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Margarita R. Schrader: “La ciudad tiene siempre a los gobernantes que se merece”

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Marta Jiménez

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Con Margarita lo mejor ocurre con la grabadora apagada. Y no es cobardía ni sometimiento el callar sus opiniones o tantas anécdotas jugosas como conoce, si no honradez. Sus ojos y oídos han visto y escuchado mucho durante los 22 años que ha ejercido como jefa de Protocolo y Relaciones Institucionales del Ayuntamiento de Córdoba -durante los que ha trabajado con Anguita, Trigo, Pérez, Merino y Aguilar como alcaldes-, y para alguien con un sentido tan alto de la dignidad, aunque también de la indignación, el deber de la profesión sigue intacto por mucho que lleve siete años jubilada.

De madre alemana y padre cordobés, su infancia y parte de la adolescencia la vivió en Berlín, Suiza y Holanda, en plena guerra y postguerra mundial, países en los que su padre trabajó como agregado en las embajadas españolas. Una experiencia que le regaló un cerebro plurilingüe que funciona de forma distinta al de los que manejan una lengua y otra a duras penas. Y es que según la neurociencia, los cerebros de los que hablan, leen y escriben en varios idiomas se traducen en mentes más flexibles y eficientes, con mayor capacidad de atención y concentración, de resolución de problemas y de memoria. La contrapartida, dicen los expertos, es que los multilingües son algo más lentos al hablar y más proclives a que se les atasque una palabra en la punta de la lengua, algo que Margarita no lleva demasiado bien y que hace notar a la periodista con una enorme autoexigencia a lo largo de la charla.

Patrona de la Fundación Paradigma Córdoba y miembro del INET (Intituto de Estudios Transnacionales), su sensatez y confianza en el diálogo convencen de que es más fácil de lo que pensamos conquistar un mundo mejor. Un lugar con tanta elegancia formal, cosmopolitismo y respeto a la diferencia como de los que ella es dueña y señora.

P. ¿El protocolo es política?

R. El protocolo es política. Eso lo decía el general De Gaulle. Desde mi punto de vista, las formas reflejan el fondo y el protocolo, que es la cortesía y el respeto hacia los demás, de alguna manera, puede reflejar ese fondo.

P. ¿Cree que siempre ocurre así, que la forma es el fondo?

R. A veces hay formas muy acartonadas y muy falsas, pero normalmente cuando nos expresamos sin pensarlo, incluso la manera de andar, de hablar, de mirar a la gente, de escuchar o de responder de alguien da mucha información sobre esa persona. Aunque ahora mismo existe un culto a la imagen que es absolutamente superficial, porque la imagen se refleja de otra manera, en la forma y en cómo tratamos a la persona. En la capacidad de empatía. Quien tiene una imagen magnífica pero nada de empatía, esa imagen no sirve para nada. Ahora existe una gran falta de respeto a las personas por parte de los políticos.

El protocolo es política. Eso lo decía el general De Gaulle

P. ¿No cree que los tiempos de hoy apuntan a una relajación del protocolo?

R. ¿A una sociedad menos protocolizada o menos respetuosa con las formas? Es que la sociedad se está dividendo en dos tendencias, hay una parte que está cada vez más agresiva y otra parte que busca la convivencia.

P. Pero me refiero a que hace nada era impensable imaginar a un parlamentario europeo en vaqueros y con coleta en la eurocámara o a un ministro griego visitando Downing Street sin corbata y con un abrigo de cuero

R. Pero es que esa es su imagen, cada uno tiene la suya. Unos la encuentran con un complemento de Dior y otros de esta manera. Y es que no entiendo por qué protocolariamente eso no puede ser aceptable. El ministro de finanzas de Grecia tiene una personalidad arrolladora sin vestir con los cánones que espera la gente de alguien en su puesto.  Me parece muy bien ¿qué pasa? Nadie se puede escandalizar por esa menudencia.

la sociedad se está dividendo en dos tendencias, hay una parte que está cada vez más agresiva y otra parte que busca la convivencia

