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Luis Eduardo Aute: “Toda canción más que una protesta es una queja”

Luis Eduardo Aute | MADERO CUBERO

Juan José Fernández Palomo

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Mañana de jueves en un hotel de la ciudad. Estamos citados a las diez de la mañana con el cantautor, artista plástico y cineasta, Luis Eduardo Aute (Manila, 1943). Baja de la habitación con retraso. Es comprensible: la tarde noche anterior fue prolija en horas, homenajes y cariño hasta casi las cuatro de la madrugada. Se disculpa, pedimos dos cafés y nos sentamos en el patio del recinto porque hay una luz muy bonita, porque la temperatura es buena y porque, tanto entrevistado como entrevistador fuman. Luis Eduardo es cordial y cercano. En la conversación destila, a veces, una ironía que se agradece mucho. Porque esa ironía en Aute es elegancia. En la cabeza del periodista resuenan melodías de canciones como La belleza o Siento que te estoy perdiendo. No puede evitarlo, pero lo disimula. Se enciende la grabadora. El fotógrafo hace de fotógrafo. Todo correcto.

PREGUNTA. Vienes a menudo a Córdoba, hasta “de incógnito”. ¿Cuál es tu relación con la ciudad?

RESPUESTA. Conozco gente que vive aquí y mi abuelo paterno era cordobés. Tengo una relación especial con la obra de Julio Romero de Torres, que admiro mucho. Tengo pasión por su pintura. Son muchas cosas... es una ciudad que me gusta mucho.

P. Hasta para vivir

R. Pues sí; en un momento pensé en comprarme una casita aquí. Andalucía en un sitio en el que me encuentro muy cómodo para vivir fuera de donde vivo. Y en Córdoba, donde más. Me siento muy identificado con está ciudad, que fue la capital del mundo. La capital cultural del mundo, el hecho capitalino más importante de la Historia, no me refiero al mercantil o imperial, sino cultural... ¿qué más se puede pedir? Estoy enamorado de Córdoba.

P. ¿Por qué no se cumplió el sueño de vivir aquí?

R. No sé qué paso, se cruzaron otras cosas. Pero no desisto de la idea de hacerlo.

P. No está la cosa ahora como para comprar casas...

R. No, no, la verdad es que no. Pero si tengo vivir fuera de Madrid me tendréis que aguantar aquí.

Si tengo vivir fuera de Madrid me tendréis que aguantar aquí

P. Hombre, nosotros encantados. Ya sabes cómo se te quiere, por cierto ¿cómo fue ayer la noche? [el pasado miércoles, la noche anterior a nuestro encuentro, Luis Eduardo Aute asistió en la Casa Góngora a la apertura de una exposición de artistas cordobeses que homenajean al autor y, después, cantautores de la ciudad le organizaron un concierto-sorpresa en el Café Málaga donde interpretaron algunos temas del autor de Al alba]

R. Sí. Fue una noche larga y me “tocaron”, porque no lo sabía y me emocioné mucho. Fue una noche pasada por agua. Por agua de lágrimas. Muy bonita.

Tengo una relación especial con la obra de Julio Romero de Torres, que admiro mucho. Tengo pasión por su pintura

P. ¿Te gustaron las versiones?

R. Mucho. Cada uno de los que cantaron las llevó a su terreno. Hubo un par de ellas que, incluso, no recordaba que eran mías. Una noche muy emocionante, ya digo. Inolvidable, me encontré con ese regalo sin tener ningún conocimiento de que se iba a hacer.

P. ¿Te sientes igual de cómodo pintando que haciendo cine o componiendo canciones?

R. Sí, es lo mismo. Diferentes lenguajes, pero lo mismo. Se trata de contar cosas, remover un poco la cabeza y el corazón, descargarse de fantasmas de alguna manera, con imágenes o con palabras o con música. Lo que sí he procurado es conocer el medio hasta el fondo. Intento hacerlo lo mejor posible. Pero, vamos: es lo mismo.

P. Alguna diferencia habrá al enfrentarte a cada lenguaje...

R. Bueno, sí. Cuando me encierro en el estudio a pintar o a dibujar o a jugar con materiales diversos, me siento tremendamente cómodo, muy libre. La pintura, las imágenes, al no tener que trabajar con palabras, me hacen sentirme muy en libertad, digamos, sin ninguna regla de juego que respetar.

