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Eslava Galán: “Admitir musulmanes en Europa es el suicidio”

Juan Eslava Galán | ALVARO CARMONA

Manuel J. Albert

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Al final de esta entrevista, Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948) se dibuja a sí mismo como un solitario legionario romano con los pies firmemente clavados en el suelo. Un soldado que, agarrado a su lanza, se dispone a defender de los bárbaros sus ideas y su manera de pensar. Como heredero metafórico del imperio que expandió su cultura por Europa y el Mediterráneo, el historiador y novelista no se anda con medias tintas a la hora de exponer unas tesis no aptas para públicos acostumbrados a discursos tendentes a la política mainstream.

De esta forma, tacha de “gilipollez romántica” la idea de una Córdoba omeya e idílica en la que hace mil años las tres religiones monoteístas convivieran. Igual hace con aquel concepto de alianza de civilizaciones que acuñara el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero a quien, según el escritor, “le faltaba un hervor”.

Siguiendo esta línea de combate, Eslava Galán desconfía –y mucho- de un futuro marcado por dos hechos. Por un lado, la globalización que lamina las diferencias culturales entre sociedades y países a golpe de televisión, Internet o redes sociales. Y por otro, la “incapacidad” europea de integrar dentro de sus fronteras a grandes y repentinas olas de ciudadanos de otros continentes. Aunque su lanza apunta, especialmente, a los súbditos provenientes de países de religión musulmana, “donde todavía se confunde el ámbito religioso con ámbito político y el pecado es delito al mismo tiempo”.

El escritor, autor entre otras obras de La mula o El secreto del unicornio (Premio Planeta en 1987) acaba de publicar un libro sobre la historia y las culturas que han pasado por el Guadalquivir, el río andaluz por excelencia y por el que, de una forma u otra, siempre ha vivido: desde su nacimiento en Jaén, a sus estancias en Córdoba y Sevilla –ciudad en la que reside desde hace casi dos décadas- , terminando en Sanlúcar, donde tiene una casa en la desembocadura del río.

El libro se llama Viaje por el Guadalquivir y su historia. Está publicado por La Esfera de los Libros. Y con él empezamos.

Cuidado, que por ahí hay rápidos...

PREGUNTA. Ha reinventado el concepto de la novela río.

RESPUESTA. (Risas).

P. ¿Cómo empezó ésta?

R. Siempre he tenido mucho contacto con el Guadalquivir por razones personales biográficas. Alguna vez se me había ocurrido que sería interesante hacer un recorrido literario siguiendo el curso del río. Después, esa idea me llevó a otra: un recorrido no solo literario, sino sobre la historia que el río arrastra; los grandes acontecimientos culturales que el río ha dado de sí. Todos ellos están recogidos en otras obras pero de forma dispersa. Hay estudios estupendos del aceite de la Bética romana y en otros se cuenta cómo se arrastraban las maderas por el río. Pero recogerlo todo en un solo libro con el Guadalquivir de protagonista no había nada.

P. Hay multitud de metáforas literarias con los ríos, empezando por la vida misma, como decía Manrique. ¿Son también historias cerradas: con planteamiento, nudo y desenlace?

R. En el caso del Guadalquivir sí, desde luego. A los ríos históricos, a los que realmente dicen algo y han tenido mucha influencia en el devenir de la sociedad, les ocurre. Existe a lo largo de su curso una infancia y vemos cómo se va volviendo ancho y melancólico hasta desembocar, casi sin fuerza, en el mar. Por eso se puede hacer una metáfora de la vida humana. En distintos trayectos tiene distintas aplicaciones y trabajos. Porque es un río muy trabajador, solo hay que fijarse en los molinos que lo jalonaron. Eso no se da al principio del curso porque lleva poca agua, ni al final ya que arrastra prácticamente solo limo. En medio, no obstante, hay toda una vida de trabajo, al igual que le ocurre a las personas. Por eso se pueden establecer múltiples metáforas humanas con él.

El Guadalquivir es un río muy trabajador

P. E históricas. En el libro abarcas dese Tartesos hasta la actualidad. En la parte en la que te detienes en Córdoba, dices en el libro algo que yo te he oído y leído otras veces: Córdoba es romana. Pero en el libro te paras sobre todo en la Córdoba musulmana.

