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El carpintero en castellano de Pamuk

Rafael Carpintero posa durante su última visita a Córdoba con 'Paz', de Tanpinar, su última traducción del turco |MADERO CUBERO

Marta Jiménez

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El cordobés Rafael Carpintero ha traducido al castellano prácticamente toda la obra del premio Nobel Orhan Pamuk  | Su última traducción del turco ha sido 'Paz' de Tanpinar, el “padre estilístico” de Pamuk

Rafael mira al cielo de Córdoba y se pone a pensar contando con los dedos y balbuceando números. Necesita su tiempo para recordar cuántos libros del Nobel turco Orhan Pamuk ha traducido al castellano. “11 ó 12”, responde, “no me acuerdo bien. Todos menos El novelista ingenuo y sentimental”. Charlar con el traductor en una terraza del centro de la ciudad significa sumergirse en un oficio meticuloso y fascinante, capaz de cambiar la forma física de la materia prima de un libro. Las palabras. Y levantar ese andamio en nuestra lengua alrededor de una novela es tan sofisticado, que Carpintero haría más honor a su apellido si este fuera Ebanista.

Cuando Rafael Carpintero ( Córdoba, 1962) se matriculó en la Facultad de Filosofía y letras de Córdoba no pensaba en traducir. Era un enamorado de las lenguas “raras”, y uno de los pocos escolares de su época que habían disfrutado del latín y el griego. De la Facultad de la judería cordobesa saltó a la Autónoma de Madrid para licenciarse en Filología Árabe. Aquel era el único lugar entonces en el que se estudiaba árabe como una “lengua viva”, en contacto con lo contemporáneo y no solo recordando su esplendor andalusí, “gracias al profesor Martínez Montávez”. Allí Rafael descubrió el turco, una lengua más rara todavía. Ello le llevó a Estambul donde sigue viviendo 27 años después, convertido en profesor del departamento de Español de la universidad y en el traductor de prácticamente toda la obra de Pamuk al castellano.

Curiosamente, el último que ha traducido del autor es el primero: Ceudet Bey e hijos, publicado por Mondadori. El traductor confiesa que tras el primer viaje de Pamuk a Estados Unidos, este renegó de sus dos primeras novelas “porque la tercera [El castillo blanco] era la buena para él”. El Nobel no tuvo “ningún interés” en que se tradujera a otros idiomas, “pero claro, ahora que se traducen hasta sus listas de la compra”, bromea Carpintero, “se ha traducido y él lo tiene asumido”. Ceudet Bey e hijos es una saga familiar para la que Pamuk tomó como ejemplo Los Buddenbrook de Thomas Mann. “En realidad, se trata de una familia muy parecida a la suya”, cuenta su traductor sobre la historia de un comerciante musulmán al final del imperio otomano, la de sus hijos y amigos en la segunda parte, y la de los nietos justo antes del golpe del 70. Se trata de una novela “muy tradicional” y es por eso por lo que “encanta a muchos de los que no les gusta Pamuk en Turquía”.

Aunque no ha sido este el único acercamiento a los orígenes de Pamuk de Carpintero. También acaba de aparecer en España, y traducido por Rafael,  la novela Paz de Ahmet Hamdi Tanpinar, “el padre estilístico de Pamuk”. Para el traductor, leer esta novela significa “entender por qué Pamuk escribe como escribe”. Tanpinar, muy considerado en Estambul, no llegó a conocer a Pamuk y ha sido reivindicado en los últimos años como “autor de culto tras haber caído en desgracia por su lenguaje lírico y no tener base social”. Ambientada en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Paz es un drama familiar ambientado en la ciudad de dos continentes.

Con respecto a su trabajo en la traducción, Carpintero calcula que traduce “unas 80 páginas mensuales”, ya que lo compagina con su trabajo de profesor en la Universidad de Estambul, por lo que en un libro de 400 páginas tarda unos seis meses de trabajo para convertirlo al castellano. Entre sus favoritos escritos por Pamuk se encuentran La casa del silencio, “una historia preciosa de ese país y de ese momento”, y, sobre todo, Me llamo rojo,“por muchos motivos. Por cómo planteé  la traducción, la documentación que hice y por el partido que le he sacado dando charlas. Me gustó mucho traducirlo y todo lo que le rodeó”. Rafael desvela que la clave de su trabajo está en encontrar “el tono de la traducción”, algo que no se aprende, aunque “leer mucho a Galdós o Clarín puede desarrollar la sensibilidad”, añade Rafael.

Una de las cosas que Carpintero confiesa odiar es cuando alguien le dice que una novela que ha traducido parece que está escrita en español. “Es que está escrita en español, obviamente”, suele responder, aunque en realidad esa es su idea de la traducción: que una novela se parezca lo más posible a su original en otra lengua. Él tiene la suerte de conocer a Pamuk, el autor que tanto ha traducido, “aunque hace un par de años que no lo veo”. Pamuk vive ahora fuera de Estambul y la última vez invitó personalmente a Carpintero y a su esposa a la inauguración de su Museo de la Inocencia, que acoge objetos de la vida cotidiana basados en sus novelas y, principalmente, en la novela del mismo nombre.

Antes de volver a Turquía, Rafael no puede evitar hablar Estambul y de sus paralelismos con Córdoba. “Son diferentes en tamaño pero ambas tienen en común la misma historia, pero al revés”. Las dos ciudades comparten un pasado romano y la vida de barrio en lo contemporáneo, “ese estilo de vida es muy parecido para lo bueno y para lo malo”, explica el traductor. Rafael añade que ambas ciudades han cambiado mucho en 30 años. De Estambul dice que se encontró cuando llegó “una ciudad balcánica” que ha evolucionado mucho, y de Córdoba lo mismo, aunque siga existiendo un núcleo “muy estático, que gira sobre sí mismo”, pero que se va “diluyendo” para el traductor cordobés.

Viéndole alejarse es imposible no idealizar la vida de alguien que ha tenido como ciudades base Córdoba y Estambul, y que, encima,  ha escuchado el mundo a través del eco de palabras en lenguas extrañas. Trabajando para que éstas no suenen extranjeras ni advenedizas, sino naturales y cercanas. Porque como dice Álex Grijelmo, “las palabras no solo significan, también evocan”.

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