Pintar y componer canciones es lo mismo. Se trata de contar cosas, remover un poco la cabeza y el corazón, descargarse de fantasmas de alguna manera, con imágenes o con palabras o con música

P. ¿La libertad del solitario?

R. No, no: es la libertad del propio lenguaje, son imágenes y haces lo que te da la gana. Mientras, cuando hago poemas o canciones, más canciones, es más difícil, porque tengo que trabajar con palabras muy estudiadas porque tengo que contar una historia en cuatro minutos, algo que tenga una razón de ser cuidando el lenguaje, la métrica, que tenga ritmo respetando una estructura, unas reglas que cada canción requiere; y es un texto que tiene que estar unido orgánicamente a una música. Son muchos elementos que hay que combinar para contar algo en tres o cuatro minutos. En eso me lo paso mucho peor escribiendo una canción que pintando un cuadro. Incluso diría que sufro mucho cuando estoy ahí y y no acabo de encontrar la palabra o no acabo de resolver el desarrollo del texto ni de la música. Sin embargo la pintura es todo lo contrario: ahí hay un espacio en blanco y te tiras con las formas, con los colores.

No hay terror ante la hoja en blanco porque sé lo que quiero, sé dónde me quiero meter. Lo complicado es cómo salir

P. ¿Y no existe el vértigo ante ese espacio en blanco o ante el folio en blanco?

R. No. Yo no siento vértigo porque yo no me siento a escribir o me pongo a pintar si no siento la necesidad de hacerlo. No hay terror ante la hoja en blanco porque sé lo que quiero, sé dónde me quiero meter.

P. Eso está bien, eso de saber dónde te quieres meter

R. Sí, lo complicado es cómo salir.

P. Pues sí. Y los temas, las inquietudes ¿son las mismas?

R. Yo creo que sí, de alguna manera inconsciente, en el tiempo que llevo haciendo canciones o pintando o con una cámara, sin pretenderlo, a lo largo del tiempo, viendo lo que he hecho, si detecto inquietudes comunes: el amor, el sexo, la muerte, Dios, la ausencia de Dios, la injusticia; pero vamos, en definitiva lo que me despierta el interés para transitar por esos temas es el bicho humano.

P. Con todas sus cosas...

R. Con todo el universo que es. Conocemos tan poco el cerebro como el cosmos; partiendo de ahí, que es todo lo demás, que es eso de estar vivos, por qué y para qué, de dónde vengo y a dónde voy... es el tema que, según va pasando el tiempo, me acucia más. Acabo de cumplir 70 años y me pregunto “¿esto de qué se trata?” Creo que eso del porqué y el para qué es lo más duro. Yo creo que hay un para qué, una razón de ser.

P. Debería.

R. Sí, sí; pero es un enigma fascinante. Apareces aquí, de repente, sin haberlo pedido, de repente tienes que vivir, tienes que sobrevivir, incluso procrear y, después, te vas. ¿Qué sentido tiene esto? Me resisto a pensar que es una casualidad, el azar tiene muy secretas intenciones y no es gratuito. Las cosas que van sucediendo, suceden porque tienen que suceder. Siempre es por algo. Yo creo que es un mapa muy extenso para recorrerlo y tiene tierras ignotas.

Mis inquietudes: el amor, el sexo, la muerte, Dios, la ausencia de Dios, la injusticia; en definitiva lo que me despierta el interés para transitar por esos temas es el bicho humano

P. Con todo el respeto, Luis Eduardo: yo pienso en tu canción La belleza y me parece un fracaso, que está fallida, porque la belleza es inabarcable.

R. Estoy de acuerdo. Ahí está el concepto de la belleza como contraposición, alguna manera, al texto. No sé qué es la belleza, la belleza para qué, a partir de que se le da nombre a ese concepto, existe y, sí, a lo largo de la vida sientes cuando has vivido un momento hermoso, cuando has encontrado a una bella persona vives algo que justifica el hecho de estar vivos. Por ahí, eso debe ser la belleza, supongo. Justo lo que no somos, en términos generales. El artista lo que trata no es encontrarla pero sí buscarla, esa cosa inefable de la belleza.

