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Benito Zambrano: “No hago el cine que quiero sino el que puedo”

Benito Zambrano | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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Hace frío y llueve. Es un día gris y comenzamos hablando con el director de cine Benito Zambrano (Lebrija, Sevilla, 1965) de los pueblos (él se muestra orgulloso de ser de uno y de haber llegado a donde ha llegado desde una familia de jornaleros) y de su relación con la muerte. “Hay que llorar mucho. Si no, luego vienen los psicólogos y te dicen que tienes que hacer tu duelo, que hay que llorar”.

Benito Zambrano recibe a CORDÓPOLIS en el patio de la Casa de los Azulejos. Está en Córdoba por trabajo, buscando material para un documental que tiene en mente, y también invitado por la Plataforma Por una Mezquita-Catedral de todos, donde ha compartido debate con Manolo Sanlúcar.

Es un día gris y hace frío. También es temprano. Nos refugiamos en la biblioteca de la Casa de los Azulejos, donde Zambrano, paladeando su seseante acento sevillano, se relaja durante casi dos horas, en las que hace un repaso de casi todo: la actualidad, la crisis, el cine, la crisis, la actualidad y otra vez el cine, y de sus tres películas: Solas, Habana Blues y La Voz Dormida. Pero empezamos por la muerte y los pueblos.

PREGUNTA. En los pueblos estamos más preparados para la muerte, por tenerla tan presente. En los pueblos no se esconden a los muertos. Ni a los niños. Mi primer muerto lo vi muy pequeñito.

RESPUESTA. Sí, yo también. A mí me impresionó ver a un vecino de Lebrija que era un poquito mayor que yo pero con el que jugaba mucho. Se murió de un tumor cerebral y lo vi en sus últimos momentos. Para mí fue muy duro. Es verdad que en los pueblos ves todos los días el cementerio. Ahora ya están los tanatorios y la muerte se hace como más estándar. Antes la gente se moría en sus casas, siempre rodeados de mucha gente. De alguna forma la muerte era una parte de la vida.

P. El ciclo de la vida.

R. Efectivamente. Ahora, en los pueblos la persona que sufre una desgracia de este tipo está mucho más arropada. Es muy triste morirse en una gran ciudad donde estás solo tú con tu muerto. Sobre todo en el caso de inmigrantes. Y vivir eso solo. Eso le da aún más tristeza a la muerte.

P. Más vacío. Te llevas a tu enfermo al hospital y allí muere, allí se oculta la muerte. Luego vuelves a casa y es como si esa persona hubiese desaparecido, se hubiese volatilizado. Eso en los pueblos no pasa.

R. Efectivamente. Al fin y al cabo, el que se muere se murió. El que se queda con la pena es el que sigue aquí. Necesita gente que lo acompañe, que le dé calor, que le acompañe. Afortunadamente, en los pueblos es distinto. Aunque también es verdad que las familias van siendo más pequeñas. Pero bueno, uno tiene allí más compañía.

P. Bueno, empezamos. Tenía preparada una pregunta que empezaba con el encabezamiento: “Para romper el hielo”, pero ya lo hemos roto. No obstante, la gran pregunta es, si se puede contestar, ¿en qué proyecto anda ahora metido Benito Zambrano?

R. Todavía no lo puedo contar. Estoy en varios proyectos, entre ellos un documental que espero rodar este año, pero todavía no estoy autorizado para contártelo (risas).

P. Se echa de menos la gran película sobre la crisis en España.

R. Sí, es verdad. Lo hablamos muchas veces. Soy el primero que me culpo. Hay muchísimos temas de los que me gustaría hablar, pero no hablo de todos los temas que me gustaría hablar porque hago lo que puedo. Y es culpa mía. A mí nadie me dice de qué puedo hablar y de qué no. Pero, a lo mejor me gustaría haber hablado de equis temas, pero no encuentro una buena historia. Como dicen algunos compañeros: no hago el cine que quiero si no el cine que puedo. Es el único que alcanzo. Mi talento no da para más (risas). Entonces, cuando llegan estos momentos, a mí me encantaría contar muchas cosas. Pero no encuentro una buena historia para no hacer un panfleto. El cine también tiene el problema de que es un medio caro. Entre que tienes la idea, el productor consigue el dinero y se puede hacer estamos hablando siempre de tres o cuatro años. Es difícil. No obstante, la crisis está durando tantos años que hay capacidad hasta para hacer dos o tres películas. Pero yo no he encontrado una buena historia. Me puedo sensibilizar, puedo escribir un artículo, pero encontrar una historia no la encuentro.

