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Eduardo García: “Cualquiera puede terminar sentado en el comedor social de los Trinitarios”

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Manuel J. Albert

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Desde primera hora de la mañana hay actividad en el comedor social de los Trinitarios, en la Ronda del Marrubial de Córdoba. Todavía no ha comenzado a preparase la comida del día porque son las nueve y cuarto de la mañana, pero el timbre suena regularmente, dando aviso de las llegadas de los víveres que traen particulares, entidades y cadenas comerciales. Eduardo García (Montilla, 1971), director del centro, atiende a todos mientras responde a llamadas de móvil y resuelve cuestiones varias con sus trabajadores. CORDÓPOLIS también está allí, tratando de esquivar y no entorpecer las idas y venidas del personal que busca a García para hablar o firmar en un papel la llegada de una remesa de naranjas y mandarinas.

“Venid, podemos hacer la entrevista en el comedor”, dice el director. Cruzamos a una estancia con un lejano eco a refectorio escolar. Los manteles de hule ayudan a refrescar esa memoria infantil. Las luces de neón, también. Alargada y con dos accesos, la habitación está vacía de gente y decorada con algunas imágenes religiosas y un cartel de la Fundación Prolibertas, la ONG de los Trinitarios que gestiona el comedor.

En solo unas pocas horas el olor a producto de limpieza de ese lugar se sustituirá por el más agradable de la comida caliente. Y cada una de las mesas estará ocupada por usuarios para los que ese servicio se ha convertido en un recurso básico de supervivencia. Eduardo García se sienta esperando la primer pregunta. Será para el vídeo que encabeza esta entrevista. “¿Alguna vez se ha imaginado aquí sentado comiendo como un usuario más del comedor social?”. No lo duda un momento. “Todos los días, esto le puede pasar a cualquiera”.

PREGUNTA. ¿Hay hambre en Córdoba?

RESPUESTA. En Córdoba no sé si hay hambre, pero hay muchas personas que pasan hambre en momentos concretos. No sé si es lo mismo, pero he visto a personas que necesitaban comer porque estaban hambrientas. Eso lo he visto, lo he palpado, lo he sentido.

P. ¿Cómo afecta a la persona?

R. Vivir sin lo básico es muy complicado, llega un momento en que tu dignidad parece que queda en entredicho. Para ser alguien con derechos y participar de una vida normal y corriente, lo primero que tenemos que tener cubierta son nuestras necesidades más básicas. Y si no tenemos lo esencial, que es el alimento, cómo vamos a ejercer otros derechos. Tenemos que partir del hecho de que la persona tiene que alimentarse, tener una higiene, tener un hogar. Y el alimento es lo más básico de todo.

En Córdoba hay muchas personas que pasan hambre en momentos concretos

P. ¿Cuántos años lleva usted trabajando en el comedor de los Trinitarios?

R. Desde 2004.

P. ¿Cuándo se dio cuenta de que algo se estaba torciendo en la sociedad?

R. Entre finales de 2007 y principios de 2008 vimos que algo estaba pasando. De pronto, el comedor se nos quedó muy pequeño. El comedor tiene 54 plazas y teníamos días en que, de repente, venían 80 o 90 o más de 100 personas y teníamos que ubicarlos donde podíamos. Y si antes, cuando había día de ducha, venían diez a dar uso de ellas, ahora aparecían 30, 40 o 50 personas, haciendo cola desde las siete de la mañana. Ahí vimos que algo pasaba, algo que entonces no parecía normal.

P. Ustedes tienen un conocimiento de primera mano, desde la trinchera, de lo que pasa en la calle. ¿Le explican a las administraciones lo que están viendo?

R. Siempre que acudimos a foros de debate, a foros de opinión, donde hay entidades y grupos políticos, manifestamos la situación que vivimos. Siempre les explicamos el aumento de personas que demandan el servicio y también cómo ha ido cambiando su perfil. Eso aparece en nuestras memorias, justificaciones de subvenciones, en las notas de prensa que hemos enviado a la opinión pública. Siempre lo hemos sacado a la luz.