R. La parte romana del libro está contenida en los pasajes de Jaén, con Cástulo, la batalla de Baecula y la parte de la economía del olivo y de su comercio por el Guadalquivir. Al llegar a Córdoba no me interesaba repetir la herencia romana; ni cuando llego a Sevilla, donde cuento la parte renacentista. A Córdoba le ha correspondido protagonizar la herencia musulmana. Eso sí, con mi guiño de que yo la considero una ciudad romana.

P. Explícame ese guiño, porque nos han quedado pocos restos romanos en comparación con el periodo islámico. R. Si paseamos ahora por Córdoba, que estamos en mayo, una de las cosas que más nos atraen son los patios. El patio cordobés es un patio romano, sus casas son casas romanas. Los musulmanes que llegaron lo hicieron en tiendas y no tenían arquitectura propia. Lo que hicieron fue copiar la arquitectura romana que ya habían encontrado en el norte de África y en la península Ibérica. Por eso, Córdoba es una ciudad romana y el carácter cordobés también lo es, más romano que musulmán.

P. ¿En qué?

R. Pues mira, la seriedad, la fidelidad; todas esas virtudes de tipo familiar y personal que tiene el cordobés son las virtudes que caracterizaban al romano. Córdoba es romana. Romana. Fíjate en otra cosa, tienes los patios sevillanos que usan el azulejo, pero los patios cordobeses no lo hacen. Los patios de Córdoba tienen mármol. Te recuerdo que los romanos no tenían azulejos; ni siquiera lo conocían. Ellos usaban mármoles, como los mármoles del patio cordobés.

Córdoba es romana y el cordobés es más romano que musulmán

P. Estas diferencias entre Sevilla, Córdoba, Jaén... ¿Son teselas de un mosaico romano andaluz?

R. Andalucía es un mosaico de culturas pero con unos cuantos núcleos. Uno sería claramente el de Sevilla y Cádiz. Huelva ya no es lo mismo porque tiene mucho de extremeña y es muy distinta. Luego tenemos a Córdoba que es distinta a todo lo demás. Jaén y Granada tienen su propia koiné por sus parecidos y Almería tiene mucho de las dos anteriores pero con muchos toques levantinos. Y por último, Málaga, con todas las influencias de fuera que tienen, también es distinta al resto. Sin duda hay muchas Andalucías, lo que ocurre es que la estampa típica de Andalucía se corresponde con el núcleo sevillano y gaditano. Sobre todo, desde hace unos 40 años y especialmente desde que apareció Canal Sur que ha hecho mucho daño porque está imponiendo, por ejemplo, el tipo de Semana Santa sevillana, el tipo de feria cerrada con casetas cerradas que no se abren al público. En ferias abiertas como la de Córdoba, Jaén o Málaga, poco a poco, ya se van imponiendo las casetas al estilo sevillano y la principal herramienta que está habiendo para ello, es Canal Sur.

P. ¿Entonces hay una parte importante de folclore y tradiciones culturales que se pierden? Muchos en Andalucía no tienen idea de que exista algo como los verdiales o que en zonas de la sierra se hayan cantado jotas durante siglos.

R. Hay un mundo que está en extinción. Mi generación y la de tus padres han nacido en ese mundo agrícola que, de una forma u otra, lo conformaron descendientes de gente que había venido del norte y que trajeron consigo esas jotas y esos verdiales. Ese mundo se está extinguiendo. En esencia, era un mundo casi neolítico porque todavía usaba para cultivar el arado romano, con reja de hierro si quieres, pero romano. Y ese mundo ya está liquidado.

P. A cambio hay una especie de globalización andaluza que me parece un poco de plástico.

R. De plástico y de gente acomplejada. Porque sin duda, tenemos complejo. Mira halloween. Aquí nunca se ha celebrado.

Desde que apareció Canal Sur se está imponiendo una Andalucía sevillana

P. Bueno, pero eso está pasando en toda España y si me apuras, en todo el mundo.

R. Sí, sí, en todas partes pero yo me fijo en mi sociedad, que es la andaluza. En Andalucía, el Día de los Muertos se celebraba pensando en los difuntos; la gente iba a los cementerios para arreglar las tumbas. Eso tal vez subsiste todavía pero también está a punto de acabarse. También se comían gachas, unas recetas que eran rituales de ese día y que no se preparaban el resto del año. Todo eso se está perdiendo. Toda esa cultura de raíces neolíticas, que todavía pudo vivir mi generación, ya no la veo en la generación de mi hija. ¿Hay que lamentar esa pérdida? Hombre, también estamos adquiriendo coas nuevas. Por ejemplo, esta es la primera generación andaluza que crece sin haber pasado hambre. A lo mejor, lo que comemos es un pollo un poco de plástico, pero bueno, ya no hay hambre por la calle. Eso sí, a cambio de adquirir esas cosas positivas, hemos perdido todo lo demás, aunque afortunadamente, entre esas pérdidas también tenemos la figura del señorito, quien se ufanaba de no trabajar. Ahora, los señoritos que te encuentras lo primero que te intentan demostrar es que son muy trabajadores. En fin, perdemos y ganamos cosas. Ese es el conjunto en el que vivimos.