A lo mejor me gustaría haber hablado de equis temas, pero no encuentro una buena historia

P. Y eso que los telediarios y los periódicos están llenos de historias, y de historias salvajes. Cada día, una nueva. A mí me ha impactado mucho el último desahucio de esta anciana de Vallecas, a la que ha echado a la calle no un banco sino un prestamista particular.

R. Hay millones de historias de gente que lo ha perdido todo, gente de clase media que dio un pelotazo en la época de la burbuja, de pronto se creyeron que eran la leche y al final... Historias hay miles, miles, miles. Lo que pasa es que hay que contar una historia de una manera mucho más interesante que los periódicos (risas). Es una pena. Me gustaría que el cine reaccionara de una manera más inmediata a los problemas que ocurren, a las cosas que afectan a los ciudadanos. Me encantaría. Como ciudadano que vive el mundo, lo veo. No estoy metido en una burbuja. No he llegado a ser ni tan rico, ni tan famoso, ni tan importante como para estar encerrado en una burbujita. Estoy viendo y sintiendo la crisis, y de alguna forma, sufriéndola también como mucha gente. El mundo de la cultura lo está pagando caro. Además, en el entorno de mi familia y mi grupo de amigos lo está pasando mal. Pero me falta... Decir, hostia, tengo este guión, ésta es la historia que quiero contar. Pero no lo he encontrado.

Historias hay miles, miles, miles. Lo que pasa es que hay que contar una historia de una manera mucho más interesante que los periódicos

P. Podemos hacer una serie, incluso.

R. Bueno. Esta crisis va a dar para más. Esta crisis podría dar para contar cómo la política y los políticos han perdido todo el crédito, cómo la gente ha despertado y ha dicho, yo ya no puedo confiar. Podríamos hablar de los políticos, de los poderes económicos, del drama de no poder llegar a final de mes. Como es la crisis más gorda de los últimos años, afecta a muchísimas cosas y ha hecho ver muchos problemas que tenía este país que, desde el punto de vista cinematográfico, claro que es muy interesante. Desde el punto de vista humano, no. A los que nos gusta contar historias, contamos historias perversas, de lo mal que le va a la gente. Nunca de lo bien que le va a la gente. Eso no tiene gracia. La gracia es cómo sufren, cómo se matan, otros engañan, otros roban. Contar historias, es contar eso. Y claro que habría mucho que contar.

P. Siempre has hecho cine social, ya en 1999 con Solas.

R. Sí, siempre ha habido grupos sociales y gente que ya estaba mal antes de la crisis. Gente que trabajaba y vivía de una manera miserable.

P. Puf. ¿Cómo vivirían hoy los protagonistas de Solas?

R. Si la tuviéramos que hacer ahora en este contexto, posiblemente la niña no tendría ni dinero para tener un apartamento, tendría que estar compartiéndolo con otras compañeras.

Me falta... Decir, hostia, tengo este guión, ésta es la historia que quiero contar. Pero no lo he encontrado

P. Rezando porque el abuelo no se muriera para vivir de la paguita.

R. O diciéndole al viejo que sí, que lo aceptaba y que se iba a vivir con él (risas). Ya te digo, la protagonista de Solas ya estaba mal. No tenía trabajo, vivía en una zona miserable. La madre viviendo con la pensión en el pueblo... Ya estaban en el lugar crítico en el que muchísima gente está y otros llevan toda la vida.

P. Cuando estrenaste Solas yo vivía en Sevilla y vi la ciudad y la vida de muchos de sus vecinos allí reflejada. Luego llegaron los años locos del ladrillo y fue como una especie de ilusión, de gente que empezaba a tener dinero. Pero cuando estalla la crisis, volvimos a ser lo que siempre fuimos, como dice el himno de Andalucía.

