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José Antonio Rodríguez: “Cada uno tiene su pureza en el flamenco”

Jose Antonio Rodríguez | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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Él mismo lo dice en esta entrevista: “Soy un flamenco atípico”. Y tanto que lo es. José Antonio Rodríguez (Córdoba, 1964) es un confeso amante del heavy que cumplió su sueño de tocar con Scorpions y reivindica su música como la más cercana al quejío flamenco. Con esa tarjeta de presentación, Rodríguez se ha abierto paso en el mundo siguiendo la estela de guitarristas como Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar o Serranito, que se abrieron a nuevos sonidos al tiempo que convertían en universal el arte español por antonomasia: el flamenco. Pero el cordobés ha logrado marcar una impronta muy personal al tiempo que se hacía un nombre como músico de estudio y escenario al servicio de estrellas españolas e internacionales, como Paco De Lucia, Camarón, Astor Piazzola, Chick Corea, John Mclaughlin, Cacho Tirao, Al Di Meola, Larry Coryel o Matt Bianco.

Aunque todo comenzó hace más de tres décadas en un rincón de Córdoba cuando un jovenzuelo se colaba a ver los conciertos y ensayos de melenudos guitarreros de la época...

PREGUNTA. Me comentabas que de joven te gustaba ir al Campo de la Verdad a ver los ensayos de grupos heavies como Jaleo. ¿Pero de dónde viene tu afición por el flamenco?

RESPUESTA. Resumiendo, en Andalucía, en Córdoba, mucha gente tiene una guitarra en su casa. Demasiada gente, incluso (Risas). Mis padres vivían en la avenida de Cádiz y yo tenía un vecino, Alfonsín, que tenía una guitarra. Cuando mis padres se iban a tomar una caña, pues me dejaban con Alfonsín. Y él tocaba la guitarra y cantaba sus fandangos y sus sevillanas. Un niño pequeño siente eso y se queda prendado. Y yo me quedé prendado con la guitarra. Tanto que, de hecho, se la rompí. Creo que esa fue mi primera relación con el instrumento. La familia me cuenta eso, al menos. Me dicen que siempre estaba pidiéndoles la guitarra. A partir de ahí, comencé a tomar clases particulares, que era lo que había entonces. Y... bueno, iba a decir que desgraciadamente, he seguido hasta hoy (risas). A veces, desgraciadamente, pero siempre afortunadamente.

P. ¿Siempre flamenco? ¿Desde pequeño?

R. Como aprendizaje y música que empleo con mi guitarra, sí. De hecho, es que vivimos aquí. La cultura más cercana para aprender -y más en aquella época- era la guitarra flamenca, ni siquiera la clásica. La guitarra de barrio, la que se usaba para tocar sevillanas y música popular era la guitarra flamenca. Y luego uno va escuchando otras músicas e interesándose por otras tendencias. Aunque desde pequeño me marcó el flamenco. Y lo que intentaba era tocarlo de la manera que pudiera. Ningún artista es fácil y esa virtud es la que te hace ser diferente. Y eso es lo que buscamos los artistas. A mí no me interesa parecerme a nadie. Me encantaría como tendencia, tal vez, pero como músico tengo que ser diferente. Porque en la música se valora eso, la diferencia, lo que cada uno tenga que decir.

De niño me quedé prendado con la guitarra. Tanto, que una la rompí

P. Y en ese periodo de aprendizaje, ¿cómo hacías para diferenciar la raíz, la esencia, de lo que no era flamenco?

R. Es que ese debate es muy nuevo. El gitano y el payo; la pureza y la tradición. Todo eso lo escucho desde hace solo unos años. Cuando tenía 14 años nadie decía este gitano toca así o este payo toca de esa manera. Yo he estado con Chocolate o con El Pele, gitanos de raza, y nunca hablaban así. Ni nadie me decía tampoco que no escuchase otras músicas. En mi época de Conservatorio yo escuchaba principalmente a Debussy, Satie o a Turina. Ese tipo de música que quizás me ha marcado mucho, precisamente, para el concierto que presento el martes: El guitarrista azul. Y cuando iba a conciertos de rock con mi hermano o escuchaba a Radio Futura, nadie me decía nada. Porque era lo escuchaba un chaval de entonces. Lo que pasa, es que luego me he terminado yendo al flamenco, pero por una cuestión personal porque era lo que yo hacía. Y nunca lo mezclé. Fue con el paso del tiempo cuando he notado la influencia de esa libertad a la hora de escuchar cosas. Y es que nadie me dijo que no escuchase a Radio Futura porque podía hacer daño a mi flamenco. De hecho, en Córdoba, tuve la suerte de colaborar con Santiago Auserón. Le llamé y le dije, mira, te he hecho un Escuela de calor flamenca. Y él se meaba de risa, claro. Pero yo conocía su música e intentaba que mi guitarra se integrase de manera natural en ella. Y eso no solo no me ha hecho daño, sino que me ha hecho mucho bien.

