes han ido desapareciendo del panorama.

R. Unos desaparecen y otros están siempre con cambios con mucha frecuencia en la directiva. Los que han estado se han ido, luego los que les sustituían se han ido al poco tiempo... Pero van pasando directivas. Esto quema mucho. Es complicado. Antes era un grupo de amigos, se alquilaba un campo y te ponías a funcionar. El fútbol también está en manos de los técnicos. Los padres ven que si a su niño le va bien con un entrenador y éste cambia de club, pues los chavales se van a detrás de él y también cambian. A donde va el entrenador, va el niño.

P. Como el flautista de Hamelin.

R. Así es. El entrenador es el que más relación tiene con los padres. El que más, el que tiene contacto el día a día. Para muchas familias, el club es el entrenador de su hijo. Algunos son honrados, y de esos he tenido aquí, y me lo dicen. Distinto es si un niño dice: “Me quiero ir con él”. Pero que el entrenador que se va se lleve a los niños con él por sistema, pues no me parece correcto en abosluto. Pero eso es lo que hay.

P. Es muy difícil, pero ocurre. Del club han salido jugadores importantes.

R. Y sobre todo porteros. Parecemos un club vasco. Empezó todo con Rubio. Luego salió también de aquí José Antonio García, Leiva... Ahora tenemos a Álvaro Medrán en el Valencia, que también estuvo aquí.

P. Luego está la jungla del fútbol local, donde hay auténticos depredadores.

R. Hombre, a mí me los quitan en alevines o infantiles. Pero a veces se equivocan y se dejan alguno bueno, que lo tengo que mandar yo (bromea). Ahora mismo tenemos a un par de chavales interesantes. Pero éste es un tema muy delicado. Hay niños que destacan y que se van a probar a clubes grandes. Pero si por lo que sea no se quedan allí, a la vuelta llega lo difícil. Mira, una prueba es un premio. Si después de hacerla vuelve aquí, pues sigue jugando y no pasa nada. Lo que pasa es que muchas veces se hace público que tal o cual niño está probando en un sitio y si no cuaja, pues luego le dicen en el instituto: “Qué malo eres que no te quieren”. Le puedes hacer daño. Y eso no debe ser así. Son niños y están aprendiendo tanto en el fútbol como en la vida.

"El fútbol también está en manos de los técnicos. A donde va el entrenador, va el niño"

P. ¿Y los niños con representante?

R. Eso está a la orden del día. Muchos domingos ves aquí gente que dices: no es de aquí, no es de los padres de fuera... Seguramente es un ojeador o un representante. Un niño ahora hace tres regates y ya llega una persona a representarlo, los padres encantados... Vas a decirle algo a la madre y te responde: eso háblalo con su representante. Y el niño ahí está, con trece años.

P. Vivimos en un gran mentira. Sólo hay que ver la estadística. Nadie dice la verdad de todo esto. O no se les quiere escuchar porque preferimos estar en una situación irreal.

R. A mí esto me tiene muy preocupado, lo de los representantes. Porque eso acaba influyendo en los padres se crean unas relaciones muy viciadas. Yo he visto terminar un partido y a un niño que no le han salido las cosas bien le dicen los padres: “Tranquilo, que eso es porque tu entrenador es muy malo”. ¿Qué educación estamos dando? Lo que hay que decirle es que está aprendiendo y que tiene que poder todo de su parte para mejorar. Y que el martes, cuando vuelva a los entrenamientos, tiene que trabajar más. Eso no se lo dicen. Se hace un daño terrible.

P. ¿Se han perdido buenos proyectos de jugadores por su entorno familiar?

R. Sí, sí. Muchos. El ambiente influye mucho, sobre todo en edades infantiles y en la adolescencia. Antes venían pocos padres y no se metían en nada. Ahora vivimos unos tiempos más complicados. No se trata de que no vengan, ojo. Aquí las puertas están abiertas para todo el mundo y es estupendo que quieran estar al lado de su hijo en su formación. Porque no nos olvidemos que esto es fútbol, sí, pero también es educación sobre todo. De hábitos de trabajo, de disciplina, de respeto, de sacrificio, de compromiso... Eso es el fútbol base. Pero muchos lo olvidan. Porque de esa presión por ganar, por ser el mejor, nacen los comportamientos violentos.

P. El fútbol no deja de ser un reflejo más de actitudes que se ven también en otras esferas sociales. No hay peor hooligan que tus propios padres.