P. ¿Tú has hecho canción-protesta o cualquier canción ya es en sí una protesta?

R. Alguien puso alguna vez esa etiqueta que no tiene mucho sentido. Toda canción, de alguna manera, más que una protesta es una queja. Una queja para bien o para mal. Es una celebración, es un lamento, divertimento... Una canción puede ser toda la gama de sentimientos, valga la redundancia, que siente el ser humano. Por eso es un medio de expresión muy peculiar, porque la canción va primero a los sentimientos y, luego, a reflexionar sobre los sentimientos. No así la pintura, por ejemplo, que es más cerebral. La canción, la poesía con música, entra por los sentimientos.

Toda canción, de alguna manera, más que una protesta es una queja. Una queja para bien o para mal. Es una celebración, es un lamento, divertimento...

P. ¿Que fue primero: agarrarse a la guitarra o coger un pincel?

R. La pintura. Yo empecé a pintar muy pronto. En el colegio suspendía todo menos dibujo, en el que sacaba sobresalientes. Parecía que, si alguna vez iba a hacer algo en la vida, estaba ahí. Aparte de que me gustaba mucho. Yo he sido hijo único muchos años y no me comunicaba mucho con los compañeros de clase. Tenía problemas de comunicación y me encontraba muy bien solo, dibujando, imitando a los maestros. Mi padre me compró, te hablo de Filipinas, un libro de ilustraciones de pintores clásicos y no tan clásicos y lo que más me gustaba era ponerme a copiar los cuadros. Sobre todo los desnudos.

P. Es que son muy interesantes...

R. Claro, y era el único sitio en que podías ver una mujer desnuda. En fin, por un lado que se me daba bien, y por otro, el descubrimiento del sexo. De la libido, más bien. Me planteé la pintura en serio muy pronto, a los catorce o los quince. Mi primera exposición individual fue con diecisiete años y a partir de entonces he ido exponiendo con mayor o menor regularidad. Lo de la guitarra vino bastante después.

P. ¿Cuándo?

R. En la época de la mili. Había un chaval que tenía una guitarra y me enseñó cuatro o cinco acordes y empecé a escribir canciones. Ésas sí eran de protesta. De protesta contra el cabo primero, contra el sargento, contra los militares, canciones que cantábamos todos juntos en la cantina. Me divertía haciendo eso y, a partir de ahí seguí indagando. Antes ya había conocido la canción francesa porque pasaba largas temporadas en París. Descubrí a Brassens, a Brel, que me gustaba más, Léo Ferré... eso me impactó mucho porque descubrí que se podía hacer poesía con los textos de canciones, que era más que un pasatiempo, que era un medio de expresión tan digno como la propia poesía. Entre eso que ya había asimilado y la aparición de Bob Dylan, que me sorprendió mucho. Porque yo sabía inglés y entendía sus letras.

P. … aquellas canciones primeras sin apenas estribillo...

R. Sí, larguísimas, unas parrafadas descomunales, textos medio surrealistas. Me sorprendió mucho todo eso de ese judío Zimmerman porque, además, eran canciones muy simples, de cuatro acordes y poco más, con textos muy farragosos. Y me dije, si éste hace esto, yo también lo puedo hacer; así que tenía unos poemas escritos y pensé en ponerles música. A partir de ahí pensé en meterme en eso, pero sin ningún ánimo de dedicarme a ello, solo por curiosidad.

La aparición de Dylan -y luego los Beatles también- fueron dos locomotoras muy serias

P. Una vez le escuché decir a Serrat que él empezó a componer canciones para “ligar”. Directamente.

R. Claro, también, también. Facilitaba la cosa. Todo suma.

P. Entonces, ¿Bob Dylan es el jefe de todo esto?

R. Yo creo que sí. Nada tienen que ver mis canciones con las de Dylan, pero es un provocador. A mí me provocó para hacerlo. El tío tenía una voz impresentable, unos textos rarísimos, acordes simplísimos. Así que en ese sentido sí, en el de esa provocación, es el boss, antes que el llamado The boss, porque la aparición de Dylan -y luego los Beatles también- fueron dos locomotoras muy serias.

P. Me decías antes que en el cole tenías problemas de comunicación; sin embargo montar una exposición, llenar un teatro, es comunicación. No veo el problema de comunicación.

R. Pero es una comunicación indirecta, no es el vis a vis. Las dificultades eran con el vis a vis. Es que me aburría, no me divertía. Además, jugaban al fútbol, yo no, me ponía a dibujar. No me comunicaba; sin embargo, a través de las imágenes, de las canciones hago una comunicación indirecta.