P. ¿Es cierto que aquellos primeros concejales del PCE en el Ayuntamiento de Córdoba llegaban a los actos en vaqueros?

R. Eso fue lo primero que me pasó. Yo estaba muy verde, he de confesarlo. Fue precisamente en un homenaje a Rafael Castejón [la entrevista se realiza en el que fue despacho del arabista y veterinario, hoy salón de estilo neomudejar del Hotel Palacio del Bailío], no recuerdo bien si se le concedía la Medalla de la Ciudad o se le nombraba Hijo Predilecto y si era el 84 o el 85, pero sí recuerdo que fue en el salón de actos del Ayuntamiento, y ya después se pasó este acto al Alcázar. Hombre, era una persona importante a la que se reconocía, muy respetable. Todo el mundo se merece las condecoraciones que le den, pero uno las merecen más que otros (risas). Así que en el acto de don Rafael Castejón, que a mí me parecía una eminencia, una persona magnífica y un intelectual, se presentan los muchachos comunistas en vaqueros y chupas de cuero y yo me quedé alucinada. Eran otros tiempos. Así que al terminar entré en el despacho del alcalde (que era Julio Anguita) y le dije, señor alcalde una Medalla de Oro de la Ciudad es un honor para la persona que la recibe pero también para la ciudad por tener a un personaje de ese calibre, y yo no sé la impresión que habrá tenido el señor Castejón al ver las personas vestidas de esta manera. Es un señor mayor. Y me dijo el alcalde, Margarita la próxima vez me lo recuerda y yo se lo digo a los muchachos.

P. ¿Y le hicieron caso?

R. (risas) Sí. Luego ya aprendieron. A veces alguno hasta me pedía asesoramiento al principio. Muchos se estaban estrenando y eran novatos. Eran conscientes de que existían unas formas y unos modos, pero no los conocían.

Al acto de don Rafael Castejón se presentaron los muchachos comunistas en vaqueros y chupas de cuero y yo me quedé alucinada

P. ¿Cómo saltó de la filología anglogermanísitica que estudió al universo del protocolo municipal?

R. Por casualidad. Yo daba clases de inglés en la Universidad Laboral, en Agrónomos, en ETEA y en la Facultad de Ciencias. El Ayuntamiento había estado en Manchester en la I conferencia de Municipios No Nucleares. Fueron Herminio Trigo y Lucas León en el 84 y en la asamblea final, cuando se preguntó donde sería la siguiente conferencia ellos levantaron la mano para organizarla en Córdoba en el 85. Entonces se dieron cuenta al llegar aquí, que para organizar una conferencia internacional no había gente capacitada. Se pusieron a buscar, pusieron anuncios en periódicos y al final preguntaron en la Universidad y les dieron mi nombre porque había organizado varios congresos internacionales. Y me llamaron. Me pareció interesante y como a mí siempre me han gustado mucho los retos, me puse a organizarlo y fue una experiencia interesantísima. El protocolo apenas existía por aquella época, era muy complicado y todo había cambiado con las comunidades autónomas. Antes el alcalde era el número 8 en la lista de autoridades del municipio, pero había pasado a ser la primera en la democracia. Tiempo después se jubiló don Antonio Bejarano, que había sido secretario del alcalde, ellos también se dieron cuenta que hacía falta una persona con idiomas, así que me volvieron a retar, acepté y nunca me he arrepentido. Aprendí protocolo con la democracia.

P. ¿Había mujeres con puestos de responsabilidad en la época?

R. Había alguna. Yo no me acuerdo de nombres, pero no era una cosa tan rara. Ahora hay muchas jefas.

P. Da la sensación de que existen más jefas que jefes de protocolo

R. No creas, se equilibra más o menos. Marina León, jefa de protocolo de Diputación y anterior que yo, fue un símbolo en Córdoba. Pero, por ejemplo, en la Casa Real solo había hombres, no sé cómo será ahora.

Aprendí protocolo con la democracia

P. Le concedieron la Medalla al Mérito Civil y la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica ¿Cuáles fueron esos méritos?

R. La del Mérito Civil fue en el 92. Hubo varios acontecimientos por el Quinto Centenario y hubo una conmemoración hacia el mundo judío y otra al árabe. Esta última se celebró en el Salón Rico de Medina Azahara con el arabista Emilio García Gómez como conferenciante. Aquello fue un aparato organizativo muy complejo. Medina Azahara no es un lugar cualquiera, los invitados entraban por arriba, los Reyes por abajo... en fin, una vez que terminó el acto, los Reyes se fueron y se les llevó al Jardín Botánico, que acababa de abrir, antes del almuerzo en el Alcázar. Fue complejo y al mismo tiempo fácil, porque cuando viene la Casa Real siempre hay varias reuniones de coordinación y las decisiones son en grupo. Bueno, las toman ellos pero hacen caso a las sugerencias. Y todo el mundo sabe lo que tiene que hacer y cómo hacerlo. Así que estos actos resultaban más sencillos, por lo trabajados que los tenías, que otras cosas más cotidianas que se improvisaban más al no tener tiempo de prepararlas. La Casa Real quiso hacer una distinción a dos personas en Córdoba y nos las otorgaron a Pepe García Marín (del Caballo Rojo), que había sido el encargado de la restauración, y a mí. Lo interpreté como algo simbólico de lo que es Córdoba.

