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Luminoso anochecer de San Francisco

Procesión de Nuestra Señora del Amparo. | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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La luz natural es cada vez menor. El día, lenta pero inexorablemente, se apaga. Son las seis cuando la tarde tiene, con un cielo poco a poco más oscuro, plena presencia. Es en ese instante cuando las puertas de la parroquia de San Francisco y San Eulogio se abren de par en par. Como sucede cada primero de noviembre, festividad de Todos los Santos, desde hace diez años. Desde el Compás es posible adivinar su figura, alumbrada por unos cirios que, como los que portan los hermanos de la corporación, están prendidos con la llama de la devoción. Algún minuto después, resplandeciente surge de nuevo Nuestra Señora del Amparo, titular letífica de la hermandad del Huerto y que este martes recorre una vez más las calles de su barrio. Un trayecto que alcanza hasta la plaza de la Corredera y en el que son centenares los fieles que la acompañan.

La cita comienza a ser clásica dentro del calendario cofrade cordobés, desde que en 2006 tuviera lugar por vez primera. Sucede dentro del día en el que se rinde tributo a los Santos y en el que el barrio de San Francisco se llena de luz. La interior, la que alumbra el corazón. La de su rostro, la que reluce cuando la noche ya es una realidad. La jornada en torno a Nuestra Señora del Amparo arranca, como es tradición, con la eucaristía en su honor, que oficia Joaquín Alberto Nieva, párroco del templo que es sede de la hermandad del Huerto, de la que es consiliario. Es una hora después de la misa cuando tiene su inicio el recorrido de la Virgen, precedida por un sencillo cortejo, por rincones tan emblemáticos como la plaza del Potro o la Corredera y otros no menos atractivos para la ocasión como Armas, Sánchez Peña o Tundidores.

La hermosa imagen de José Antonio Navarro Arteaga marcha con la compañía un año más de la Agrupación Musical Ecijana. Es Amueci la encargada de poner los sones a una salida procesional que en esta ocasión se desarrolla con absoluta normalidad, lejos de la incertidumbre y de los cambios no deseados por la lluvia. El tiempo es bien diferente al de la sombría tarde de domingo de 2015 en la que Nuestra Señora del Amparo hubiera de ver recortado su itinerario por las inclemencias del cielo. Un cielo que primero pierde ligeramente su luz para después tomar una tonalidad totalmente oscura. La noche cae cuando la Virgen camina entre miradas de emoción y latidos de devoción por las calles de su feligresía. Y es en la noche, al menos en relación al manto que ya cubre la ciudad, cuando poco a poco los faroles toman el testigo de la luminosidad de Nuestra Señora del Amparo.

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