R. Sí, eso es así. Es lo que estamos viviendo. La gente no se controla ni en la calle, ni en los campos de fútbol... El nivel de violencia en los recintos deportivos, física y verbal, está bajando. Pero sobre todo baja porque hay sanciones.

P. Ahí están trabajando a fondo.

R. Nosotros hemos establecido un premio al juego limpio en el que los padres de cada equipo se ocupan de designar al que mejor comportamiento tenga. Este año, como club, es de los que menos sanciones hemos tenido en el primer trimestre, que es muy complicado, y lo hemos querido celebrar con el sorteo de una cesta de Navidad entre todos los jugadores. Se puso una urna, con papeletas con los nombres y el equipo al que pertenecía, y al final se lo llevó un cadete. Fue un acto muy bonito. Hay que buscar estímulos para que la gente se comporte bien. Queremos recordarles que el juego limpio es fundamental.

"De esa presión por ganar, por ser el mejor, nacen los comportamientos violentos"

P. Aún sigue desgraciadamente vigente la idea de que el insulto y la hostilidad forman parte consustancial del fútbol. Cuando uno habla del valor de jugar en casa o fuera vienen a la mente comportamientos violentos.

R. En los partidos, los chavales se dicen unos a otros: “Ya te cogeremos cuando vengas por allí”. Eso tiene que cambiar. Pero no es fácil. Cuesta muchísimo porque son comportamientos enraizados y además hay otros aspectos muy difícil de controlar. Por ejemplo, hay padres que insultan a los árbitros. Si el árbitro lo pone en el acta, la sanción es para el club.

P. ¿Se dio el caso aquí en el Deportivo Córdoba?

R. Hace dos años tuvimos que expulsar a un padre del club. Le dijimos al hijo que él podía seguir viniendo, pero que su padre no podría entrar a la instalación. Y no ocurrió aquí. Fue en Peñarroya donde sucedieron los incidentes. Al padre se le prohibió la entrada. El hijo siguió, pero a los dos o tres meses me dijo: “Rafael, yo os lo agradezco mucho, pero la situación con mi padre es muy difícil y yo me tengo que ir”. Era entendible. Desgraciadamente, esa experiencia la hemos tenido que vivir. Un garbanzo negro no puede estropear una olla. Ese caso fue conocido, pero también ha habido otros en los que se tuvo que hablar con padres que no se comportaban correctamente para ver de qué modo cambiaban. En la vida hay que dar una segunda oportunidad, lo mismo que a los futbolistas. Si se le dice a alguien: “Oye, que vamos a pagar la sanción, pero que sea la última vez”. Hay quienes se dan cuenta del error y ya no lo vuelven a cometer. Lo malo de todo esto es que expulsas a un jugador del club por su mal comportamiento y hay ya tres o cuatro equipos esperando para ficharlo. Eso es terrible. A muchos les importa mucho más lo deportivo que lo social o lo humano. Esto es educación, como te digo.

P. La vida es competir. Es lo que te dicen desde chico. Y además añaden: contra otros. Y desde edades muy tempranas.

R. Yo creo que los monitores están trabajando bien en este aspecto. Los niños lo que quieren es jugar. Muchas veces ni siquiera están pendientes del marcador o de cómo va el partido. Se divierten y ya está. Eso no lo comprenden muchos adultos. El problema está en las gradas. En los padres. Eso se ve en todas las categorías de base, pero es especialmente triste cuando uno se da cuenta de cómo se comportan los padres y las madres de niños de categoría bebé o prebenjamines. Y cómo se meten con los árbitros. ¿No entienden que también están aprendiendo igual que sus hijos? Si se equivocan en Primera División, ¿no lo van a hacer estos chiquillos? Tú suponte que igual que un padre le dice a un árbitro en la cara que es muy malo, el árbitro se dirija a un padre y le diga: “Qué malo es tu niño, que estaba delante de la portería y la ha tirado fuera”. ¿Te lo imaginas? Esto es fútbol. Todos se equivocan. Y eso hay que aceptarlo. Es complicado. Yo me considero un defensor de los árbitros y ellos lo saben. A lo sumo, creo que una vez le dije a uno: “Vaya tela”.