P. Y con el río como testigo.

R. El río es el padre de toda la región. Porque sus afluentes más importantes, como el Genil, también son Guadalquivir.

P. Un río que también cambia mucho. Su dinámica históricamente ha dado muchos giros con meandros dinámicos y restos de cauces muertos.

R. Muchas veces el río iba por donde él quería, sobre todo en la zona de Sevilla encontramos muchos cauces muertos. Pero ahora, el Guadalquivir es un río moribundo, no solo porque lo estamos encajando más y más, sino porque lo estamos desangrando constantemente. Si se hace un vuelo general por el cauce a través de Google, te das cuenta. Solamente las piscinas que hay al lado del Guadalquivir ya suponen una merma de agua interesante. Mira lo que hay en Córdoba.

P. Las parcelaciones ilegales.

R. Todas las parcelaciones ilegales tienen sus piscinas. Y los riegos más o menos ilegales que encontramos.

P. Como los de los acuíferos de Doñana.

R. Por eso digo que es un río domado, pero también moribundo porque el agua que llega al mar es mínima. Los rusos hicieron un experimento similar con el lago Akal. Se dijeron, ¿por qué vamos a desperdiciar toda esa agua? Pues bien, ahora es un desierto con barcos enormes en medio de la arena. Tal vez vamos camino de eso.

El Guadalquivir es el padre de toda Andalucía pero está moribundo

P. Pues si perdemos el río lo perdemos todo.

R. Imagina Córdoba o Sevilla sin el río. No se puede concebir. El río hay que cuidarlo, evidentemente. Los ecologistas llevan tiempo incidiendo en eso y parece que el Gobierno se está dando cuenta, pero siempre va a existir un pulso entre la gente que le quiere sacar provecho al río y la gente que piensa que hay que controlar ese provecho para no agotarlo. Es lo mismo que con los caladeros pesqueros. Por eso tiene que haber un abogado de nuestros hijos y nuestros nietos que defienda las coas que ahora podemos perder.

P. Ese es un pensamiento bastante transversal. ¿Crees que el río puede unir a personas con ideologías o formas de ver el mundo distintas? Por ejemplo, ecologistas y políticos.

R. Es muy difícil. El político depende siempre de los votos y los votos dependen siempre de la cultura del pueblo. Y el pueblo andaluz, que tiene una gran cultura humanística, es un pueblo inculto desde el punto de vista del conocimiento práctico. Tenemos la falta de esa cultura que nos haga, por ejemplo, votar no ya a partidos ecologistas, sino a programas que tengan en cuenta estos aspectos. La gente no tiene todavía la sensibilidad necesaria para eso, aunque sea lo único que puede hacer cambiar a los políticos. Mira, ellos viven siempre a cuatro años vista, nunca siembran para 20 años. Ellos piensan en ganar las próximas elecciones.

Aquí nunca ha habido convivencia entre tres culturas

P. La política también es mucho de usar etiquetas y marcas. En Córdoba, por ejemplo, ha florecido la de la ciudad de las tres culturas: la convivencia y la tolerancia entre musulmanes, cristianos y judíos. Pero en tu libro uno de los personajes zanja que eso no es verdad.

R. Vamos a ver, aquí nunca ha habido convivencia entre tres culturas, ha habido coexistencia y sobre todo de dos: cristianos y musulmanes. Cundo los cristianos tenían más poder, abrumaban de impuestos y puteaban a los musulmanes. Y cuando era al revés, los musulmanes abrumaban y puteaban a los cristianos. Hemos coexistido pero no hemos convivido nunca. Eso último es una idea moderna que se le ocurre a los políticos y que venden que todo el mundo es bueno. No se dan cuenta, por ejemplo, de que -dicho sea en plata y muy por lo directo- admitir musulmanes en Europa es suicidarnos, porque los musulmanes nunca van a abandonar su religión. Su religión es incompatible con el modo de vida occidental. Afinemos un poco más: es una religión incompatible con la Declaración de Derechos Humanos que se basa en la revolución Francesa y en la que se basan todas las democracias de Occidente, además de su propio carácter. Son absolutamente incompatibles, aunque no nos damos cuenta.