R. En parte, sí. La crisis nos ha dicho: que vosotros no sois tan ricos, ni tan fantásticos ni tan maravillosos como pensáis. Lo que la crisis nos ha desvelado es muchas más miserias que teníamos escondidas. El nivel de corrupción que ahora se está destapando se ocultó precisamente porque estábamos todos dentro de una burbuja en la que nadie controlaba nada. Cuando hay mucho dinero, la gente no controla nada. Ahora, uno se da cuenta de hasta qué niveles se corrompió todo. Penetró en los ayuntamientos... en todos sitios. Nos pasó lo que le pasa al nuevo rico, que siempre quiere ostentar más, quiere ser más. Como país queríamos ser la leche. Y cometimos el mayor de los errores, al no saber invertir. Cuando íbamos bien no dijimos, vamos a ser inteligentes, vamos a guardar, vamos a invertir en investigaciones, en desarrollar y fortalecer la estructura industrial... Además, no teníamos un gobierno ni unos políticos suficientemente inteligentes, ni un sistema económico ni un poder que fueran razonables, sino todo lo contrario. Claro, si a los americanos no les estalla la crisis, nosotros hubiésemos seguido endeudándonos más y más, hasta que la burbuja estallase. Todas las cosas tienen su ciclo. Llega la crisis americana, y hostia, nos damos cuenta de que estábamos subidos en una nube. Lo triste es que ni políticos ni la gente que dirige el destino de nuestro país, no estaba. ¿Dónde estaban? Ganando dinero. En ese momento, cómo se iba a parar esto. Esto siguió y siguió, y ahí nos fuimos todos detrás.

¿Dónde estaban los políticos y la gente que dirige el destino de nuestro país durante la burbuja? Ganando dinero

P. Andalucía no se ha mantenido al margen, sino todo lo contrario. Tenemos un paro juvenil salvaje. ¿Vuelves mucho por Lebrija? El impacto de la crisis en el campo ha sido brutal. El trabajo de los jornaleros se ha mecanizado y ahora sí que hay poco trabajo en el sector agrícola...

R. Vengo de una familia de jornaleros y yo trabajé en el campo cuando era chiquitillo. Seguí con mis estudios, pero todos mis hermanos mayores trabajaron en el campo. Hay algo interesante que habría que analizar. Gran parte de Andalucía dependía del sector agrícola, pero no hemos conseguido crear una industria alternativa, o alguna de apoyo, o incluso desarrollar la industria agroalimentaria. Lo que pasó cuando dejó de haber trabajo en el campo, en el caso de mi grupo de amigos, fue que casi todos los jornaleros se fueron a la construcción, ya que era la otra alternativa laboral que no necesitaba estudios: fontaneros, electricistas, escayolistas... Buscarse la vida como podían. En el momento en el que hubo ese boom inmobiliario se ganaba mucho dinero. En Lebrija había muchísimos albañiles y muchas empresas de construcción. Además, Lebrija tenía muy buenos profesionales. Y claro, quita eso y en Lebrija no hay nada más.

P. Como pasa en el 90% de los pueblos de Andalucía.

R. Cádiz es una de las provincias con más paro de España. ¿Qué queda? No tienen nada. El campo es de poca gente, y entre la mecanización y las nuevas tecnologías, ya no necesita mucha mano de obra. Con muy poca gente llevas miles de hectáreas. Por una parte está bien, porque el trabajo en el campo era muy duro. Bienvenidas sean las máquinas. Pero, ¿qué hacemos con todos esos trabajadores sin que haya otra industria de nada? En Lebrija, no hay nada. El pueblo lleva en los últimas 30 años igual. Sector servicios, tiendecitas, bares, pero no hay grandes empresas. Esa es la pena. Estamos estancados.

La historia de la Duquesa de Alba es un símbolo de lo peor, del señorito, del terrateniente, del cacique, de lo peor

P. Hablando de esas historias por contar, ¿no crees que hay una sobre la lucha de los jornaleros en los años 70 y 80 en Andalucía, al principio de la autonomía? Sobre todo con la fracasada reforma agraria, y precisamente ahora tras la muerte de la Duquesa de Alba, que representa como nadie al latifundista andaluz, al símbolo de una época. ¿No crees que hay una historia ahí, en que no se pudo repartir la tierra entre quien la trabajaba?

