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Colaborativa: “Córdoba ha de mirar a las ciudades que se han reconvertido”

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Alfonso Alba

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¿Qué es Colaborativa? “Diseño, tecnología y acción social”. Son cuatro palabras las que hace cuatro años eligieron Javier Burón (que en su perfil web asegura que “me gusta desmontar cosas”) y Magda Sánchez (“escribo código sin sentido”), un arquitecto y una informática, profesores en la Universidad de Limerick que un día decidieron vivir entre dos tierras: la que le vio nacer, Córdoba, y la que les da de comer, Irlanda.

Cuando están en Córdoba, viven y trabajan en una casa alquilada en el barrio de Santa Marina. Sorprende que tras la puerta de la cochera no está aparcado ningún coche sino que se levanta un ordenadísimo taller al que llaman Colaboratorio y que está presidido en el centro por una mesa redonda cuyo tablero es un mapa de la ciudad. En este taller se ensambló la primera impresora 3D de uso doméstico de Córdoba, que muchos creen que ha sido un invento de Colaborativa.

La casa también tiene un patio, que como cualquiera del barrio de Santa Marina está lleno de flores. Pero en el centro y sobre una mesa está depositada una cúpula geodésica, el último proyecto de Colaborativa con el que pretenden revolucionar el sistema constructivo de la ciudad. Diseño, tecnología y acción social. Es decir, en Colaborativa se trabaja en el diseño y la evolución de una tecnología que permita cambiar las cosas. La tecnología al servicio de los ciudadanos, y no al revés.

Cuando nació Colaborativa, el primer proyecto que desarrolló fue el de la creación de un Espacio Creativo Independiente. En 2010, lo presentaron en la sede de la Cámara de Comercio de Córdoba y meses después se embarcaron, junto con la firma local Zum Creativos, en el concurso público para la cesión de la Pérgola del Duque de Rivas. Ahora, más de tres años después, se ha resuelto el concurso.

PREGUNTA. Antes de empezar me gustaría hacer una pregunta personal y egoísta, a vosotros que siempre estáis por delante en las nuevas tecnologías. ¿Cuándo va a salir una aplicación que sea capaz de transcribir un audio como éste de una entrevista a un documento Word? Al que la invente, los periodistas le ponemos un monumento. (Risas)

RESPUESTA. En teoría la tecnología está disponible. Ya existen herramientas de dictado.

P. Será que aún no hemos dado con ella.

R. Tiene que haber, tiene que haber. Si buscas herramientas de dictado seguro que encuentras.

P. Lo malo será encontrar una herramienta de dictado que reconozca el acento cordobés.

R. (Risas) Los que han hecho el Siri, una empresa externa que compró Apple, se han ido. Ahora están desarrollando la nueva generación de reconocimiento de lenguaje natural que parece que va a ser la caña.

P. ¡Los periodistas del mundo lo esperamos! Bueno. Hace un par de años anduvimos por aquí, en vuestro Colaboratorio, y escuchamos hablar por primera vez de la impresora 3D. Hoy no es que se haya convertido en el pan nuestro de cada día, pero sí que es una tecnología que empieza a resultar familiar y muy práctica para muchos profesionales. ¿Seguís todavía desarrollando las impresoras 3D o trabajáis ya en algo totalmente nuevo? Por concretar, ¿en qué andáis?