P. Pero dentro del mundo musulmán hay infinidad de familias religiosas y lecturas del Corán. Desde las radicales a las tolerantes, de la misma forma que ocurre en el cristianismo con aquellos que leen la Biblia o el Antiguo Testamento de manera literal.

R. La diferencia es que nosotros hemos olvidado el Antiguo Testamento y nos parece que es un libro pintoresco y digno de estudio, si quieres, pero no digno de seguimiento. Es decir, el gran cambio de occidente en la Ilustración del siglo XVIII fue desligar delito de pecado. Hasta entonces, se confundían y tuvimos guerras de religión tremendas en Europa: inquisiciones, persecuciones... Porque se confundía el ámbito religioso con ámbito político y el pecado era delito al mismo tiempo. Eso mismo ocurre todavía en el mundo musulmán con la sharia, la ley islámica.

P. Pero no se aplica en todos los países. Y también tuvieron sus intentos de cambio como el panarabismo y el socialismo árabe.

R. Todo eso fracasó. Cuando ellos obtuvieron su libertad y dejaron de ser colonias de Occidente, lo primero que hicieron fue pensar en ese panarabismo que era socialista. Por aquel tiempo, yo viajaba por Argelia y lo que me encontraba era una cultura plenamente francesa. En las ciudades importantes, las chicas iban con minifalda junto a mujeres viejas totalmente cubiertas. Ahora pasa todo lo contrario, están volviendo al islamismo riguroso.

La musulmana es una religión incompatible con la Declaración de Derechos Humanos

P. ¿Y qué grado de responsabilidad crees que tiene Europa en todo eso? Somos las antiguas potencias coloniales y dejamos un verdadero guirigay. Estoy pensando, por ejemplo, en cómo se trazaron las fronteras de Oriente Próximo o de África.

R. De acuerdo, obviamente todo eso lo desencadenó Europa. En Oriente Próximo y África, del mismo modo que los españoles abusamos mucho en Sudamérica. Sí, vale, pero llega un momento en el que ya no somos responsables de lo que hicieron nuestros abuelos y es el momento de decirles a esos países que se pongan de acuerdo. No podemos estar fustigándonos toda la vida por que nuestros abuelos hicieran una cosa mal hecha. Y si esos países ahora son independientes y autosuficientes, por favor, que arreglen el desastre y no achaquen siempre que todo está mal por culpa de los europeos. Ya está bien del complejo de culpa que tiene Europa, no tiene por qué tenerlo.

P. Será porque el concepto de culpa tiene bastante peso en el cristianismo...

R. El resabio religioso, sí...

P. En el libro tratas de esto y en un momento dado un personaje aborda aquel concepto de la alianza de civilizaciones.

R. Esa idea me parece una solemne gilipollez propia de Zapatero, un político al que le falta un hervor.

P. Pero como marca le ha funcionado a Córdoba.

R. No lo necesitaba. Córdoba no necesita venderse al mundo diciendo alianza de civilizaciones.

P. ¿Ni ciudad de las tres culturas?

R. Ni ciudad de las tres culturas. Córdoba se puede vender como Córdoba y ya está. ¿Tiene elementos arqueológicos muy importantes de la época musulmana? Por supuesto que sí. ¿Hay que conservarlos? Por supuesto que sí. Son parte de nuestra historia y nuestro patrimonio, pero ya está.

Ya está bien del complejo de culpa que tiene Europa con sus antiguas colonias

P. Fuese o no real, esa idea de Córdoba a la que se ha bautizado como el paradigma de Córdoba es defendida por intelectuales.

R. Si descendemos realmente en esa Córdoba idealizada y tan estupenda en la que a la vez que se araba la tierra se recitaban versos, veremos que es una gilipollez como la copa de un pino. Córdoba obtiene su hegemonía cuando mantiene un gran ejército que cada año suba al norte a ordeñar a los cristianos y a joderlos vivos. Y en el momento en el que llega el periodo de los reinos de taifas, se jode todo y se hunde. Esa Córdoba idealizada es una visión propia del siglo XIX que arabistas como Serafín Fanjul ya han demostrado que son gilipolleces de los románticos. No podemos tener una visión idílica y trasplantarla a la actualidad. El mundo es así de brutal y ya está.