P. ¿Qué es para ti la pureza?

R. (Resopla) Es que no lo sé... Hay palabras que no uso mucho.

P. ¿Raíz?

R. A ver, el flamenco es una música de modas que pasan muy rápido. Demasiado, incluso. Quizás hay una forma tradicional de entender la guitarra. También hay una escuela posterior. Y hablo bien de escuela, porque hay escuelas con técnicas depuradas como la de Ramón Montoya o el Niño Ricardo, hasta llegar a Paco de Lucía, Serranito y nosotros y la gente joven que nos ha seguido y que son una maravilla de guitarristas. Pero no sabría definir qué es lo puro. ¿Lo antiguo o lo nuevo? No lo sé. ¿Y nuevo en qué sentido? Si es en sentido de pureza, cada uno tiene la suya y su propia actitud. Estamos hablando, eso sí, en los niveles más altos porque en todos los trabajos hay buenos, malos y mediocres. Pero no hay más pureza que el sentirse verdaderamente artista.

El flamenco es una música de modas que pasan muy rápido

P. La generación de Paco de Lucía y la que le siguió, es decir, la tuya, han convertido al flamenco en algo universal. Pero, ¿hacia dónde va este arte?

R. Lo que ha ocurrido ha sido un proceso natural que se ha producido casi sin pensar. Aquella primera generación mágica de Manolo Sanlúcar, Serranito y Paco de Lucía casi no lo pensaron. Pero los que les seguimos, sí que hemos analizado un poquito más el porqué de eso. Y de hecho somos los que estamos enseñando a la gente nueva, porque nos hemos preocupado de la docencia. Es que los tiempos cambian y ya no depende solo de que toques y compongas muy bien, ahora hay que buscarle explicación a las cosas. ¿Por qué tocar de una determinada manera es flamenco y hacerlo de otra no es flamenco? Manolo Sanlúcar, que se ha preocupado mucho por esto también, lo dice con mucha razón: “Las cosas no son flamenco porque nosotros las sintamos así”.

P. Hay que buscar un sistema.

R. Claro, pero además hay que explicar las cosas. Nosotros hemos intentado traducir eso y ahora la gente de fuera entiende mucho más lo que es el flamenco. Ahora bien, también hemos dado un paso más y hemos hecho del flamenco -que es una música que viene del pueblo y es popular y tradicional- una música ciertamente distinta. Yo, por ejemplo, ya no me conformo con que a la gente le guste la música que hago; quiero que la consideren buena, más allá de bonita. No es solo que sea efectista, agradable, sino que si alguien la escucha logre entender por qué he hecho eso de determinada manera. Eso hace que la música flamenca que hacemos algunos guitarristas ya no sea tan popular. Es decir, es universal pero ya no es tan popular. Y eso es porque es mucho más complicada, tal y como le pude pasar a la música clásica contemporánea o al jazz contemporáneo.

P. Pero está claro que la música flamenca ha ido calando poco a poco fuera de España. Y muchos músico han coqueteado con ella.

R. Desde luego. Y más no se puede hacer. Yo mismo, he intervenido en proyectos tocando con músicos como Scorpions o Toto, en composiciones maravillosas de los años ochenta. Pero también he tocado con músicos turcos o en temas muy comerciales. Fíjate, también grabé con Pimpinela en una época. Pero cuando yo hablo de mi música lo hago como guitarrista. Soy varios Jose Antonio, el que intenta tocar flamenco pero también el que no fuerza. Porque yo no le puedo pedir a Bobby Kimball que toque Hot the line como yo quiera, puedo hacer un arreglo, pero tengo que conocer su música porque no puedo cargarme una canción como esa. Tengo mis límites. Cuando no me los pongo es cuando yo soy el protagonista. Y ahí es cuando digo que lo popular, en mi caso, con lo bonito y lo reconocible de manera fácil, desaparece del flamenco.

Ya no me conformo con que a la gente le guste la música que hago; quiero que la consideren buena

P. ¿Cómo es trabajar con estas estrellas?

R. La gente es mucho más normal de lo que pensamos. Incluso más normal de lo que yo mismo pensaba. A esta gente le gusta hablar y explicar lo que hace. Muchos son un encanto, como cualquier persona.