R. (Risas). Las impresoras 3D las estrenamos precisamente en este espacio, el Colaboratorio, que lo configuramos con un sitio donde pudiésemos hacer proyectos de cultura libre, un concepto que nos interesa mucho y que cuesta un poco explicarlo bien. La gente entiende que la cultura libre es sinónimo de gratuito. El desarrollo de las impresoras 3D está relacionado con esto. Quizás el siguiente paso que hemos dado es la fabricación digital: ya no son sólo impresoras 3D sino todo tipo de máquinas que te permiten fabricar cualquier cosa. Las impresoras 3D usan un plástico que se funde. Cuando empiezas a combinar eso con otro tipo de tecnologías, surge la fabricación digital. Por ejemplo, la estructura de la cúpula geodésica que hemos visto en el patio [Javier Burón señala a una estructura geométrica que ha llamado la atención de los periodistas nada más entrar] está cortada a láser. Este láser se trata de un diseño abierto, como el de las impresoras 3D que desarrollamos en el Colaboratorio, que lo hemos montado en Irlanda y que ahora te permite cortar material. Se pueden hacer cosas más grandes, a otra escala.

Lo que nos interesa no son solo las maquinitas, sino las maquinitas como un medio para facilitar otras cosas

Cuando empiezas a combinar todas estas tecnologías, empiezas a tener toda la capacidad de producción industrial a escala doméstica. Eso es lo que nos interesa: diseño, tecnología y acción social. Lo que nos interesa no son solo las maquinitas, sino las maquinitas como un medio para facilitar otras cosas. La impresora 3D existía hace 30 años. Pero a nosotros lo que nos interesa es la versión doméstica de esa impresora 3D. Ahora, otro tipo de personas tiene acceso a esa tecnología y empiezan a pensar cómo sacarle partido. Es lo que ocurrió con los ordenadores en los años 80. Pasaron de ser una máquina que solo tenían gobiernos, universidades y militares, para llegar a la gente normal, que comenzó a generar usos súper interesantes que nadie había pensado antes. Ese es el punto social que nos interesa de la tecnología.

De repente, el ciudadano tiene acceso a una tecnología y a una capacidad de producir...

P. Entonces, ahora mismo cualquier persona podría montar un taller en su casa con una fábrica de... ¿cualquier cosa?

R. Sí, ese es el concepto del laboratorio de fabricación digital. Nosotros montamos el Colaboratorio en el que empezamos a montar cosas y nos dimos cuenta de que esa tecnología ya es accesible y hay diseños abiertos: la gente se puede descargar planos. Eso genera otro tipo de espacios: un laboratorio de fabricación digital, que permite la fabricación a pequeña escala con casi la misma precisión que la producción en masa. Lo interesante es saber cómo va a afectar a las ciudades y a la forma en la que se distribuye la riqueza. Ya no harían falta grandes centros de formación y desarrollo. Ya se podría innovar en centros tecnológicos en pequeños lugares. En julio estuvimos en Barcelona, en una conferencia internacional de laboratorios de fabricación digital (FabLab). Ha sido la décima edición, pero este año ha sido el de su explosión. El número de asistentes con respecto a años anteriores ha sido muy superior. Los FabLab están apareciendo en los sitios de siempre (Europa y Estados Unidos), pero también en África, en América Latina... De repente, el ciudadano tiene acceso a una tecnología y a una capacidad de producir... Hay gente que está hablando de que el FabLab va a incidir en la producción dentro de la ciudad. Por ejemplo, puede ser muy interesante para las industrias creativas. Hay muchas cosas que la industria creativa no toca porque no se mete en berenjenales, ya que para determinadas cosas necesita una gran escala. Para eso se necesita una inversión, un banco... Con este tipo de herramientas se puede empezar de arriba a abajo. Así lo hemos hecho nosotros: hemos construido nuestra propia tecnología. Hace 20 años la misma máquina costaba 20.000 ó 30.000 euros. Ahora las piezas para hacerte una impresora 3D te cuestan 300 euros.

En la cultura libre se comparten cosas, pero no a lo loco. Hay reglas, hay licencias, abogados trabajando en estas cosas

Todo esto tiene que ver con la cultura libre. Se trata de la cultura de compartir cosas, pero no a lo loco. En la cultura libre hay reglas, hay licencias, abogados trabajando en estas cosas. Se trata de una nueva forma de trabajar que estamos aplicando desde la construcción de impresoras hasta la regeneración de solares abandonados, como el Huerto Fuensanta.