R. Hombre, la historia de la Duquesa de Alba es un símbolo de lo peor. Gente que lleva generaciones y generaciones, con miles y miles de hectáreas. Es un símbolo de lo peor, del señorito, del terrateniente, del cacique, de lo peor. Y que tienen culpa de que en Andalucía todos esos señoritos, los únicos que han manejado dinero durante siglos que venían del sector agrícola, lo único que querían es que esto fuese una tierra de esclavos, prácticamente. Eso es muy triste porque nos ha impedido evolucionar como comunidad, como tierra, como región. Ahora, el reparto o no de tierras es complicado. En Lebrija hubo una experiencia cuando se repartieron un montón de hectáreas entre trabajadores. De eso hará unos 30 años. En Lebrija a gente trabajadora se le dio una parcelita e incluso una casa a muy buen precio. Todo muy bien hecho. Y todo el mundo pensaba que eso era lo que había que hacer. Lo triste es que hoy muchos de estos agricultores han terminado vendiendo la tierra y algunos, los más listos, han ido comprando, comprando, comprando. Ahora, hay gente que incluso no tenía nada que ver con el sector agrícola han creado pequeños latifundios. Sencillamente, porque la gente no ha sabido cultivar la tierra, no ha sido rentable... Es que el cultivo de la tierra y la venta de los productos también dependen mucho de los mercados internacionales, y no es tan fácil.

P. Te pueden hundir la producción de un día para otro.

R. Efectivamente. De hecho, hubo una iniciativa en Lebrija para montar invernaderos de flor porque eso iba a ser la leche. Cada parcelista montó uno y aquello se iba a vender a Holanda, y tal. Al final, muchos de esos invernaderos ya no existen. Entonces, te da pena pensar en aquel sueño del reparto de la tierra. Muchas de las cooperativas que se montaron en aquella época también han dejado de funcionar. Nos hacía falta educación.

Mira dónde estamos ahora, otra vez siendo el culo de España y de Europa

P. Enseñar a la gente a cultivar la tierra y luego a vender.

R. Claro, enseñar a ser un pequeño empresario agrícola. Es que eso no es fácil. La gente sabía trabajar la tierra y eran buenos braceros, buenos jornaleros. Pero cuando te dan la tierra, tú tienes que saber, tienes que hablar con un perito, tienes que saber de venta, cómo manejar tus dineros durante el año, porque ahora depende de cuándo vendas, qué vendas... Muchos ganaban dinero y lo primero que hacían era comprarse un coche grande. No tenían una visión mínima de empresario porque la gran mayoría eran jornaleros. Eso lo ves y te da pena. Pero aún así, hemos tenido la desgracia de que la gente más importante de nuestra tierra, los grandes terratenientes, le importaba un pimiento lo que pasaba aquí. No hemos podido evolucionar teniendo recursos, siendo una región grande... Mira dónde estamos ahora, otra vez siendo el culo de España y de Europa.

P. Y tenemos el mismo tamaño y población de muchos países como Portugal, Grecia, Austria...

R. Y no somos nada. Los señoritos tenían mucho dinero, y ¿para qué? Para qué iban a trabajar o a invertir. Esa es nuestra desgracia.

P. Pero se muere la duquesa, y los titulares son que era la duquesa del pueblo, la duquesa rebelde, van 85.000 personas a su entierro...

R. (Risas) Patético. Eso es muy triste. Sí, se ha muerto. Pero, ¿qué ha hecho por Andalucía? Teniendo lo que tenía, ¿qué ha dado?

P. Ha mantenido el patrimonio.

R. ¿Mantener el patrimonio? Y vivir de puta madre, y ya está. Ellos, y su familia, y ahora repartirán, serán ricos, y tendrán muchas cosas. Pero, ¿qué valor le han dado a esta tierra? ¿Mantener la sangre? ¿Tienen un ADN especial? Te aburres de tonterías. Lo que tenían era mucho dinero y punto. Unas riquezas impresionantes. Han seguido en lo mismo de lo mismo durante siglos.

Tenemos una derecha tan patética, tan hortera, tan conservadora, que también hace mucho daño

P. Antes hablábamos de que la crisis nos está dando muchas historias. Casi todas son dramáticas. Marx decía aquello de que la historia se repite primero como farsa pero después como tragedia. Creo que estamos en el momento de la farsa. Una de las grandes historias, en el sentido de la farsa, desde luego es la del pequeño Nicolás. Eso tiene una película.

R. (Risas). Estamos en la tragedia, pero en toda tragedia ocurren cosas que son bufonadas y de burla. Que el pequeño Nicolás haya llegado a dónde ha llegado y que haya hecho lo que haya esto... qué gilipollas. Y que le haya pasado a la gente del PP. (Risas) Es que tenemos una derecha tan patética, tan hortera, tan conservadora, que también hace mucho daño. Puedes ser de derechas y tener una ideología, pero le das valor e importancia al desarrollo y al progreso. No que aquí están aferrados a cosas viejas y anquilosados en el tiempo. Nos hace falta una derecha moderna. Vamos a darle un poquito de gracia al asunto, para no seguir siendo un país que involucione. Vamos a tener una derecha democrática, que respeta las creencias, la ideología y las formas diferentes de pensar, y no al contrario: hay que pensar como yo pienso y todo lo demás lo destruyo. Entonces, jaja, el pequeño Nicolás aparece aquí como una broma de mal gusto para toda esta gente. Además, creo que es un buen ejemplo del arribista, del que está en un sitio para beneficio personal, que entra en política para meter la mano, defender lo mío, enchufar a mis amigos. Eso es lo que hace que un país no evolucione nunca, porque nunca van a estar los mejores ni los que tienen que estar.