P. También hay disparidad de lecturas sobre el pasado con la Mezquita de Córdoba.

R. El monumento es víctima de una manipulación. Es decir, el monumento es un vestigio histórico y arquitectónico importantísimo, dejando fuera las ideologías. Si reivindicamos que la Mezquita es solo mezquita por joder a la Iglesia católica -de la que yo no soy nada amigo-, esta pude responder, como lógicamente hace, diciendo que antes era una iglesia. Pero si nos ponemos a remontar en la historia, seguramente antes era un templo romano. No tiene sentido: a la Mezquita hay que dejarla al margen. Si la Iglesia ha estado rigiendo la Mezquita todo este tiempo porque al mismo tiempo es la Catedral de Córdoba, me parece bien que sigue rigiéndola. Ahora, me parecería mejor que ya que las restauraciones las pagamos con nuestros impuestos, el precio de entrada fuese mucho más bajo y que no hicieran negocio. Pero lo importante es dejarla al margen de las contiendas ideológicas.

La alianza de civilizaciones es una solemne gilipollez propia de Zapatero

P. Hay una escena en tu libro en la que el viajero protagonista observa cómo un vigilante de la Mezquita no le quita ojo a un grupo de turistas musulmanes por si se ponen a rezar.

R. Ahí yo quiero poner encima de la mesa esa tensión de que los moros estén reivindicando el... ¡Coño, no tenéis nada que reivindicar! Es como si decimos ahora que en Santa Sofía, en Constantinopla, haya que poner el culto ortodoxo. Pues no, eso es un museo. Y la Mezquita es un museo. ¿Que sigue teniendo la Catedral dentro y que la Catedral está viva? Pues vale, pero es un museo y no hay que meter ideología ninguna.

P. ¿Desacralizarías el templo?

R. Pues tampoco. La Iglesia lo lleva usando ocho siglos y no la desacralizaría. Simplemente, creo que es un museo que dentro tiene una catedral. Que la Catedral siga existiendo como catedral tampoco nos molesta.

P. Pero en el libro fantaseas con la idea de sacar el crucero cristiano del corazón del edificio.

R. ¡Ah, sí, a mí eso me encantaría! Pero verás tú, ahí hablo como restaurador. Sacaría la Catedral y la montaría fuera, en algún lugar pintoresco de Córdoba. Le pondría la cáscara que le falta gótica y renacentista y ese espacio que queda dentro de la Mezquita, lo restauraría para lograr algo con lo que siempre sueño: ver la Mezquita entera; con toda la perspectiva de columnas sin que haya una interrupción en medio. No lo digo por fastidiar a la Iglesia ni por nada de eso, solo por darle el esplendor original a la Mezquita al tiempo que ganamos una catedral exenta que también podría estar muy bien.

P. En tiempos de la dictadura de Franco se llegó a plantear.

R. ¿Sí? Es que es una idea que no me parece mala. Cuando contemplamos la catedral de Sevilla, algunas de las fachadas que vemos se hicieron a finales del siglo XIX y ahora no se nota. Por eso, si hiciésemos eso con lo que yo fantaseo -y que a lo mejor parece una barbaridad- Córdoba tendría una catedral que, dentro de 40 años, ya tendría en su piedra una pátina que la haría parecer una genuina catedral gótico renacentista maravillosa. Y la Mezquita volvería a ser tal y como fue en su momento, dejando al margen religiones e ideologías.

Sacaría la Catedral de la Mezquita y la montaría fuera en algún lugar pintoresco de Córdoba

P. En el libro machacas algunos tópicos de Córdoba, como ese de las tres culturas del que estamos hablando, pero defiendes otros: el del cordobés serio, callado y senequista. Yo no lo veo, la verdad.

R. Las generaciones nuevas no lo tienen. En las generaciones nuevas todo se está laminando porque se tienen los mismos impulsos, las mismas televisiones, las mismas influencias... Cuando hablo de ese cordobés senequista, me refiero a los que tienen ahora 70 años. Son generaciones antiguas que sí eran así: con una elegancia natural que era muy seria pero que en la juventud no se da. Esta semana me fijé, con la cosa esta de Eurovisión, en que la moda de los pantalones rajados no era una gilipollez nuestra de aquí, sino que se da en todas partes. Es universal.