P. En Córdoba hay mucha gente que piensa que habéis inventado la impresora 3D.

R. (Risas) Eso no es así. Se trata de un modelo abierto que hemos ensamblado en el Colaboratorio. Eso sí, nosotros lo que hemos hecho es modificar la impresora, adaptarla a nuestras necesidades. Dentro de la cultura libre se comparten las mejoras. De alguna manera tú te has beneficiado y lo vuelves a distribuir en la comunidad. Eso no quiere decir que tú no puedas sacar rendimiento económico de esto. De hecho, nosotros lo hacemos, utilizamos la impresora 3D para dar cursos... No hay ningún problema. A ver, es igual que un desarrollador web utiliza Wordpress, que es libre, para diseñar algo como por ejemplo Cordópolis. Mucha gente piensa que la cultura libre limita. No, son otras reglas para trabajar de forma colectiva.

Mucha gente piensa que la cultura libre limita. No, son otras reglas para trabajar de forma colectiva

P. Claro, pero en la cultura libre aún queda trabajo por hacer, como definir la autoría de las cosas. No obstante entiendo que usando la cultura libre se pueda generar negocio. Me estáis hablando de la impresora 3D, con la que ahorráis un montón de costes para desarrollar otras cosas que sirven para dinamizar la economía.

R. Eso genera otra gran pregunta. Si de repente hay máquinas a escala doméstica con la que puedas producir cosas para las que antes necesitabas una gran estructura, ¿qué ocurre ahora? Todo el sistema de producción industrial que conocemos empieza a resquebrajarse. La obsolescencia programada es un buen ejemplo. Las empresas diseñan productos para que se rompan antes de tiempo. Cuando estas tecnologías estén disponibles para todo el mundo, ¿qué va a hacer la gente? Alargar la vida de los productos mediante su reparación. Ahí el rol del diseñador cambia. Podrá seguir diciendo: “No, yo formo parte de una empresa grande y voy a trabajar de esta forma”. Estupendo. Pero hay otro tipo de economía que se va a generar: el diseñador local que te repara estos dispositivos diseñando piezas o gente que customiza productos. Imagina: te compras una tele Samsung con toda la tecnología anterior, y luego alguien local te hace una customización de ese producto. Es decir, va a haber una gran cantidad de nuevas profesiones relacionadas con lo físico. Supongo que a Córdoba como parte de la periferia de Europa llegarán las cosas un poco más tarde.

Cuando se aplican tecnologías combinadas ves que puedes producir cualquier cosa

P. Ahora mismo, en Córdoba, ¿qué aplicación y uso se le está dando a la impresora 3D?

R. Nosotros a la impresora 3D en especial, no. Pero ahora sí le estamos encontrando uso a la cúpula geodésica, en la que hemos empezado a trabajar. La estamos especializando para la autoconstrucción. Hoy en día se entiende la autoconstrucción como algo primitivo, como si estuvieses pensando en echarte al campo y volver a compactar tierra con adobe... Con una impresora 3D haces piezas pequeñitas, que muchas veces piensas: ¿qué vamos a hacer con esto? Cabezas de Yoda, botecitos... Pero cuando se aplican tecnologías combinadas ves que puedes producir cualquier cosa. La cúpula geodésica es nuestro segundo paso aplicando tecnologías combinadas. El año pasado en Scarpia hicimos una versión usando la impresión 3D y caña de bambú. Era una intervención artística pero concluía que si se puede usar materiales sencillos se pueden generar estructuras que permitan que gente con pocos recursos pueda construir. Muchas veces no necesitamos edificios de 20 millones de euros para empezar proyectos. Puedes construir estructuras más temporales y que el proyecto vaya creciendo alrededor. Eso es lo que estamos estudiando.