"Hace dos años tuvimos que expulsar a un padre del club"

P. Estuvo una época formando parte del Córdoba CF.

R. Primero estuve con Ricardo Mitsuf, que en paz descanse, y luego en la época de Antonio Adarve, con Claudio Ripoll de vicepresidente y Larrea de directivo encargado de las categorías inferiores. Me llamaron para echar una mano, porque Márquez Campos no podía con todo. Yo llevé a Antonio Gutiérrez El Pimba y ascendió al equipo juvenil. También a Manolo Torralbo al juvenil B. Estuve un par de temporadas allí. Yo les dije que cuando encontraran a otra persona, pues yo me retiraba porque además tenía un club que gestionar. Pero que para que lo que necesitaran allí me tenían. Yo no cobraba nada y por eso podía exigir. Luego llegó detrás de mí Rafael Sedano ganando 190.000 pelas. Era una época muy compleja institucionalmente.

P. ¿Qué opinión le merece el trabajo de cantera que realiza el Córdoba CF a día de hoy?

R. Siempre han sido criticados. Eso siempre. En estos momentos creo que no lo están haciendo mal. Están invirtiendo dinero, hay muchos jugadores que son de fuera de Córdoba y eso no se está haciendo nunca. Esto es lo de siempre. Si ellos, que son quienes más fácil lo tienen, no trabajan la cantera. A cualquier padre que te dirijas se va como loco con el niño para allá. Tienen un presupuesto que no tiene nada que vez con cualquier otra cosa. Además, ni siquiera cobran cuota. A mi modo de ver, los mejores futbolistas de Córdoba tienen que estar allí y deben ser campeones de todas las categorías. Ahora tienen un personal que trabaja en muy buenas condiciones allí.

P. ¿Qué relaciones mantiene con ellos?

R. Hay un convenio con las categorías inferiores, pero vamos, que eso a mí me da igual porque al niño que quiera irse a jugar al Córdoba no le voy a poner ninguna pega. Ellos, de los que vayan descartando, si alguno se quiere venir pues se vendrá con nosotros. Pero nadie les puede obligar, por otra parte. El niño juega donde decidan él y sus padres. Además, con la nueva normativa que dice que hasta los 16 años quedan libres al final de cada temporada para irse a donde quieran. Prácticamente, los que quedan retenidos son los que están en los años de juvenil.

P. Hace unos días se retiró Pepe Santiago Murillo, uno de los nombres de referencia del fútbol cordobés desde la presidencia de la Federación. Treinta y tantos años al frente. Todos esos los ha vivido también.

R. ¿Mi opinión? Es una bestia. En lo deportivo y en todos los terrenos. Lo he conocido como jugador, como directivo... En el servicio militar también coincidimos. Ha dejado huella. Es un hombre con un grandísimo corazón. Al que no lo conociera lo tiraba de espaldas, pero después de veinte minutos con él te dabas cuenta de que tenía mucho carisma y quería ayudar. Es muy complicado. Tiene mucho mérito que cada club que llegamos a allí a la Federación, cada cual con nuestros temas y nuestros intereses, haya recibido el trato que Pepe Santiago ha dado. Siempre con todos, sin esconderse. Ha sabido rodearse muy bien con Loles, Rodri, Iván... Hay una serie de personas que están ahí para que salga todo adelante.

"Los mejores futbolistas tienen que estar en el Córdoba y deben ser campeones de todas las categorías"

P. Al final, quienes llevan cargos saben que lo importante es formar un equipo.

R. Fundamental. Dependiendo del personal que tengas, funcionan o no las cosas. En los últimos años, Pepe Santiago ha tenido a personas que han sabido llevar las cosas adelante cuando él ya no podía dedicarse tanto. Su sustituto, Pablo Lozano, es un encanto de persona y conoce el deporte cordobés como la palma de su mano. Fue diputado provincial y ese bagaje es importante.

P. Son cargos deportivos pero también políticos. El deporte, en general, se ha politizado mucho y los clubes no son ajenos a esto. De hecho, muchas entidades deportivas nacen con un signo muy evidente.

R. Sí. Hombre... Más quizá las federaciones que los clubes, pero también hay algunos que tienen esa marca de nacimiento.

P. En el caso del Deportivo Córdoba, queda claro que se fundó directamente desde un campo de fútbol. ¿No le han tentado desde la política?