P. ¿Y qué respuesta obtienen?

R. Hay un poco de todo. Al principio había una cierta incertidumbre de las administraciones públicas, como que no se sabía si querían o si podían reaccionar. Y después sí he visto que, a medida que han ido pasando los años, tal vez con un poco de tardanza, han ido surgiendo nuevas iniciativas, nuevos recursos, aumentando los fondos para este tipo de ayudas; como los comedores sociales que prestan ayudas básicas de alimentación y ropa. Lo que pasa es que no es solo un problema de gestionar los recursos, sino de cambiar el modelo económico que antes teníamos y que, está claro, ya ha quedado obsoleto. Tenemos que ofrecer modelos nuevos. Pero no sé hasta qué punto nuestros políticos están preparados para ofrecer alternativas o animar estrategias desde otras perspectivas.

Hay que cambiar el modelo económico que antes teníamos y que, está claro, ya ha quedado obsoleto

P. No lo digo como un reproche, pero parece que delegamos en entidades desbordadas como Prolibertas o Cáritas un problema que es responsabilidad de toda la sociedad. ¿Tiene la sensación de que les estamos dejando solos con esto?

R. Sí, a veces tenemos la sensación de que las personas más desesperadas que nos vienen dependen en última medida de nosotros. Si no les apoyamos, les damos la comida; si no les damos esperanza, no les animamos, no nos alegramos o lloramos con ellos, nadie lo va a hacer. A veces vemos cómo hay personas que se quedan al margen de los recursos públicos.

P. Eso dice muy poco de nosotros como sociedad.

R. Sí, pero la Iglesia y otras organizaciones están para cuando otros no llegan. El comedor existía antes de la crisis y antes también había personas sin hogar que dormían en la calle, tampoco podían ducharse en ningún sitio y venían aquí. Todo eso existía antes de la crisis. Y como hacía falta ese servicio para las personas, surge este comedor. Los Trinitarios dieron el paso adelante. Si algún día las administraciones cubren ese servicio, perfecto. Pero si hay otras necesidades y la Iglesia, los Trinitarios o Prolibertas pueden dar respuesta a eso, ahí estaremos. Ojalá no hiciéramos falta, pero si hace falta, ahí estaremos.

P. ¿Cree que estamos dejando a mucha gente atrás con este adelgazamiento de la cobertura social?

R. Es que el modelo anterior... Había un estado del bienestar...

P. ... entrecomillas...

R. .... entrecomillas, pero era un estado que también había maleducado a muchas personas durante mucho tiempo.

P. ¿En qué sentido?

R. Ha acostumbrado a mucha gente solo a poner la mano. A exigir y a pedir pero ofreciendo muy poco a cambio. Y estas personas, en momentos como el actual en el que hay poco que dar, se han visto sin nada. Hay que cambiar la mentalidad. Todos tenemos que participar, mojarnos y ofrecer cosas, no solo esperar a que la mamá Administración o el papá Estado nos resuelva la vida. No se trata de decir, “me tienen que dar un trabajo”, sino que, entre todos, tenemos que crear empleo y buscar trabajo. Y prepararnos para esos trabajos, no esperar siempre a que nos lo den. La sociedad civil tiene mucho que hacer.

Tenemos la sensación de que las personas más desesperadas que nos vienen dependen en última medida de nosotros

P. Me resulta curioso oírselo decir a alguien que trabaja en una entidad que funciona gracias a lo que otras personas dan.

R. Sí.

P. No lo veo contradictorio, pero es cierto que ustedes dependen de la buena voluntad de personas, administraciones y entidades.