En Londres vimos viviendas de autoconstrucción de los años 80. Pues bien, la gente que se había construido su propia casa no se iba, sabía cómo repararlas, el no haberse hipotecado les había permitido estudiar, optar por otro tipo de trabajos...

También nos interesa la autoconstrucción en vivienda social. Es muy paradójico que la forma en que se construye la vivienda social en España sea exactamente igual que la de la vivienda comercial. Se basa en grandes empresas que la administración contrata. Estas empresas tienen un beneficio industrial para proveer a la gente que tiene tiempo, pero no dinero, de una vivienda social. Hay experiencias en algunos países de Europa que hicieron todo lo contrario. La administración provee de técnicos que supervisen y materiales. Se hace un proceso de selección de gente que realmente necesite una casa y cumpla una serie de requisitos para acceder a la vivienda social. Así, la gente durante el mismo proceso, porque se tarda el mismo tiempo que con el método tradicional, construye su propia vivienda. Las calidades de la casa y de los barrios que se generan son increíbles. En Londres vimos viviendas de autoconstrucción de los años 80. Pues bien, la gente que se había construido su propia casa no se iba, sabía cómo repararlas, el no haberse hipotecado les había permitido estudiar, optar por otro tipo de trabajos... Métodos constructivos que permitan que la gente pueda hacerse sus propias casas sin necesidad de grandes grúas y grandes maquinarias hacen que la gente mejore. Así pues creemos que estas tecnologías van a ayudar. ¿Cuándo, cómo? Ahora estamos investigando este tema. Esto es lo que responde a la pregunta de ¿dónde andáis?

P. Claro, pero ¿y Colaborativa de qué vive mientras investiga?

R. Cierto. Esto son investigaciones a medio y largo plazo. Mientras tanto, nos contratan para hacer proyectos de tecnología y diseño: montajes, temas audiovisuales. Pero intentamos limitar estas contrataciones. Gracias a nuestra vinculación con la Universidad en Irlanda nos entra un dinero de forma continua que nos permite comprar nuestra libertad. Por ahora estamos intentando destinar la mitad de nuestro tiempo a proyectos con ánimo de lucro y la otra mitad a proyectos sin ánimo de lucro, porque nos lo podemos permitir. No tenemos una hipoteca, vivimos de alquiler... Este año le han dado el premio Pritzker a Shigeru Ban, un arquitecto japonés que lleva 30 años haciendo eso y nos ha dado mucha moral. Este arquitecto trabaja en la construcción de estructuras para prevenir terremotos en Japón y lo hace usando materiales muy baratos. Este arquitecto llevaba mucho tiempo diciendo que él dedicaba la mitad de su tiempo para este tipo de trabajos a través de una ONG y la otra mitad para temas comerciales. Ahora que podemos hacerlo nos gustaría seguir en esa línea.

Gracias a nuestra vinculación con la Universidad en Irlanda nos entra un dinero de forma continua que nos permite comprar nuestra libertad

P. A todo esto, ¿qué es una cúpula geodésica?

R. (Risas) Es una estructura que desarrolló un arquitecto americano en los años 50. Conceptualmente, es una estructura muy innovadora porque con muy poco material cubres mucha superficie y la haces tremendamente resistente. Cuando Fooller la desarrolló, la cúpula geodésica le interesó tanto a los militares durante la Guerra Fría como a todo el movimiento de la contracultura de la época. También se usa ahora para refugios en el Ártico. Allí hay que transportar el mínimo material posible. También esta cúpula aguanta unas cargas de nieve brutales. En España se están viendo ahora cúpulas geodésicas en huertos urbanos, sobre todo de Barcelona y Madrid. Estas cúpulas se ven también en los grandes festivales de música. El punto que nosotros le estamos dando es la utilización de materiales de bajo coste, como son los tubos de cartón. Es una influencia de Shigeru Ban. Hemos montado una cúpula geodésica en un festival de música en Irlanda, hace dos semanas. Era una cúpula de diez metros de diámetro, seis metros de altura, cubría 70 metros cuadrados y tenía un coste, sin incluir mano de obra, de siete euros metros cuadrado. El montaje se hizo en un día, y son 70 metros cuadrados libres, sin pilares en medio.