R. No, aunque muchos me dicen que yo soy más político que todos ellos (bromea). Muchos sí me han preguntado por qué no me he dedicado a la política. Hubo, eso sí, un par de candidaturas que me dejaron caer algo para ir con ellos... Pero no. Este club nació del fútbol, de una obra social. Yo siento muchísimo respeto por todos los partidos. He tenido que trabajar con todos, he conocido a un montón de alcaldes, de concejales de deportes, de diputados provinciales... En el fondo, aunque algunos digan lo contrario, yo tengo que decir que por mí experiencia veo que están por ayudarnos, que están por la labor, pero hay muchas veces que no se puede. Hay presupuestos que manejar y hay que ser serios. Yo recuerdo épocas en las que decían: a ver si en la partida de tal asunto ha quedado algo y podemos pasarlo a deportes... Pero es que ahora no hay nada. Yo creo que son gente que se mueve mucho y que lo pasan muy mal a veces, porque ven que no pueden.

P. Hablando de presupuestos, hablemos del Ciudad de los Califas. El trofeo de fútbol por excelencia de Córdoba durante más de tres décadas que se quedó varado en 2013 porque, precisamente, la crisis pudo con él.

R. El 33 no se llegó a celebrar. Estaba con el cartel hecho. El Real Madrid, el Barcelona, el Sevilla y el Córdoba. Los Califas es como el que cría a un hijo. Estás todo el año mimándolo y luego lo sacas a pasear dos días al año. Es algo muy especial. Fue el año más duro, duro, duro de la crisis. Me dijeron los políticos: “Rafael, a ver si con algo menos podemos seguir”. Pero esto tenía una dimensión muy potente, a nivel nacional, con los mejores equipos del país. Yo, con todos mis respetos, no quería hacer un trofeo con el Jaén o el Almería.

P. Hay una generación de cordobeses que recuerda al Trofeo Ciudad de los Califas como la gran cita futbolística no sólo del verano, sino casi del año. Coincidía con años de penumbra del Córdoba CF, que estaba en Segunda B, y ver a los juveniles del Real Madrid era un acontecimiento al que acudían miles de personas. Por aquí pasaron Cañizares, Alfonso, Urzaiz, Toril... con entrenadores como Camacho, García Remón o Rafa Benítez. Y cuando empezó a venir el Barcelona y se veía un clásico de juveniles en Córdoba, fue un acontecimiento. En Lucena fueron más de cuatro mil aficionados. No era cualquier cosa.

"El Trofeo Ciudad de los Califas es como el que cría a un hijo"

R. No se me olvidará una reseña del primer trofeo, en 1980, que hizo el periodista Leafar en el Diario Córdoba. “Ciudad de los Califas. Nombre atrayente y sugestivo. Le auguramos una larga vida”, decía. Cuando yo puse ese nombre no sabía hasta dónde podía llegar. Fíjate. Treinta y dos años seguidos. Además, cuando decidí ponerle ese nombre ya había cosas con la denominación de Ciudad de Córdoba, o haciendo referencia a La Mezquita... pero con la denominación de Los Califas solo estaba la Plaza de Toros: el Coso de los Califas. Ahora hay bodegas, autoescuela, asociación de vecinos...

P. ¿Y no piensa en recuperar el Ciudad de los Califas?

R. Mucha gente me lo ha dicho. Incluso alguno de los políticos que han llegado nuevos. Yo sigo manteniendo relaciones con los clubes importantes, con el Real Madrid y con el Barcelona. Desde el Madrid me preguntan cada año que cuándo van a volver a Córdoba, que están dispuestos. En estas fechas de Navidad solemos contactar. La gente veía los dos días en El Arcángel, y después en los años 90 empezó a entrar la Diputación y llevamos el fútbol a los pueblos.

P. En los últimos años, además, hubo problemas para utilizar El Arcángel.

R. Bueno, con la llegada de Carlos González, fue ya un impedimento permanente. A mí me llamó Miguel Reina, que era entonces el presidente del Patronato de Deportes, desde El Arcángel cuando mi gente estaba descargando el material para la celebración del torneo. Para una reunión. Llego y me encuentro allí a Carlos González, a Reina, al gerente Alfonso López, y a Manolo Guerra, y después de sentarnos me dice González que qué era eso de Los Califas. Que lo había visto en la prensa, en todos sitios hablando de eso, pero que a él nadie le había dicho nada ni él había dicho que se podía celebrar. Nosotros teníamos un convenio firmado y si el Córdoba tiene un partido de competición, pues se cambia la fecha y no hay problema. Ese año, que fue el 32, el último, fue duro. Él no quería que se celebrara, pero cuando le pregunté por qué, me dijo que Paco Jémez y Luna Eslava no querían que se jugara allí por el tema del césped. Al final se celebró allí, pero no pudimos encender el marcador, ni la megafonía... Muy mal todo. Ésa fue la última vez que se celebró.