R. Así es. Podemos subsistir gracias a que hay administraciones públicas que colaboran con nosotros y gracias a que hay personas privadas que nos ayudan, así como las entidades. Y hay medidas interesantes, como la reciente de la Junta de crear una red de garantía alimentaria con ayudas para atender a las personas. ¿Podría hacerse más? Seguramente sí. Pero las cosas también pueden cambiar. Yo mismo defendía, hace unos años, que este comedor recibía muy pocos recursos públicos y eso ha ido cambiando a mejor, poco a poco, con algo de presión social. Es verdad que a veces las administraciones responden. Y, en suma, hemos conseguido un gran tejido social que sostiene de alguna forma el comedor. Pero nosotros también intentamos, de alguna forma, buscarnos la vida y animar a la gente a que colabore. Así, movemos iniciativas para procurarnos nuestros propios ingresos y que todo esto se pueda mantener. Ahora, por ejemplo, vamos a abrir una tienda de ropa de ocasión, de ropa donada con el fin de ser autosuficientes y no depender solo de los demás.

P. Siguiendo con las paradojas, ¿cuentan también con la colaboración de entidades financieras que apoyen con dinero o con proyectos a este comedor?

R. Sí.

P. Lo digo porque hay quien ve a estas entidades como culpables -o al menos colaboradores necesarios- de la situación económica en la que estamos y por la que mucha gente se ha terminado sentando en este comedor.

R. En este momento contamos con el apoyo de dos entidades financieras que son BBK Cajasur y Caixabank. Nuestra fundación Prolibertas, que es la que gestiona el comedor, también tiene el apoyo de Barklays Bank en una escuela de hostelería que tenemos en Algeciras y que ellos han financiado.

P. ¿Ve la paradoja, igual que yo? O es algo que uno asume...

R. Aquí no nos podemos poner a juzgar.

P. Vale.

R. Esto tiene que funcionar y para que funcione necesitamos la ayuda de mucha gente, de las administraciones, de algunas entidades financieras y de muchas personas. Pero insisto, no dependemos únicamente de las subvenciones o de las antiguas cajas de ahorros. Aquí hay muchas personas, muchos ciudadanos que colaboran. Es más, hace años, el comedor no tenía ningún tipo de subvención. Y funcionaba y abría todos los días las puertas.

Hay que cambiar la mentalidad. Todos tenemos que participar, mojarnos y ofrecer cosas, no solo esperar a que la mamá Administración o el papá Estado nos resuelva la vida

P. Un ejemplo de la solidaridad clara de los vecinos se dio hace poco con el robo de comida. ¿Les sorprendió que personas anónimas les llenasen de nuevo los almacenes inmediatamente?

R. Nos sorprendió la rapidez y cómo la gente se organizó sin nosotros demandar nada. Pero es verdad que, afortunadamente, estábamos acostumbrados a experimentar la solidaridad de la gente y de los colectivos de Córdoba desde hace muchos años.

P. Ustedes, además, están enclavados en un barrio, La Viñuela, que es de clase media trabajadora que no está pasando tampoco un buen momento. ¿La solidaridad entiende de clases sociales?

R. En absoluto. Lo que veo todos los días es que la solidaridad depende de la persona, no depende de su clase social o de sus medios. Aquí he visto a señoras jubiladas del barrio venir con su carrito de la compra y traer una bolsa con pescado que acaban de comprar en el mercado; he visto señoras que traían un kilo de arroz, he visto personas que decían: “Mira, este mes lo voy a pasar mal, pero te voy a dejar 100 euros porque sé que hay gente que lo está pasando peor que yo”. Son personas muy normales. Y también he visto personas que con un gran poder adquisitivo han venido y nos han dado grandes donativos. He visto de todo: una Córdoba con poder, capacidad y dinero que ayudaba; y una Córdoba con mucho menos poder adquisitivo que también ha ayudado. Creo que la solidaridad no depende de la capacidad que tengas, el dinero que tengas o tu cuenta de ahorro, sino de tu propia persona y el valor que tú le des a ese gesto.

P. Prolibertas es una entidad religiosa vinculada a la Iglesia. ¿Cómo cree que está respondiendo la Iglesia en un momento tan crítico?