P. ¿Por qué?

R. Porque Córdoba es una ciudad que siempre ha tenido muy buena cocina, ya sea en restaurantes, bares o mesones. Y el protocolo son las buenas maneras, la cortesía, el recibimiento, el acogimiento... y Córdoba es muy acogedora, así que creó que se reconoció a dos aspectos que son muy cordobeses. Pero si te digo la verdad, no he indagado mucho en el asunto de las condecoraciones. La respeto pero no le doy más importancia.

P. ¿El poder iguala a los gobernantes?

R. No. Yo he conocido a gente del poder, algunos absolutamente maravillosos y otros que me parecía mentira que tuviesen ese puesto. Hay a quien he respetado mucho y otros todo lo contrario. Hay de todo, igual que en la sociedad. De todos modos, la cosa ha ido degenerando. Cuando yo entré en el Ayuntamiento en el 84, y hasta el 87 no fueron las elecciones municipales, recuerdo que se organizó un perol en una villa de Trassierra, de Miguel Zamora, para toda la corporación y fueron prácticamente todos. Y fue una jornada de camaradería, de chistes, de cordialidad... la atmósfera de un perol. El otro día lo pensaba que esto no se ha vuelto a repetir y además es impensable. En ese sentido las relaciones se han ido degradando.

Yo he conocido a gente del poder, algunos absolutamente maravillosos y otros que me parecía mentira que tuviesen ese puesto

P. ¿Cual ha sido la mayor enseñanza que le ha dado el Ayuntamiento de Córdoba?

R. Lo que hablamos hace un momento, que el cargo no da dignidad a la persona. Yo le exijo más a los políticos porque son cargo público y tienen más responsabilidad.

P. ¿Vale más por lo que calla, Margarita?

R. No, en absoluto, por favor. Soy consciente de callar muchas cosas, pero en cualquier trabajo hay discreción y eso no es diplomacia ni prudencia, es el deber de la profesión. La que sea. Además, no temblarían tantos muros como muchos se creen si contara mi experiencia. Todos tenemos defectos y debilidades estemos en el escalón que estemos. Los políticos no son distintos al resto de las personas. Hay la misma mezcla de generosidad, de honradez o de miseria. No veo que haya diferencia.

P. ¿Que aprendió de diplomacia con su padre, que fue agregado agrícola en embajadas españolas de varios países europeos?

R. Bueno, vamos a ver, recuerdo cuando vivíamos en Holanda, él no era de carrera diplomática pero trabajaba en ese mundo, en casa había comidas con embajadores y esas cosas. Yo era muy joven pero la diplomacia sí que es política y al más alto nivel, son relaciones internacionales. Lo recuerdo pero reconozco que no les echaba muchas cuentas. A los niños no nos dejaban participar en aquellas cenas y a mí me daba mucho coraje. De lo que me acuerdo son de otras cosas.

El cargo no da dignidad a la persona. Yo le exijo más a los políticos porque son cargo público y tienen más responsabilidad.

P. ¿De cuáles?

R. Éramos tres hermanas y un hermano en Berlín y tres más que nacieron en Holanda. Allí nos metieron en un colegio francés, el Sagrado Corazón, que era para holandesas, pero tenía una parte para hijas de extranjeros y había una mezcla total. Las únicas españolas éramos las tres hermanas, pero había canadienses, gente de Afganistan, de Siria, de Japón, de Australia...y evidentemente había una mezcla de religiones dentro de un colegio católico. Se respetaba todo y no se miraba quién era qué. Cuando había una fiesta religiosa, cantábamos y las monjas les decían a los demás que estaban invitados a participar. Estaba acostumbrada a convivir, a respetar y a ver con normalidad la mezcla de culturas y de religiones.

P. Por tanto, llegar a Córdoba cuando tenía quince años debió ser como aterrizar en otro planeta

R. Imagínate. Fue un choque bastante grande. En Córdoba nos metieron en Las Esclavas, que era el colegio más parecido a aquel Sagrado Corazón, pero encontré una cosa muy rigurosa. En aquella época muchas niñas se quedaban en cuarto de reválida y se iban a su casa a esperar un novio. Éramos muy pocas las que quedábamos en quinto y sexto, cuatro cinco chicas, no más. Casi ninguna pensaba en hacer una carrera universitaria y esto me chocaba. También que me preguntaran si yo sabía copiar en los exámenes, y eso no me cabía en la cabeza, esa doble moral. No tenía nada que ver el Sacre Coeur holandés con este Sagrado Corazón.

