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Paula Bonet: “'La sed' son las tripas al sol”

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Manuel J. Albert

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Paula Bonet ha cumplido el imposible sueño de casi todos los ilustradores españoles: poder vivir de su trabajo. La artista valenciana (Vila Real, 1980) acaba de publicar su tercer libro, La sed (Editorial Lunwerg) y a pesar de su oscuridad, densidad y dureza (trata sobre el viaje al desmoronamiento de una mujer) su legión de jóvenes fans aguardaban este jueves por la tarde para poder escucharla y llevarse un ejemplar firmado de la tienda Ostin Macho, en Córdoba.

Lo reducido del espacio garantizaba una intimidad multitudinaria. Y mientras la gente aguardaba, CORDÓPOLIS robó a Bonet diez minutos.

PREGUNTA. Una presentación muy cercana...

RESPUESTA. Desde luego (risas)

P. ¿Qué supone acercarse tanto a los lectores cuando un escritor e ilustrador tiene un trabajo tan solitario?

R. Puede parecer complicado en un principio porque es verdad que mi trabajo es muy solitario y disfruto mucho de los procesos lentos, encerrada en el taller. El hecho de publicar un libro y que funcione como está funcionando este, me aleja mucho del taller y eso me duele un poco. Pero por otro lado, es mucho más gratificante ver cómo se establece un diálogo con el público. Poder encontrarme con la gente de una manera tan directa, al final acaba siendo algo muy positivo. Es cuando sucede lo que tiene que suceder con una obra artística: esa conversación entre el autor y el receptor.

P. La sed es un libro muy descarnado.

R. Sí, es una disección anatómica, son las tripas al sol. Y a pesar de que lógicamente está disfrazado de ficción y de que hay ciertas licencias poéticas, como metáforas y paralelismos, quería que fuese un libro escrito y hecho desde la aceptación. He intentado quitar todas las máscaras posibles, alejándome del miedo a equivocarme. De hecho, este libro defiende el derecho a equivocarnos sin emitir ninguna sentencia. Creo que estoy tan desnuda en este libro que el hecho de tener que explicarlo de un modo más cercano en el lenguaje coloquial diario no me supone tanto esfuerzo como en un principio podría parecer.

P. Todo empezó con un terremoto.

R. La sed comenzó por un desencanto con el contexto y ese desencanto me parecía que era lo más cercano a vivor un terremoto real. En La sed está muy presente Santiago de Chile, donde voy mucho -a veces pienso que incluso es otro personaje- desde que tenía 20 años. Allí empecé a ser consicente de que la tierra se movía. Los movimientos de placas tectónicas son muy constantes y con mucha frecuencia se suceden los temblores. Hace justo un año, en septiembre de 2015, hubo un terremoto de 8,5 grados en Santiago de Chile. Yo ya estaba allí trabajando en La sed y en los libros aparecían estos temblores aunque no de la manera tan evidente. Cuando sucedió aquel gran terremoto, me di cuenta de que la estructura de la obra tenía que ser la de un movimiento telúrico: la paz que lo indunda todo, el derrumbamiento que nadie se espera, el pensar que puedes haber salido ileso y justo cuando te estás limpiando el polvo, todo vuelve a temblar con las réplicas. Esa realidad que viví, me sirvió para explicar metafóricamente lo que supone un desencanto con el contexto. Porque es cierto que ese derrumbamiento emocional, a pesar de que sea con algo tan abstracto como puede ser un contexto, se hace concreto en parcelas muy íntimas de tu vida: relaciones emocionales, la relación con tu trabajo, contigo mismo, tus amigos más cercanos, tu familia, el público...

P. Es un libro feminista.

R. Los otros dos libros anteriores, aunque no lo fueran de manera explícita, también eran feministas. Creo que el feminismo lo único que pide es la igualdad de género, oportunidades y libertades para hombres y mujeres. Es un libro feminista porque habla desde esa igualdad. Todo el mundo debería ser feminista porque no beneficia solo a las mujeres -aunque lógicamente viviríamos mucho mejor- sino que también beneficia mucho a los hombres que cargan con una serie de hechos, normas y lastres por culpa del patriarcado de los que se podrían desprender.

P. En La sed vuelves al grabado y al óleo, técnicas con las que siempre habías trabajado antes de llegar a la ilustración. ¿Ha sido como volver a casa?

R. Ha sido volver a encontrarme conmigo misma, llegar al lugar en el que más cómoda me siento. Es cierto que gracias a la ilustración, mi obra se hizo conocida y pude dedicarme exclusivamente a pintar, dibujar o grabar; pero la ilustración no es el terreno más cómodo para mí. Es el medio en el que más encorsetada estoy porque no puedo permitirme el lujo de experimentar como sí hago con la pintura o el grabado. Hacía tiempo que tenía ganas de volver a la pintura y cuando tuve cerrado el texto de La sed, vi claro que era el momento perfecto para mostrarlo. Hay una primera parte muy dura, encorsetada, ingenua y cruda que se podía resolver con el aguafuerte. La segunda parte es más narrativa y usé dibujos de lápiz de grafito . Y a la última parte, mucho más abstracta, le encajaba mejor el óleo.

P. Y ahora va a salir la segunda edición.

R. Estoy impresionada. Cuando empecé a trabajar en este libro y ya tenía su imagen en la cabeza, llamé a mi editor para que viniese al taller convencida de que no le interesaría lo que estaba haciendo. La sed trata temas que son complicados, ciertos tabúes como la soledad, la aceptación y el tránsito por el dolor, la masturbación femenina, la igualdad de género, el feminismo, la muerte, las ideas suicidas... De buenas a primeras no parece muy agradable y las imágenes también son duras. Por eso, cuando me dijeron que iban a publicar una segunda edición no me lo podía creer.

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