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'Fundido a rojo': la precariedad sin final

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Alejandra Luque

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El escritor cordobés José Daniel García publica su primera novela, ambientada en la España de 2006 donde la maltrecha situación económica empezaba a instalarse en el país

Tres historias independientes que se complementan. Katie, Rafa y Junito, como protagonistas en una España de 2006. Tres relatos de tres vidas que se desarrollan en un ambiente común: la noche, con sus luces y sus sombras, y un ambiente económico que ya hacía presagiar lo que más tarde ocurriría en España. Así es Fundido a rojo, la primera novela del cordobés José Daniel García.

Después de su trayectoria sumergida en la poesía, García decidió variar de registro. “Este cambio de poesía a novela no ha sido un cambio natural ya que se supone que primero hay que pasar por el cuento”, explica el escritor. Los primeros esquemas de Fundido a rojo comenzaron en 2010 y, tras un parón, García decidió retomar la novela.

Fundido a rojo refleja la precariedad laboral que ya en 2006 empezaba a azotar a España. Eran los tiempos del leve desplome de la burbuja inmobiliaria. “Los personajes ya trabajan negro, viviendo o intentando sobrevivir, y se percatan de que las expectativas de futuro no se están cumpliendo”, explica García. Aunque pareciera un fiel reflejo de la situación actual, el escritor encuentra una diferencia clave entre aquella juventud y la que hoy sufre la situación actual de España: “En aquellos años, aún se pensaba en la posibilidad de mejorar y avanzar. Ahora, la juventud se encuentra mucho peor”. El escritor reconoce su asombro ante “la juventud anestesiada a pesar de la caída económica”.

Lejos de ser una novela autobiográfica, y con unos personajes fruto de la ficción, la novela refleja algunas vivencias que protagonizaron la estancia de García en Madrid. “Durante varios años estuve trabajando en la noche, salí mucho y aprendí demasiado”, cuenta García. Con un consejo en la mano –‘Sé testigo de todo, pero con cierta distancia’- el escritor hace suyas experiencias ajenas y las asigna a los tres personajes que vertebran la novela.

En esa relación de interdependencia entre historias, en todas convergen aspectos que, a juicio del escritor, “son característicos de la sociedad de hoy”. De esta manera, García hace alusión a la hipersexualidad, al consumo de sustancias “pero sin apología ni moralina”, a la precariedad emocional y a la obsesión por acumular vivencias en lugar de experiencias. Pero el escritor también refleja la negación de la reflexión y el “parapeto de la noche, que se convierte a veces en una coartada para hacer todo aquello que está lejos de los valores establecidos”.

El aspecto más “estrictamente político” recae sobre la crítica a la Transición, “a eso que se nos ha vendido y que ya, en esos tiempos, empieza a hacer aguas”. Y la Universidad también recibe en Fundido a rojo un órdago extensible a la actualidad. “Esta institución lo que hace simplemente es mantener entretenidos a los jóvenes hasta que entran en el Inem. En las facultades también se va atenuando y tapando la historia en connivencia con los partidos políticos”. A este respecto, García también alude a los “clichés que defendían los partidos comunistas y que en aquella época ya estaban desfasados”.

Fundido a rojo no presenta un final. Ni siquiera, tres. “La lectura de cada historia es necesaria para tener una visión completa de la novela. Pero no hay un final. Cada relato es un corte en medio de la acción. El realismo actual tiene que ir en esa línea”, concluye García.

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