P. O la que se ha liado también con la entrada de la Pantoja en la cárcel, que va a cantar esta Navidad para las presas.

R. Me parece muy bien. Ha cantado delante de los ricos, ahora le toca delante de los pobres. Ver a políticos importantes, que eran como el ejemplo a seguir que ahora están en la cárcel, y los que tendrían que entrar. Cuando empieza a ocurrir con tantos, uno ve que la farsa empieza a ser un esperpento.

Las heridas de la Guerra Civil se cerraron pero para el que ganó y disfrutó de toda la impunidad

P. La historia se repite. Los esperpentos ya los escribía Valle Inclán.

R. Sí, sí, sí. Y lees a Pérez Galdós hablando del bipartidismo a finales del siglo XIX. Y te dices: tantos años después seguimos haciendo lo mismo, cayendo en los mismos errores, no cambian las cosas, no hemos evolucionado nada. ¿Qué es esto, Dios mío?

P. La Voz Dormida. Su protagonista, Pepita Patiño, vive aquí en Córdoba, en una residencia de ancianos de la plaza de Capuchinos. Cuando estrenaste la película en el año 2011, se repitió la misma historia: que si era otra película de la Guerra Civil, que si se reabrían las heridas...

R. Las heridas se cerraron pero para el que ganó y disfrutó de toda la impunidad. El que sufrió cárcel, penalidades, al que le mataron a su familia, que se quedó sin padre, o sin madre, ¿a esa gente qué le dices? ¿Que no pasó nada? ¿Qué hay que olvidarlo tan fácilmente? ¿No hay un reconocimiento, no hay una investigación? ¿Nos olvidamos de las más del 100.000 personas que están en fosas comunes? ¿Esa es la manera de curar las heridas, dejando los cadáveres en las cunetas? Cuando ya por fin los que no podían hablar, los que estaban callados, los que estaban sufriendo rompen el silencio, ¿eso es reabrir las heridas o es que no estaban cerradas? Pero no cerradas. Para que una herida deje de sangrar tiene que estar limpita, bien estudiada por el médico y bien tratada y bien curada. Esa herida no se vuelve a abrir. Si la cierras mal, si hay pus dentro, si hay suciedad, si se ha hecho una mala costura, esa herida va a volver tarde o temprano. Es muy fácil desde los que ganaron, vencieron y se aprovecharon decir vamos a dejarlo, hasta aquí. ¿Y los demás? ¿Porqué? Yo estuve en una excavación de una fosa común y apareció por allí a una mujer a la que habían matado a su madre, y eran ocho hermanas. Como no encontraban al padre, fusilaron a la madre, y a 16 ó 17 mujeres más. Esa mujer vino para hacerse una prueba de ADN, quería saber quién era su madre. Esa mujer vive. ¿Qué le decimos? Da igual. Nos olvidamos. Mientras, sí podemos hacer excavaciones para sacar a un romano, a un moro, a un cristiano o a un judío. Si alrededor de Madrid hubiese una fosa común en el que un historiador dijera: cuando llegaron los franceses aquí fusilaron a 80 madrileños que se habían rebelado. ¿Tú crees que esa fosa no iban a ir rápidamente a abrirla, a hacerle un monumento e incluso un centro de interpretación? Hay cosas muy contradictorias. Entonces, habrá gente a la que no le convenga que se hable y de que se analice la historia de porqué ocurrieron esas cosas, quién fue el que se levantó, quién dio el golpe de Estado, quién se ensañó, quién nos metió en 40 años de oscuridad.