P. ¿Cómo te llevas con los músicos, con todos los que has trabajado, cuando se ponen en pie las canciones?

R. Es una relación de complicidad. Esa es la palabra: cómplices. De alguna manera es la sensación de perpetrar un delito: nos vamos a juntar para cometer un delito, hay una cierta alevosía. Es una relación muy buena. Ahora no comparto mucho mi vida personal con ellos; pero sobre todo al principio, en los trabajos con Luis Mendo y Suburbano tenía una relación de amistad fuera de las canciones. Éramos amigos y, a la sazón, nos juntábamos para hacer canciones.

P. Hablabas de Filipinas, donde naciste en Manila ¿cómo crees que son las relaciones de la metrópoli con la colonia?

R. ¿De España, quieres decir?

P. No, en general de toda metrópoli con la colonia o la excolonia.

R. Muy mal. Es una relación de una inconsciencia tremenda, de una ausencia del valor que debe tener esa relación. España no se habla con Filipinas. Vamos, allí no se habla español, por ejemplo, hablan inglés o mezclado con el tagalo: el taglish. En el resto de las colonias no existe la relación que debería hacerse. Vivimos muy de espaldas a ello. Estamos más pendientes de Estados Unidos, ni siquiera de Europa. España es el país más colonizado culturalmente por Estados Unidos que conozco. Pero muy colonizado, no así en América Latina. Demuestran falta de interés con aquel mundo. España está como de espaldas a todo lo que sucede allí, mientras que cuando descubres España es precisamente cuando estás allí. Hay tantas raíces, ves cosas y dices “esto es como Cádiz, esto otro es como Sevilla...” Estamos muy ajenos a aquella realidad y eso que compartimos un idioma común. Cuando hay 500 millones de personas que hablan la misma lengua ¡qué mayor patrimonio que ése se puede tener! Si lo tuvieran los alemanes o los franceses... Nosotros lo tenemos y lo despreciamos.

Los del norte nos llaman cerdos, pigs. Pues ahí falta la efe de Francia que también está cayendo y también es Mediterráneo y está sufriendo las consecuencias de la crisis. Entonces sería FPIGS, las siglas de Federación de Países del Gran Sur

P. Pues eso es crisis.

R. Sí, hablando de la crisis, alguna vez he dicho por ahí que los del sur de nuestro continente, a los que nos llaman PIGS [son las iniciales de Portugal, Italy, Greece y Spain, que forman en inglés la palabra cerdos]. Los del norte nos llaman cerdos, pigs. Pues ahí falta la efe de Francia que también está cayendo y también es Mediterráneo y está sufriendo las consecuencias de la crisis. Entonces sería FPIGS, las siglas de Federación de Países del Gran Sur, de Chipre a Portugal y hacer una especie de Commonwealth con América Latina, que es nuestra familia, no con Europa. América Latina es grande, Europa cabe en Brasil y sobra espacio, y es un continente rico en cultura, en materias primas. Sería lo natural. Creo que si hay un futuro en este planeta después de este tsunami de horrores, está en América Latina. Y están ahí, caminando, intentando juntar meriendas para no tener que depender del Fondo Monetario Internacional ni gilipolleces de ésas.

Creo que si hay un futuro en este planeta después de este tsunami de horrores, está en América Latina

P. ¿Las dos fotos que son el leitmotiv de último trabajo El niño que miraba el mar, del niño sentado en el malecón de Manila y, 60 años después, el hombre sentado en el malecón de La Habana son una especie de cierre de círculo?

R. [Aquí, Aute se demora un poco en la respuesta. El periodista cree que al músico y pintor se le enrojecen un poco más los ojos] No me toques ese tema, porque me asusta mucho. Llevo unos años con la idea de hacer una canción que hable de eso, de Manila, donde nací. Y, de alguna manera, me retengo, porque cuando uno vuelve a los orígenes es que está ya al final. Cuando el toro vuelve a la querencia de tablas... es que ya llega el final. Pero, en cierta forma, el azar me me trajo esas dos fotos y me ha devuelto Manila... Un cierto temor me llega; pero espero que no, que haya más discos.

Llevo unos años con la idea de hacer una canción que hable de eso, de Manila, donde nací. Y, de alguna manera, me retengo, porque cuando uno vuelve a los orígenes es que está ya al final

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