Hemos construido una cúpula de diez metros de diámetro, seis metros de altura, cubría 70 metros cuadrados y tenía un coste, sin incluir mano de obra, de siete euros metros cuadrado

Aquí pensamos, por ejemplo, que una asociación de vecinos que lleva diez años pidiendo un lugar en el que poder reunirse y no lo encuentra porque se trata de un proceso largo y caro. Nosotros pensamos que a lo mejor es posible la creación de estructuras temporales, perfectamente homologadas, seguras y rígidas, que los propios vecinos puedan construirlas. Y que sirvan para que ese tipo de proyectos sigan adelante. Ya llegará el edificio más tarde. Pero cuando llegue la asociación estará más establecida porque habrá podido reunirse siempre. Estas luchas por lograr un espacio queman tanto que la gente pierde la ilusión, o se desanima.

P. Se dedican más esfuerzos a buscar un lugar que al propio proyecto.

R. Si montas una estructura provisional y pones en marcha el espacio, en tres años será más fácil hacerse con un edificio porque el proyecto estará más consolidado. También se trata de una reacción de nuestra generación, gente de nuestra edad que está sufriendo ahora las consecuencias. Los arquitectos, por ejemplo, ven que no hay trabajo en España. Entonces la solución es marcharse al extranjero y seguir haciendo el trabajo tradicional o intentar pensar en otras formas. Las necesidades siguen existiendo. No hace mucho nos juntamos con una asociación de vecinos en Córdoba que no tenían un lugar en el que reunirse.

El reto está aquí y cambiar la mentalidad, sí. Pero eso va en mucho de los proyectos que hacemos, como ocupar un solar sin apoyo vecinal y casi sin apoyo de nadie, y que ahora ese solar que estaba degradado sea un huerto gestionado por los vecinos

P. Pero eso requiere un cambio de chip. Todo esto que estáis exponiendo a mí me suena un poco a chino. Estáis planteando una auténtica revolución... Si cualquiera se puede construir una estructura para vivir a un precio mucho más barato... Es que eso necesita un cambio de mentalidad. No sé si eso puede ser lo más complicado.

R. Cuando nos embarcamos en un proyecto no es que se nos ocurra una feliz idea y ya está. Lo hacemos porque vemos cosas parecidas o similares que están pasando en otros sitios. La vivienda social autoconstruida tiene unos ejemplos increíbles en Londres. Allí la comunidad ha florecido muchísimo: gente que ha pasado de no tener recursos a sacarse un doctorado gracias a que no les ha hecho falta tener dos trabajos para poder pagarse la casa. Eso existe, pero es difícil de encontrar.

Muchas ideas pueden sonar un poco extrañas pero llevan ocurriendo muchos años. El reto está aquí y cambiar la mentalidad, sí. Pero eso va en mucho de los proyectos que hacemos, como ocupar un solar sin apoyo vecinal y casi sin apoyo de nadie, y que ahora ese solar que estaba degradado sea un huerto gestionado por los vecinos en el que nosotros ya no tenemos nada que ver... Eso es un subidón.

P. ¿Cuánta gente participa ahora mismo en el huerto de la Fuensanta?

R. Desde febrero no estamos vinculados. Estuvimos 18 meses involucrados, trabajando activamente. Pero este año, en febrero, decidimos desvincularnos, al ver que el proyecto ya había madurado y estaba dinamizado por los propios vecinos. Nos hemos encerrado en la oficina y estamos recopilando todo el trabajo que hicimos durante 18 meses en el huerto. Estamos escribiendo una guía que resume la experiencia.

