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La Noche Blanca arranca al son del violín

Concierto de Paco Montalvo en Las Tendillas | TONI BLANCO

Alfonso Alba

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La Víspera del día grande del flamenco en Córdoba empieza con un concierto de Paco Montalvo en Las Tendillas, y espectáculos en los barrios, en Miralbaida, la Asomadilla, Cerro Muriano y Villarrubia

Un violín, una bailaora y una plaza llena de público. A las 00:30 (ya era 18 de junio y por tanto Noche Blanca, aunque previa), el violinista Paco Montalvo arrancaba su actuación en una plaza de las Tendillas repleta de público, con uno de los espectáculos que más expectación había generado. Montalvo, con un reconocido prestigio internacional, quería rendir tributo así a la música más genuina de su ciudad, Córdoba, con un espectáculo en el que el violín sonó a veces como una guitarra y en la que el joven talento recordó a Paco de Lucía.

Su himno más reconocido, el Vito Cordobés, tuvo su particular aparición sobre el escenario de las Tendillas, haciendo las delicias del público que se había congregado y llenado el espacio (más de 5.000 personas).

Montalvo, nominado a seis premios Grammy, estuvo acompañado por Jesús Gómez a la guitarra, Miguel Santiago en percusión, Alberto Romero y Daniel Morales Mawe a las palmas, Paco Record Hijo al bajo y Marta Guillén al baile.

FLAMENCO EN LOS BARRIOS

Pero la víspera de la Noche Blanca del Flamenco llegó a los barrios. En el Parque de Miralbaida, la Peña El Almíbar llevó a cabo el espectáculo Nazareno y Olivares, donde utilizó la palabra, la música y la danza para dar a conocer una pequeña parte de la vida de Antonio Fernández Díaz Fosforito. Además, la Peña Flamenca Fosforito también actuó en La Víspera. Lo hizo en los jardines de la calle Isla Mallorca con su espectáculo Córdoba en la estética honda de García Lorca. En el Parque de la Asomadilla, la Peña Flamenca de Córdoba reivindicó este arte tal y como hacían artistas como La Tomata o Curro de Utrera en los mesones de la Judería en los años 60 y 70.

Otros dos fueron los espectáculos que se realizaron en las barriadas. Por un lado, Cerro Muriano acogió una dramatización de la vida del cantaor Cayetano Murial, reforzada con medios audiovisuales que evocaron el ambiente flamenco de los cafés cantantes y con interpretación de algunos de sus cantes. Por otro lado, y en la plaza de la Parroquia de Villarubia, se ahondó en la simbiosis estética que supone la palabra escrita y la flamenca, centrada este última en el cante, el baile y la guitarra.

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