P. ¿El Córdoba CF fue entonces uno de los que acabó matando a Los Califas?

R. Bueno, tampoco es exactamente así. Con el Ciudad de los Califas, tal y como estaba montado, acabó la crisis económica.

P. Pero vamos, que en medio de esa coyuntura difícil, tampoco hubo una mano amiga.

R. No, de eso nada. Es más, yo estoy convencido de que si este trofeo lo organiza el Córdoba CF en vez de el Deportivo Córdoba, hubiera seguido adelante. Cuando el trofeo fue para arriba, pues ya sabes cómo somos aquí: cuando llevaba dos o tres años, pues muy bien, pero cuando llegó a los diez, a los veinte, a los treinta... Pues no gustaba que eso lo organizara un club de base de la ciudad y no el Córdoba. Me ponían dificultades desde la presidencia, pero eso venía desde abajo. Pero todos los presidentes. Salinas, el otro y el otro. Y todo eso es porque se lo dicen desde abajo.

"Estoy convencido de que si este trofeo lo organiza el Córdoba CF en vez de el Deportivo Córdoba, hubiera seguido adelante"

P. ¿Pero volverán Los Califas o es un capítulo definitivamente cerrado?

R. Yo diría que está hibernando. Lo paró la crisis. Ésta está desapareciendo, pero Los Califas siguen ahí. Ha habido algún político que me lo ha insinuado y yo ya le he dicho cómo lo veo: no tengo ningún problema en organizarlo, ninguno. Pero ojo: lo organizo. Ni cobro ni pago. Si queréis poner taquilla, la ponéis. Si no, pues no la pongáis. Yo me ocupo de las gestiones con los clubes, de la reserva de viajes, de los hoteles, de los arbitrajes, de todo lo que es la organización. Sin tocar el dinero. No quiero nada. Ni subvenciones ni nada. Si quieren, yo lo hago. O igual ven a otra persona que lo pueda hacer mejor. Yo me ofrezco por mi experiencia y mis relaciones para volver a sacar Los Califas, pero en esas condiciones: lo hago todo menos cobrar y pagar. Yo intentaré traer los mejores equipos que hay.

P. Sería bonito para el cincuenta aniversario.

R. Sería bonito y más cómodo. Porque estar setenta días en la puerta de la Diputación para que te reciban y que se escondan, porque saben a lo que vas... Con seis mil euros no se puede organizar Los Califas, porque los gastos del Real Madrid son ya siete mil doscientos. Y a mí no me cobran. Ellos tienen un cánon como club y a mí no me lo cobraban. Ellos tenían una deferencia conmigo. Ellos traen médico, utillero, masajista... Veintisiete billetes de AVE con ida y vuelta, dos noches de hotel... Yo no podía montar Los Califas con seis mil euros.

P. Por lo menos, una vez más. Aunque fuese para decir adiós.

R. Tenía confirmados a Barcelona, Real Madrid, Sevilla y Córdoba. ¿Qué hago? Los clubes estaban por la labor e incluso aceptaron, en el caso del Sevilla, ir y venir cada día sin alojarse. Pero claro, con la cantidad que tenía de subvención... Yo no puedo organizar esto y que luego me cueste a mí diez o doce mil euros. Mejor dejarlo y no tirar por tierra tantos años de esfuerzo y de hincharse de trabajar. Yo no quiero quejarme de eso, porque eran los años más duros de la crisis. Pero ese mismo año creo que se gastaron unos cien mil euros en traerse a Nadal a la Plaza de Toros. Y estábamos hablando de asumir los gastos de desplazamiento y alojamiento del Madrid y el Barcelona, que lo demás ya lo buscaba yo. Tengo mis patrocinadores para poder llegar, pero con todo y con eso no se podía. Lo triste de esta Córdoba es que nadie dijo nada. Desapareció y ya está. Me llamó la atención eso, aunque seguramente todos teníamos asumido que era la crisis y que era normal que eso pasara. Yo lo entiendo todo. Qué le vamos a hacer. Pero igual todavía puede pasar algo.

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