P. Guía práctica para crear tu propio huerto.

R. O para recuperar un solar abandonado. El huerto siempre lo vimos como la herramienta perfecta para iniciar la recuperación de un solar. Es como lo de las estructuras temporales. El huerto puede ser una estructura temporal para recuperar un solar, pero al empezar a generar un tejido asociativo puede ir a más y se puede convertir en el centro de día que no existe, o el centro cívico que nunca tuvo la zona. Eso depende de cómo se desarrolle, que se adaptará a las necesidades del barrio y que nosotros desconocemos.

Vamos a trabajar a tope para que La Pérgola se convierta en el sueño que teníamos

P. La pregunta del millón.

R. (Risas) La Pérgola.

P. Imagino que muy ilusionados con la adjudicación, tres años después, del concurso para la gestión de la Pérgola del Duque de Rivas.

R. Muy contentos. Contentísimos. Ha sido un proceso muy largo. El Espacio Creativo Independiente fue el primer proyecto que pusimos en marcha desde Colaborativa. Cuando montamos la empresa pensamos qué haría que nos quedásemos en Córdoba. Nació de una necesidad propia.

P. Sí, yo os conocí hace cuatro años, cuando propusisteis el Espacio Creativo.

R. Sí. Entonces, para imaginarnos en Córdoba hace muchos años pensamos en que era necesario dar más visibilidad a la industria creativo cultural, como un sector que puede contribuir a la economía y a la sociedad, a Córdoba. El momento era el adecuado por todo el tema de la Capitalidad Cultural. Pero si la Capitalidad no sale no podemos olvidarnos de repente de ese sector y volver a los sectores tradicionales, que hasta ahora han servido de soporte para la ciudad. A lo largo de nuestra investigación hemos visto muchos ejemplos de sitios que empezaron en condiciones mucho peores que Córdoba al inicio de la crisis y cómo apostando por este tipo de industrias tienen una segunda vida. Hay ciudades industriales en Inglaterra que se fueron al garete durante la reconversión y que ahora se han transformado gracias a la economía creativo cultural. Por eso siempre pensamos que ojalá fructifiquen proyectos como este. Si no el nuestro, iniciativas como la nuestra. Se está creando una red de espacios similares. Lo ideal sería que no fueran exclusivamente privados. Pero para eso hace falta una nueva forma de entender esto.

Hay ciudades industriales en Inglaterra que se fueron al garete durante la reconversión y que ahora se han transformado gracias a la economía creativo cultural

Vamos a trabajar a tope para que La Pérgola se convierta en el sueño que teníamos. Zum son unos socios muy buenos. Zum y Colaborativa somos empresas muy diferentes, pero nos juntamos y tenemos objetivos comunes. Sabemos que vamos a tener fuerza por eso. Ahora con la Pérgola estamos siguiendo la misma política que aquella rueda de prensa en la Cámara de Comercio en el año 2010: cada cosa que nos llega, que nos enteramos, que tenemos, lo publicamos en la web. Nos esperan meses duros de trabajo pero vamos a ir publicándolo todo.

P. Más de tres años es mucho tiempo. No sé si es culpa de los ritmos de esta ciudad, donde las transiciones son muy largas y está poco acostumbrada a los cambios rápidos. Y volviendo a lo de la reconversión económica de la ciudad, parece que nos va a quedar mucho tiempo antes de salir del agujero.