P. Volvemos a lo de antes. La homogeneización es global.

R. Cuando tenía tu edad, viajé por todo el norte y el interior de África, Oriente Próximo y de más. Vi que éramos gente distinta. Ahora a la gente joven es muy igual en todas partes por el tráfico de información a través de las redes sociales y de Internet. Yo no me quejo de que pase, porque la historia tiene que proseguir su camino.

P. Tampoco es nuevo en la historia, siempre ha pasado. Mira Roma.

R. San Agustín, que era africano, tenía la misma mentalidad que un romano de Inglaterra o un romano de la Dacia, que ahora es Rumanía.

El cordobés senequista tiene más de 70 años. Los jóvenes ya no son así

P. Y de la Bética salieron un par de emperadores.

R. Ahí se ve la grandeza de Roma, que consistía en que en una colonia podía haber una familia que alcanzase el imperio sin problema. Todo, gracias a la ciudadanía romana.

P. ¿Y está globalización dónde nos puede llevar?

R. Si me preguntas por Europa, yo creo que en cuestión de 50 años se va a la mierda.

P. (Silencio) Explícame eso.

R. Para empezar, hemos perdido gran parte de las virtudes que hicieron de Europa un gran país, hablo del conjunto del continente. Tampoco somos capaces de asimilar a todo ese aluvión de gente perteneciente a otra cultura y otra mentalidad que entra en Europa. Haciendo un paralelismo con el Guadalquivir, el agua dulce que baja no es ya tanta como el agua salada que sube del mar. Y ahí ya no pueden nacer los peces. Nos está pasando eso y ya ha pasado antes en la historia. con civilizaciones que se han perdido.

P. ¿Hablas de demografía?

R. Sí. Hemos dejado de tener hijos y eso también ocurrió en Roma, que se suicidó dejando de tener hijos. Pero el que viene de fuera tiene muchos y en 50 años... Mira, en Londres ya hay un alcalde musulmán. Dentro de poco, cuando haya más musulmanes que cristianos y sean elegidos democráticamente, pueden imponer la sharía o suprimir las leyes avanzadas que tenemos.

Yo creo que en cuestión de 50 años Europa se va a la mierda

P. ¿Y no lo ves como una oportunidad para que esos logros y esa evolución social y política que comenzó en la Revolución Francesa termine de permear en esa nueva sociedad multicultural?

R. La oportunidad sería dorada y de hecho algo así ha ocurrido en Estados Unidos, donde los griegos y los turcos, aunque se siguen sintiendo griegos y turcos, sobre todo se sienten americanos y ponen la bandera en la puerta. En Europa, desgraciadamente, nos avergonzamos de nuestras banderas, sobre todo en España. Es el único lugar en el que nos avergonzamos de decir España y decimos este país o el Estado.

P. Entonces no crees que sería posible.

R. Desconfío por completo. Lo explico con paralelismos romanos en el último capítulo de la última edición de mi libro Historia del mundo contada para escépticos.

P. Preguntarte por lo mismo en España...

R. Es parte de Europa. Y mejor que sea parte de Europa y no de África.

P. Y Andalucía...

R. (Silencio) Es obvio decirlo.

P. ¿Y qué alternativa planteas?

R. Es muy difícil. Recuperar nuestra esencia, tal vez. No se trata de cerrarle las puertas al futuro, se trata de que conceptos como la disciplina o el trabajo asiduo, que se han perdido por completo, se recuperen. La gente joven, sobre todo, se educa en una sociedad hedonista por la que quiere acceso a los bienes de consumo sin haber generado el trabajo necesario para conseguirlos. Y en las escuelas y en los institutos lo vemos: cada vez hay más indisciplina. Pues no, la disciplina es necesaria y el esfuerzo diario también. El sistema tiene múltiples contradicciones, como eso de que cada año salgan miles de periodistas de las universidades sin un lugar donde colocarse. Por eso yo no creo en el futuro, el futuro que existe en negro.

En Europa, desgraciadamente, nos avergonzamos de nuestras banderas, sobre todo en España

P. La entrevista acaba de manera bastante punki: no future.

R. Sin embargo, todos los días me harto de trabajar. Porque yo defiendo mi posición, como el legionario romano que clava su lanza en el suelo aunque sepa que todo el mundo se ha largado a su alrededor. Pero yo estoy aquí. Y por aquí no pasan los bárbaros.

Yo no creo en el futuro; el futuro que existe en negro

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