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Un cuidado proceso antes de recorrer la ciudad

La Hermandad de la Misericordia montando sus pasos | ALVARO CARMONA

Rafael Ávalos

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La Misericordia muestra cómo se desarrolla el montaje de sus pasos, que necesita de tiempo y concentración para que cada elemento quedé perfectamente colocado en el conjunto

Algo sucede en el interior de San Pedro, una de las iglesias fernandinas repartidas por Córdoba y Basílica Menor desde 2006. Una puerta lateral está entreabierta. Al dirigir unos primeros pasos por el templo se adivinan varias personas que trabajan. Resta una semana para que la Misericordia realice su estación de penitencia y miembros de todas las edades de la hermandad encaran el final del montaje de sus pasos. Apenas dos metros más allá de la entrada varios cirios esperan a ser preparados para ser colocados en los candelabros del paso de palio. La actividad no cesa. Unos minutos después comienzan a entrar los arbóreos, bien cubiertos. Van a ser montados. Se atiende a cada detalle. Todo tiene que quedar correctamente de cara a una procesión que, como cada año, tendrá lugar esta tarde de Miércoles Santo.

Es la última fase del montaje de los pasos, cuyo inicio está en el propio desmontaje de la anterior cita con las calles de la ciudad. “Lo normal es que cuando desmontas todo lo de un año se guarde todo limpio, envuelto y protegido para que en el transcurso de un año no se estropee”, explica el hermano mayor de la Misericordia. Leopoldo Tena aclara que “si se deja pasar todo un año sin hacer nada es mucho más costoso”, de forma que “entre junio y julio se hace la fase inicial de preparación”. Pero esa labor sólo es un anticipo de lo que debe llegar meses después, cuando esos elementos deben encajar a la perfección. La tarea tiene varios apartados de mayor o menor complejidad. Quizá el momento más complicado sea el mismo en que se monta el palio. En el caso del que cubre la imagen de Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo cuenta con 12 varales.

¿Pero cómo se realiza el montaje de esa estructura? Leopoldo Tena tiene a bien explicarlo. Cuatro personas se colocan sobre la mesa del paso y sujetan el palio, mientras otras cuatro, desde abajo, han de colocar los varales de los extremos -los esquinados, se podría decir-. Entonces, toca establecer estos últimos en sus anclajes. Todos deben ir en equilibrio para proceder después a la colocación en la mesa del paso. Alguien ejerce mientras a modo de capataz para que nada falle. Es necesario evitar el más mínimo error. “Tiene su complejidad, porque a esa altura y en esa superficie una pequeña oscilación tiene una repercusión arriba muy alta”, señala el hermano mayor de la Misericordia, que concluye resaltando que se trata de una labor que “hay que hacer con mucho silencio y concentración, porque si uno sube a un ritmo más rápido que el resto y no va equilibrado se te va, pues a esa altura no se puede gobernar” la estructura.

Se trata, por tanto, de una maniobra delicada. Tanto que en cualquier momento se puede vivir un instante difícil. “Aquí nos hemos visto a veces en circunstancias de riesgo, de que a uno se le ha escurrido y en el momento en que se le escurra tiene que tener muchos reflejos y saber dónde está para intentar corregir la trayectoria rápido”, comenta Leopoldo Tena. Una vez establecidos esos cuatro varales de los extremos en sus espacios en la mesa del paso, se procede a colocar el resto. Es así como se inicia el montaje de un palio. Después llegan muchas otras tareas. Primero se colocan los respiraderos. Y a partir de ahí se continúa con el resto de piezas: candelabros y los de cola, jarras, tulipas… Más de cien elementos conforman lo que los cordobeses ven después en la calle.

Por tanto, el montaje de un paso, sobre todo de palio, necesita de bastante tiempo y esfuerzo, cosas que se dedican en el poco espacio ocioso que pueda quedar a los que voluntariamente se prestan a realizar dicho trabajo. Éste es mucho más activo cuando resta una semana o, quizá, algo más. Y mientras se preparan los cirios que iluminarán la imagen de la Virgen, llegan los elementos que deben terminar de conformar el paso del Cristo de la Misericordia. Son trasladados desde la cercana casa de hermandad, a unos metros sólo del templo. Comienzan los miembros de la cofradía allí presentes a colocar los arbóreos. Con cuidado. Dos desde abajo levantan cada uno de estos candelabros y otros dos los recogen sobre la mesa para anclarlos a las esquinas. Después, llegará el momento de fijar los diferentes faroles que componen cada una de las cuatro piezas. Todo se hace al milímetro. De hecho, existe un responsable de montaje para cada paso, así como otro encargado el exorno floral.

Ésta es la última tarea del proceso, que realizan personas entendidas en ella. “Esto es un trabajo ciertamente mecánico, pero en el caso de las flores se requiere cierto estilo”, apunta el hermano mayor de la Misericordia. Las imágenes también han de ser dispuestas en sus pasos. En el caso de la Virgen, es trasladada en parihuelas, con las que la talla se deja caer después sobre su peana. Ahí existe una sujeción con tornillos pasantes. La obra del Cristo de la Misericordia cuenta con un anclaje en su parte posterior, que coincide con un enganche que posee la cruz procesional, la misma que aguarda ese instante en el momento en que varios hermanos trabajan.

Pero, ¿cómo queda uno seguro de que todo está correcto? “Al final hay una tarea que se llama el retranqueo, que consiste en que cuando está todo montado vienen 20 o 30 costaleros, se levanta el paso y se mueve con bastante energía para comprobar que no hay ninguna vela que se haya partido a la hora de pincharla, que no hay ningún candelabro que se haya quedado flojo y tambalee, que no hay ninguna tulipa que esté lo suficientemente bien apretada y tiemble, que la Virgen se ha quedado fija y no se mueve la peana…”, explica Leopoldo Tena. En definitiva, ningún detalle se puede escapar en un proceso delicado para que los pasos puedan salir a las calles de Córdoba, un proceso que no es otro que el montaje de los mismos.

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