R. Es muy difícil imponer cambios de abajo a arriba, ya que hay una serie de limitaciones de gente que se pueda organizar, presupuesto, problemas legales... De arriba a abajo, se supone que hay más medios y capacidad, pero no se pueden imponer cosas que no existen. Entonces, hay que estar atento a lo que está ocurriendo abajo, al caldo de cultivo, y alentarlo. Chocamos entonces con el concepto de visión única de la ciudad, algo que no compartimos. Una ciudad es todo lo contrario, una suma de cosas que muchas veces son conflictivas e incoherentes. Esas visiones de arriba a abajo tan homogéneas de Córdoba se pueden hacer pero teniendo dinero. Por ejemplo, Dubai va a ser la capital cultural de Oriente Medio, ¿no? Lo pueden conseguir gastando dinero a espuertas. Y la cantidad de energía que van a gastar será brutal. Pero claro, eso va a dejar allí un poso. Ciudades como Córdoba no tienen esa capacidad económica. Por tanto, las visiones de arriba a abajo son muy difíciles de conseguir porque nos falta el combustible principal, que es el dinero. Córdoba ya tuvo su momento. Es casi imposible que nos vuelva a tocar. Si nos toca, quizás ocurra dentro de mil años (risas). Eso no quiere decir que o eres Londres, o eres Tokio, o eres Nueva York, o no eres nada. Hay ciudades de tamaño medio que apuestan por otro tipo de economía. Córdoba tiene que mirar a esas ciudades medias que han podido reconvertirse.

En Córdoba nos falta el combustible principal, que es el dinero

P. ¿Creéis que en España hay muchas ciudades medias que han logrado reconvertirse? Lo pregunto porque lo mismo no es un problema de ciudad sino de país.

R. Es muy difícil hablar así a bote pronto, sin conocer. Hemos escuchado que por ejemplo Gijón sí que se ha reconvertido, o más que ciudades, barrios, como el de Palo Alto en Barcelona. Siempre que buscamos un caso de éxito acabamos mirando fuera de España que es donde están pasando cosas.

Hay ciudades de tamaño medio que apuestan por otro tipo de economía. Córdoba tiene que mirar a esas ciudades medias

P. ¿Os sentís como una especie de bichos raros dentro de una sociedad tan difícilmente adaptable a los cambios como la cordobesa o estáis notando, en cambio, que empieza a haber movimiento?

R. Córdoba es una ciudad de la que sus ciudadanos emigran. Es una ciudad centrífuga, en vez de centrípeta, en ese sentido. Entonces, si es centrífuga se trata de una ciudad que tiende a ser más conservadora: la gente que tiene ideas acaba yéndose. Lo que sí pensamos es que no es una característica exclusiva de Córdoba, sino que hay muchas ciudades así en España. Bichos raros no nos sentimos. Cuando te mueves en un ambiente como el nuestro encuentras a gente que está pensando en cosas nuevas, y también otros muy valientes. Podemos estar luego más o menos de acuerdo con ellos, pero sí que estamos encontrando a gente muy interesante, más allá del carácter centrífugo de Córdoba.

No nos sentimos bichos raros

P. Bueno, bichos raros sí que sois porque habéis vuelto a Córdoba.

R. (Risas) Sí, sí. Nosotros observamos que la llamada de la Capitalidad se notó. Había gente que estaba fuera que volvió. Pero claro, ahora mucha gente se ha vuelto a ir. No obstante, hay gente que aguanta. Nosotros, Colaborativa, hemos encontrado el equilibrio gracias a que nuestros trabajos no están aquí. Por eso quizás somos más contestatarios, ya que el dinero nos llega de fuera. Bueno, cada uno busca su equilibrio de como operar y si te compensa te quedas. Sí que es verdad que es muy difícil encontrar a gente que decida venirse a Córdoba por las oportunidades que ofrece.

Observamos que la llamada de la Capitalidad se notó. Había gente que estaba fuera que volvió. Pero claro, ahora mucha gente se ha vuelto a ir

P. Es curioso que la entrevista la estamos haciendo en un taller instalado en una cochera de una casa donde no hay ningún coche. También habéis ido por delante un poco en eso de la movilidad sostenible, cuando se os veía por la ciudad con vuestras bicis.

R. Bueno, aquí siempre ha habido mucha gente trabajando en la movilidad sostenible y en el fomento del uso de la bici. Quizás sí que somos pioneros en el uso de las bicicletas plegables en Córdoba (risas).