P. Y has trabajado con muchísimos.

R. Recuerdo una promoción de un disco mío, hace unos años, en Valencia, en un patio como este, en el que había varias emisoras, la mayoría de radiofórmulas. Y sus encargados apostaban para ver en qué disco no aparecía yo. Y es que hubo una época en la que yo grababa de todo. En los noventa estaba con Azúcar Moreno, Isabel Pantoja, Rocío Jurado...

P. ¿Qué ofrecías como músico de estudio para tener tanto éxito?

R. No lo sé...

P. Fiabilidad, al menos, ¿no?

R. Tenía fama de ser rápido y además dominaba un lenguaje que en el flamenco no se usa: la lectura de guiones armónicos. Es lo que se usa en los estudios y tiene el cifrado estadounidense. Y eso también me abrió las puertas de América. Me permitió llegar a un estudio de Estados Unidos y sin saber inglés, solo con ese guión y con el idioma universal de la música, poder comunicarme. Pero claro, también es cierto que soy un flamenco atípico. Eso no es ni bueno ni malo, pero que me permite colaborar con Alejandro Sanz en un disco suyo y hacer una gira mundial durante un con él. Iba como artista flamenco pero no podía seguirle a él y acompañarle a la guitarra de la misma forma que si tocara flamenco. No. Porque hubiese sido una barbaridad. Lo que hace Alejandro es pop, con raíces y todo lo que quieras, pero es pop. Por eso tengo que adaptarme a una música de pop. De esa forma, tu puedes escuchar un tema muy famoso de Alejandro Sanz, Corazón partió y pensar: eso es una rumba. Pero no lo es, porque si lo tocase como una rumba de verdad, sería un desastre. Es un tema de pop y como tal, la guitarra tiene que ir junto al bombo de la batería y el bajo. Eso es básico y tienes que aprenderlo. Pero desgraciadamente, en el flamenco no se hacía. Aunque la gente joven poco a poco se va interesando. Pero antes no se hacía y los flamencos iban a lo suyo.

Es cierto que soy un flamenco atípico

P. Cuando escuchas el término flamenquito...

R. Flamenquito es una palabra fea... Es que no entiendo eso del flamenquito. A ver, entiendo de dónde viene y cómo se acuñó, para intentar hacer comercial algo que no lo es. Porque el flamenco no es comercial ni lo ha sido ni lo va a ser. Pero sin embargo, cuando quieren vender algo te ponen flamenquito como si también tuviese un punto comercial. Y es que a veces se utiliza como reclamo de venta, lo que te demuestra que el mundo en ese sentido está loco. Eso nunca lo he entendido y de hecho me repatea cada vez que oigo el término. ¿Flamenquito qué es, tocar una rumbita? Hombre, flamenco es mucho más que eso. Y fíjate, podría entender lo del flamenquito si fuese algo ciertamente original pero ahora es sinónimo de que todo es igual: su bombo, su bajo y los acordes casi se pueden escribir mientras se escucha. Pero el flamenco no es eso, el flamenco no es tan previsible como eso.

P. ¿Puede llegar a tergiversar el flamenco real?

R. Flamenco, flamenquito... ¡Es que la palabra se parece, ese es el problema“ Si no eres aficionado y no sabes, puedes llegar a confundirte porque al fin y al cabo siempre hay una guitarra española dando por saco. De hecho, la primera vez que viajé a Estados Unidos a grabar, el productor de Julio Iglesias me pidió que tocara flamenco como lo hacían los Gipsy King... Claro, yo tuve decirle al arreglista, mira eso no tiene nada que ver porque ni eso es flamenco ni ellos españoles ni nada. Pero el productor que estaba al lado me escuchó y me dijo, bueno, si estás tan seguro, grábalo como veas. Y me la jugué. Menos mal que al final le gusto, afortunadamente. Pero ellos, lo único que tienen como flamenco, incluso ahora, son los Gipsy Kings. Guitarra española, tocada con los dedos, es igual a flamenco. Sea lo que sea. Pero del flamenco que nosotros conocemos como música elitista no tienen ni puta idea. Pero ni idea. A mí incluso me preguntan si estoy tocando jazz.