P. Hoy estamos buscando la fosa de Lorca en Granada. A mí me encantaría ir al entierro de Lorca.

R. (Risas). Sí, sería impresionante.

No creo que exista el cine andaluz. Existe el cine hecho en Andalucía y por andaluces

P. Volvemos al cine. ¿Existe el cine andaluz?

R. Yo creo que no. Existe cine hecho en Andalucía y por andaluces. Cine que se hace en Andalucía, o cine que se hace fuera de Andalucía por andaluces. Tenemos una pequeñita, pequeñita industria del cine, que con la crisis se ha quedado muy reducida. El cine que cada director andaluz que hace es muy diferente. Podía haber una unidad témática o de algo, pero no creo que haya una unidad de nada.

P. Evidentemente, Alberto Rodríguez y tú no tenéis nada que ver.

R. Exacto, y estaba pensando en otra gente. Cada uno es como es. A lo mejor dentro de 30 años, miras hacia atrás y dices, sí. Pero ahora mismo yo no veo ningún punto en común entre la gente que hace cine en Andalucía. ¿Qué tendría que tener para que fuese cine andaluz? ¿Que estuviese rodado aquí? ¿La luz, el color? No lo hay. Igual que lo hay en la música, con tipos muy andaluces como el flamenco, la rumba la sevillana, incluso con el rock andaluz... Pues tú puedes decir, sí. Pero para dos o tres películas al año que hacemos en Andalucía... Igual tendríamos que poner todos los carteles juntos, o un fotograma, para decir, mira sí, igual hay alguna conexión. Pero creo que lo que hace Alberto Rodríguez o yo, es muy diferente. Lo que hace Álvaro Begines o Paco León también.

P. ¿Y un sector audiovisual andaluz?

R. Sí, pero como en todos sitios. Existe un pequeño grupo de productores, que se mantienen entre el cine, la televisión y el documental, y ahí sobreviven.

P. Ahora están de moda las series, al menos en Estados Unidos. Ya hiciste una.

R. Miniserie.

P. Parece como que lo mejor del cine se está yendo a las series televisivas.

R. En Estados Unidos sí, aquí en España no sabría qué decirte. Yo no soy un gran seguidor de series en televisión, pero lo poco que veo es que sí: de repente te encuentras series muy interesantes. Pero en España, ¿qué series ves interesantes?

P. A mí me gustó mucho Crematorio. Y también recuerdo Padre Coraje, con el 'Maquea' y Juan Diego.

R. Sí, claro, miniseries ha habido algunas muy interesantes, como la que hizo Villalonga con Evita Perón, alguna sobre el 23-F. Es decir, algunas miniseries se han currado muy bien el guión, la producción y ha habido un buen trabajo de dirección, ha habido productos muy interesantes. Pero ese es el nivel.

Hoy el cine depende mucho de las televisiones. Mucho, mucho, mucho. Vas a hacer una película, y tienes que contar con las dos o tres cadenas de televisión. Sin ellos no puedes hacer nada

P. Te lo pregunto por que no sé si los tiros pueden ir por ahí. Dice Enric González que cuando en Europa son las nueve en Nueva York todavía son las 12 pero de diez años después.

R. Una de las cosas que está pasando es que la televisión puede dar un salto cualitativo importante porque es casi la única fuente de financiación que hay. Hoy el cine depende mucho de las televisiones. Mucho, mucho, mucho. Vas a hacer una película, y tienes que contar con las dos o tres cadenas de televisión. Sin ellos no puedes hacer nada, lo cual quiere decir que si ellos quieren hacer que las series funciones, son los que tienen el poder económico. Eso va a depender de la capacidad de riesgo, del atrevimiento o de las ganas de innovar que tengan. También del pagar bien para que los guionistas puedan currar y se lo trabajen. Las televisiones son la pata más importante que hay para la industria audiovisual de este país. Creo que las características de Estados Unidos y España son muy diferentes. Ellos, ¿qué son, 300 millones de habitantes? El problema es que allí puedes hacer una serie para un target concreto y que funcione. Aquí no puedes hacer una serie para 500.000 personas. Aquí tienes que hacer una serie que guste a las abuelitas, a los niños... para poder juntar a dos o tres millones de espectadores. Eso para nosotros es un gran problema. Al ser una película que le tiene que gustar a todo el mundo, no puedes innovar en género, en estilos... Pero dentro de ese margen hay que moverse.

P. ¿Son cada seis años cuando estrenas una película? ¿Te presiona mucho la fecha?

R. Joder, me cabrea mucho. ¿Son seis años? 1999 Solas, 2004 Habana Blus, por medio estuvo Padre Coraje.

P. Hasta La Voz Dormida que fue en 2011.

R. Siete años, tío. (Risas).

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