P. ¿En qué andaréis cuando volvamos a realizar otra entrevista?

R. A ver. Nos sigue llamando mucho la atención la autoconstrucción pero basada en temas sociales. Sería algo que se podría aplicar en Córdoba: gente con necesidad de tener una casa, pero muchas viviendas disponibles que no se adaptan a sus necesidades. Hoy día la innovación va quizás por ir eliminando intermediarios de todos los procesos. En la autoconstrucción de viviendas desaparecen esos intermediarios a los que estamos acostumbrados a ver en la promoción clásica de viviendas públicas.

Nos sigue llamando mucho la atención la autoconstrucción pero basada en temas sociales. Sería algo que se podría aplicar en Córdoba

P. El resumen de Colaborativa sería la tecnología al servicio de la tecnología, ¿no? Hasta ahora, la tecnología ha estado más al servicio del poder económico, que se apoderó siempre de ella para sacar grandes márgenes de beneficio.

R. Esa dualidad siempre ha existido, desde que la informática estuvo al alcance de todos. La dualidad estaba compuesta por los movimientos hackers, muy relacionados con la contracultura, y la gran corporación, el capital riesgo, el capitalismo más salvaje. Eso siempre ha estado ahí. Han convivido juntos y muchas veces han intercambiado experiencias. Algo que me sorprende en los sectores tecnológicos de Córdoba es ese abrazo total, entender la tecnología persiguiendo el modelo Google, Facebook... Me sorprende que exista gente en Córdoba que pueda pensar que la ciudad puede desarrollar ese sector, ya que si nos falta algo es dinero. Cualquier iniciativa interesante que salga en Córdoba y opere de esa forma será fagocitada por capital riesgo extranjero, y se irá de la ciudad. ¿Qué alimento tenemos? El turismo. El turismo en Córdoba es como nuestro recurso natural. Lo comparamos como la ciudad que tiene un bosque cerca. Negar ese recurso natural es como si dijeses que no, que la ciudad tiene que ser de otra forma. Aquí tenemos un bosque que podemos talar y transformar en otra cosa. Pero claro, tenemos que hacer una explotación sostenible de ese recurso natural, porque si no te lo cargas. Parece que en los últimos años se está intentando sobreexplotar el sector turístico. ¿Qué puede ocurrir? Que nos lo carguemos. Ya ha ocurrido en otras ciudades tan bonitas como Córdoba: han perdido el alma. Las visitas y lo que encuentras son franquicias, grandes cadenas hosteleras... Llega un momento en el que turista empieza a pensar que eso ya no es lo que era. Se empieza a hablar así de Barcelona.

Parece que en los últimos años se está intentando sobreexplotar el sector turístico. ¿Qué puede ocurrir? Que nos lo carguemos. Ya ha ocurrido en otras ciudades tan bonitas como Córdoba: han perdido el alma

Por tanto, Córdoba tiene que apostar por el turismo como recurso natural, pero lo interesante sería ver cómo. Y ver cómo el dinero que nos llega desde el turismo se puede transvasar a otras industrias.

P. Pero es muy difícil cambiar el concepto de cultural del pelotazo.

R. Ahora mismo en la tecnología, parece que el ganador se lo lleva todo. Si aparecen cuatro iniciativas en el mundo de un servicio en concreto, el primero que llega gana. Hay muchísimas empresas que están operando y haciendo cosas muy interesantes, sin que sus objetivos sean crecer desmesuradamente el primer año, o posicionarse como la alternativa mundial de algo. Hay gente que se está ganando la vida e innovando, y haciendo cosas interesantísimas. Entonces, ¿porqué el modelo que exportamos es el primero? Ya hemos comprobado que en otro ámbito como es de la construcción que no funciona. Pero no funciona ya al margen de ideologías. Es que no estamos hablando de nada de eso. Es que no hay pasta en Córdoba. No hay dinero para competir.

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