R. Yo puedo hablar desde hace unos años, pero creo que la Iglesia está respondiendo bastante bien. Hay personas y familias enteras a las que les pregunto cómo están sobreviviendo, quiénes les están ofreciendo ayuda y responden que su parroquia y Cáritas. La Iglesia puede tener muchos defectos y muchas cosas que se pueden criticar de ella, pero en este momento hay que decir que son muchas las personas de Iglesia que están ayudando y respondiendo ante las necesidades de las personas. Y gente que está dando la cara y se está moviendo, buscando alimento y recursos para ayudar a las personas que ahora lo necesitan.

P. Parece que el Papa Francisco ha dado un giro social al discurso de la Iglesia. Aquello es el Vaticano y, aunque las bases cristianas -por lo que usted nos cuenta- siguen muy activas y cerca de la gente, no sé si ese cambio papal se traducirá al conjunto de la jerarquía. Lo digo porque parece que, en algunos momentos, han estado en otras cosas. ¿Cree que ese cambio más social que representa Francisco puede generalizarse a todos los estratos de la Iglesia?

R. (Silencio)

P. Lo pregunto porque, bueno, estamos en el comedor de los Trinitarios...

R. (Risas) Ojalá. A ver, en estas cosas, ya lo sabemos... siempre vende más la frase última que diga el Papa o lo que el obispo manifieste. Eso siempre tiene más prensa que lo que esté haciendo por sus vecinos una comunidad o una parroquia de barrio. Eso sale menos a la luz pública, pero todos son Iglesia; desde el Papa hasta el pequeño grupo de Cáritas que haya en Villarrubia y que se está moviendo y está buscando mantas para familias que viven en chabolas. Eso es tan Iglesia como el Papa. Espero que esto que llaman nueva primavera de la Iglesia dé sus brotes y reverdezca un poco la imagen de la Iglesia. Pero todavía queda mucho porque ha de ser un cambio no solo de lo que se ve, de esa especie de marketing, sino que queda mucho por cambiar en la estructura de la Iglesia. Y bueno, a veces tengo mis dudas de si habrá o no un cambio real y sustancioso. O si se quedará solo en las frases bonitas.

La solidaridad no depende de la capacidad que tengas, el dinero que tengas o tu cuenta de ahorro, sino de tu propia persona y el valor que tú le des a ese gesto

P. Llega la Navidad. En un comedor como el de los Trinitarios, cómo se vive.

R. No tenemos cenas pero sí tenemos los almuerzos especiales de Nochebuena y de Nochevieja. Intentamos hacer como en muchas casas -ya no sé si en todas- y tener una comida algo más especial. Un poco de jamón, un poco de queso, algunas gambas...

P. ¿Qué animo tienen los usuarios esos días?

R. En general, bueno, aunque puedes observar caras de melancolía, sobre todo en los extranjeros. Eso se ve sobre todo en la Fiesta de Navidad que tenemos con los usuarios, los voluntarios y todo el que quiera venir. Cantamos villancicos y eso, pero se ve en las caras de la gente, sobre todo en los de fuera, la tristeza y la melancolía. Pero a ver... para nosotros es solo un día más. La navidad es 365 días al año. Tratamos de ser solidarios, compartir y estar con las personas todo el año y no solo dos semanas en Navidad. Eso mismo se lo decimos a las entidades que nos ayudan: “Acordaros de que en septiembre no hay villancicos pero la gente necesita seguir comiendo, vistiéndose o duchándose. No son solo dos semanas”.

P. ¿Es difícil mantener el pulso todo el año?

R. Es complicado. Tenemos un voluntariado muy comprometido desde hace muchos años y es gente que no suele fallar, pero es complicado mantener a un grupo de más de 70 personas siempre motivado y movilizado para que un día tras otro no nos falle y estén aquí ofreciendo sus servicios.