No temblarían tantos muros como muchos se creen si contara mi experiencia

P. Volviendo a su padre, José Ruiz Santaella, existe un olivo en su honor en el Jardín de los Justos del Museo del Holocausto de Jerusalén por haber salvado a judíos durante la II Guerra Mundial

R. Mis padres se casaron en el 36 en Alemania, porque mi madre era de allí y mi padre realizó allí el doctorado. Se vinieron a Valladolid y allí nacimos tres niñas. Al cabo del tiempo, en el 42, supieron que había una plaza de agregado en la embajada de Berlín, y aunque la situación política era la que era y mi madre estaba embarazada de mi hermano, nos fuimos a Alemania. Entonces necesitaban ayuda para la casa y les recomendaron una enfermera para cuidar de nosotros como niñera y también se vino su madre de cocinera y una mujer costurera. Todas judías. Había mucha gente oculta pasándolo fatal. Después la cosa se puso muy candente en el 44 y nos fuimos a Suiza.

P. ¿Vivían escondidas en vuestra casa?

R. Sí, ocultas totalmente. La madre y la hija, para disimular delante del cartero o de quien fuera, se hablaban de usted y utilizaban nombres distintos. La familia de ellas fue de las pocas que se salvó al completo. Ruth, que era la niñera, se marchó a Estados Unidos y siempre estuvo en contacto con mi madre. Fue una mujer muy activa y en 2006 estuvo en el Museo Judío de Berlín dando una conferencia sobre su experiencia y yo fui a verla. Fue muy entrañable y me dio mucha alegría el reencuentro. Ella es como parte de la familia. Sé que murió hace dos años.

Casi ninguna chica del colegio pensaba en hacer una carrera universitaria y esto me chocaba

P. ¿Recuerda los bombardeos de los aliados sobre Berlín?

R. Si te digo la verdad, yo ya no sé si los recuerdo o es que veo los fogonazos de lo que me han contado. Evidentemente, cuando los lanzaban eran unos fogonazos que se veían como fuegos artificiales desde mi casa. Pero yo ya no sé si son mis recuerdos o los de los demás porque tenía tres, cuatro años. Es muy difícil y la memoria es muy tramposa, por mucho que esto forme parte de ella. Aun así, en casa no se ha hablado mucho de esto, no le daban mucha importancia. Fue a raíz  de que a mi padre lo reconociera la Fundación Yad Vashem como Justo entre las naciones, y se plantara aquel olivo en Jerusalén, cuando se comenzó a hablar del tema.

P. Viniéndonos a Córdoba ¿puede entender que aun exista gente que no sea consciente del paradigma que representa esta ciudad?

R. Es que las cosas han cambiado mucho en el sentido que hay mucha más agresividad y separación. Fíjate la experiencia de mi infancia y adolescencia, tan mezclada, viví de una manera que al llegar aquí descubrí unos esquemas muy distintos que ahora se repiten. Por ejemplo, con el tema de la Mezquita. Hay cosas que me sorprenden muchísimo. La Fundación Paradigma y todo lo que Córdoba significa habría que revivirlo y darle mucha más importancia. Lo que hubo en aquella época (la del califato omeya) no fue perfecto, pero al lado de lo que tenía alrededor fue una maravilla. El mismo califa tenía un visir judío, había cristianos... y eso al lado de lo que hay ahora, creo que habría que mirar atrás y aprender de las cosas que se pueden recuperar. Córdoba fue un faro de sabiduría único en todos los sentidos. Aquí se propició el Renacimiento con su avance intelectual, aquí se tradujeron las obras griegas. Alfonso X el Sabio tiene escrito su epitafio en árabe, en latín y ya no recuerdo si el tercero es en castellano o hebreo, lo que da medida de la convivencia que aquí existía, aunque no fuese idílica, frente a la barbarie de la oscuridad de la Edad Media.

Córdoba fue un faro de sabiduría único en todos los sentidos. Aquí se propició el Renacimiento con su avance intelectual

P. Dice el filósofo Ramin Jahanbegloo, el creador conceptual del paradigma Córdoba, que “el humanismo no tiene futuro en Europa, excepto en Córdoba”

R. Es una maravilla pero, ¿somos conscientes de eso? Vamos a ver, en Córdoba hay gente maravillosa, intelectual, pero luego está el que se deja influir por la superficialidad y la manipulación de los medios, pero en Córdoba hay un núcleo bastante interesante. Wishful thinking (término inglés que alude al pensamiento ilusorio y que Margarita pronuncia sonriendo), pero sí que lo hay y tenemos que colaborar todos, la sociedad civil y también la religiosa (se calla)

P. Continúe, por favor

R. Yo me emociono cada vez que entro en la Mezquita. Ese bosque de columnas tan armónico, tan elegante, con la mirada tan horizontal, a la altura del ser humano. Es un espacio espiritual. Reconozco que el Barroco en sí no me gusta y cuando entras en la Catedral sientes el peso de la autoridad de la Iglesia, que ahora se siente más que nunca. Lo que me sorprende es que se elimine el nombre de Mezquita de allí pero a la vez se registre en la oficina de patentes ¿para que nadie lo utilice?. No lo entiendo, que me lo expliquen y me lo aclaren.