¿Flamenquito qué es, tocar una rumbita? Hombre, flamenco es mucho más que eso

P. Entonces os queda un trabajo importante de divulgación.

R. A los artistas flamencos no, a lo que les queda trabajo es a los políticos. A Córdoba no hay que venderle su propio flamenco, lo que hay que vender es la Córdoba flamenca fuera de aquí. No a los cordobeses. El que quiera enterarse de lo que es el flamenco aquí, en Sevilla o en Granada y no lo hace es que es muy torpe. Pero el problema es que si vas a California no encuentras buena publicidad o divulgación española explicando lo que es el flamenco. Yo acabo de estar allí tres meses y lo he visto. He estado de San Diego a Portland dando conciertos y la gente alucinaba porque ese flamenco no lo conocían. El que conocen es el que nosotros mismos hemos querido exportar, es decir, el baile y poco más. Porque el habilidoso de turno ha vendido eso pero no la guitarra ni el cante. Sin embargo, a mí en universidades extranjeras me han preguntado por sitios donde ver conciertos de guitarra flamenca en agosto. Y me dejan muerto porque no sé dónde les puedo decir. Porque es que no hay. Todo es acompañamiento al baile o al cante. Así que cuando le dices a alguien que quiere venir desde Los Ángeles a ver conciertos de guitarra flamenca en España que no va a encontrar mucho, no se lo creen. Pero así es.

P. Tocaste en el concierto inaugural del último Festival de la Guitarra de Adelaida, en Australia. ¿Cómo es la respuesta del público en las antípodas?

R. Muy buena. Afortunadamente, nunca he tenido problemas con el público. En Adelaida era un teatro de 2.000 personas lleno de gente. Y nosotros solo éramos un trío. Muy pocos para ese tipo de espacios. Yo me preguntaba si lo íbamos a poder llenar con nuestra música pero claro que pudimos. Porque todo depende de la cultura del público. Esto es igual que con la piratería. En Estados Unidos, por ejemplo, nadie piratea, la gente compra las cosas, ya sea la música o el software para retocar imágenes. Allí la gente no me pregunta dónde puede descargar mi música sino dónde puede comprarla. Y el mes pasado que estuve en Rusia, en el Festival de la Guitarra de Kaluga, me quedé a ver un concierto de música gitana rusa, que por cierto era una maravilla. Pero lo que era increíble era el público: señoras mayores, niños pequeños de la mano con las abuelas, gente joven, personas con el maletín y vestidos de chaqueta y corbata que acababa de terminar sus ocho horas de trabajo y se metían otras tres en el teatro para ver un concierto. No se iban a tomar una cerveza después del trabajo como aquí, sino a ver un concierto de tres horas. Yo alucinaba. Y más alucinaba todavía con los patrocinadores del Festival. Porque Kaluga es una ciudad como Córdoba, más o menos a cuatro horas de Moscú. Pues bien, se pasaban cinco minutos proyectando el nombre de los patrocinadores del festival. Igual que aquí, ¿no? Cuando eso lo hagamos en Córdoba nos saldremos (Risas).

Del flamenco que nosotros conocemos como música elitista en muchos países no tienen ni puta idea

P. Háblanos de El guitarrista azul, tu concierto del martes que está inspirado en la figura de Picasso y su etapa azul.

R. Fue una producción del Concurso Nacional de Flamenco que estrené en 2001. Siempre me gustó Picasso pero no solo por sus cuadros sino por lo que tienen detrás. Por deformación profesional voy un poco al revés y miro más allá.

P. Imagino que es porque la música es lo más abstracto que hay.

R. Claro, pero ¿qué me interesa más de él? Pues lo que he leído y visto de su etapa de juventud. Comencé a interesarme por eso, por su dramatismo, por lo poco colorida que esa parte de su vida... A El guitarrista azul lo llamo concierto para guitarra flamenca por llamarlo de alguna forma. Pero realmente es una banda sonora. Quise hacer una banda de esa época y jugar un poco con la música de cine. Y lo hice con tanta libertad que estamos en 2015 y lo vuelvo a representar sin tocar ni una nota. Y no es una pieza fácil, porque requiere de un orquesta grande y es exigente tanto para la orquesta como para mí. Pero no he cambiado ni una nota y todavía no me lo creo. De hecho, creo que le vamos a sacar mucho provecho a este tiempo transcurrido. Porque los años y la experiencia se van a notar en el sonido y en la digitación. Por eso estoy contentísimo de que me hayan pedido volver a tocar esta pieza que, hoy en día, sería difícil de hacer. Ya sabes, es que en teoría no es comercial.

Con 'El guitarrista azul' quise hacer una banda sonora de la juventud de Picasso

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