Lo que me sorprende es que se elimine el nombre de Mezquita de allí pero a la vez se registre en la oficina de patentes ¿para que nadie lo utilice?

P. ¿Qué le parece que cinco de los siete alcaldes democráticos de Córdoba -Julio Anguita, Herminio trigo, Manuel Pérez, Rosa Aguilar y Andrés Ocaña- hayan firmado un manifiesto “En defensa de la Mezquita-Catedral y el patrimonio histórico de Córdoba”?

R. Sí, lo he leído. Lo de las inmatriculaciones de bienes es de la España profunda. Que exista una ley que permita registrar a la iglesia es sorprendente. España no está a la altura del momento, Spain is different, ya lo decía Fraga. Son cinco alcaldes que eran del mismo partido político, así que es una cuestión ideológica, que me parece muy bien y debería haber más manifiestos de este tipo incluso firmados por políticos de distintos partidos, es de sentido común.

P. ¿Córdoba se merece a sus gobernantes democráticos?

R. Sospecho que la ciudad tiene siempre a los gobernantes que se merece, lamentablemente.

P. ¿Lamentablemente?

R. Hombre, yo no digo que todos, pero siempre ha habido gente más eficaz y eficiente que otros, pero creo que es el reflejo de la población. Ahí no podemos echarles la culpa.  Lo que me da alegría ahora, en estos tiempos revueltos de hartura de la gente, es ver el cambio generacional. Se podrán equivocar pero no creo que se puedan equivocar más que los otros. Y tienen deseos de cambiar las cosas, vamos a ver qué pasa.. ¿Recuerdas lo que decía Winston Churchill? La democracia es el peor de los sistemas políticos con excepción de todos los demás.

Lo que me da alegría ahora, en estos tiempos revueltos de hartura de la gente, es ver el cambio generacional

P. ¿Echa de menos el Ayuntamiento?

R. En absoluto. Cada época tiene su momento. He sido una privilegiada de trabajar ahí, he trabajado muchísimo, no había horarios.. etc, pero ha sido una experiencia interesantísima. Ahora hay que dejar a gente joven, tienen que venir los siguientes. He disfrutado mucho y disfruto mucho de mi vida de ahora. Cuando eres joven quieres hacer cosas pero llega un momento que tiene otro ritmo, yo ya soy abuela de cuatro nietos y ya es otra historia.

P. ¿Ha tenido que gestionar muchas miserias del ego humano?

R. Pues sí. Hay de todo, gente genial, bondadosa o miserable, como en la sociedad. Ahí es verdad que algunos egos son más grandes, pero insisto que no son distintos al resto.

P. ¿Diría que a los cordobeses nos hace falta viajar y dominar algún idioma más?

R. Oh, of course. Hablar en otro idioma es pensar de otra manera, es tener otra sensibilidad y otra visión del mundo. Yo no hablaba español al llegar aquí con 15 años. Mi lengua materna era el alemán y mi lengua educacional el francés. Te voy a dar un ejemplo muy simple. En inglés, francés y alemán no existe la distinción entre el verbo ser y estar ¿Me puedes explicar cuál es la diferencia? ¿Podemos prescindir de alguno de los dos? Sin embargo, los alemanes y los ingleses, que son tan pragmáticos, tienen dos verbos para hacer, do y make, ¿y para qué demonios necesitamos nosotros dos verbos para hacer? Los idiomas te abren la mente. Cada uno tiene su matiz, el alemán tiene la cosa afectiva para mí y el francés me hace sentir que patino por un libro, porque aprendí con él. Con respecto a los cordobeses, deberían viajar más y sentirse más ciudadanos del mundo, que es lo que te da moverte. La perspectiva del mundo es mayor y es una riqueza. Se nota que la sociedad ha cambiado desde que existen los Erasmus.

P. ¿Escribirá sus memorias?

R. Nunca me lo he planteado. Pues mira, lo voy a pensar, pero no creo.

Los cordobeses deberían viajar más y sentirse más ciudadanos del mundo, que es lo que te da moverte. La perspectiva es mayor y es una riqueza

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