P. Y usted, como coordinador, ¿cómo lo lleva?

R. A veces uno se siente desbordado por los problemas que te llegan; desbordado porque los recursos no aumenten; desbordados por una infraestructura que ahora mismo no es suficiente y es lo que más nos agobia. Porque sentimos que tenemos una gran demanda; que hay alimentos; que tenemos posibilidades de atender a las personas; pero que, debido a las infraestructuras que tenemos, no podemos hacer más. Tenemos una gran falta de espacio, de un espacio adecuado, de un comedor, unas duchas, un ropero, una cocina y unos almacenes en condiciones. Si ahora mismo estamos atendiendo a diez familias diariamente, con mejores medios podríamos atender a 20 o 30. Porque alimentos los hay, pero nuestra cocina no está preparada para más.

P. Y familias con esa necesidad también las hay.

R. Claro que las hay. Y lo sabemos porque esas familias vienen derivadas de los servicios sociales y es complicado para ellos elegir a una familia cuando tienen otras 80 que también lo están pasando mal.

P. ¿Hay lista de espera para comer en los Trinitarios?

R. Para comer aquí no. Pero sí en el servicio de alimentación a familias. Son usuarios, normalmente con niños pequeños que vienen y se llevan la comida preparada o para preparar, tanto para el desayuno como del almuerzo o la cena. Empezamos a dar este servicio porque vimos que cada vez nos llegaba más familias con hijos, desesperadas porque se veían que no tenían para darles de comer. Y como preferimos que a este comedor no vengan niños, negociamos un convenio con el Ayuntamiento y a principios de año se firmó con los Servicios Sociales Comunitarios Municipales. Y a través del mismo atendemos a estas familias que vienen tres veces por semana para evitar que un niño tenga que venir a un comedor social. Eso no es lo más adecuado, un niño tiene que comer con su familia, que es lo más adecuado.

La Iglesia puede tener muchos defectos pero hay que decir que son muchas las personas de Iglesia que están ayudando y respondiendo ante las necesidades de las personas

P. ¿La gente sigue acercándose aquí con cierta vergüenza o pudor?

R. Hay de todo. Para muchos, el hambre puede con la propia imagen y se acercan porque tienen necesidad de comer o de darse una ducha caliente. También hay que reconocer que este comedor aún tiene un apellido un poco marginal.

P. El comedor de transeúntes.

R. Efectivamente. Intentamos que se le conozca como comedor social, porque para muchos sigue teniendo un cariz marginal, el antiguo drogadicto que venía, el mendigo que pedía en la calle... Procuramos que este sitio sea lo más digno posible, pero es verdad que te sientas a una mesa con personas de toda condición. En la medida de lo posible, exigimos que la persona venga aseada y en las mejores condiciones posibles para poder compartir la comida con otras personas.

P. ¿Cómo empezó a trabajar en este comedor?

R. Estudié Trabajo Social hace bastante años y motivado por la creencia, la vocación, por la fe en Jesús de Nazaret. También por mis ideas políticas y mi convencimiento de que la justicia es posible y de que se puede apostar por los derechos humanos. En 2001 empecé a trabajar con la Fundación Prolibertas, que obedece a un deseo de los Trinitarios de ofrecer respuestas y alternativas actuales a los tiempos en los que vivimos. Ese año se plantearon montar esta ONG y les he ido acompañando desde entonces, viendo cómo ha ido creciendo desde una pequeña casa de acogidas para inmigrantes en Antequera. Ahora está en seis ciudades españolas y en Córdoba gestionamos el comedor desde el año 2004, si bien llevaba funcionando desde el año 1989.

A veces uno se siente desbordado por los problemas que te llegan; desbordado porque los recursos no aumenten; desbordados por una infraestructura que ahora mismo no es suficiente y es lo que más nos agobia

P. ¿Prolibertas conseguirá las mejoras en las instalaciones que nos detallaba antes?

R. Está haciendo todo lo posible. Tanto para cambiar las instalaciones como para buscar otro sitio más adecuado para que la gente coma a gusto, esté a gusto, pueda ducharse con agua caliente todos los días sin problemas. Es muy duro ver a un voluntario llorar de impotencia por no poder organizar los pedidos de ropa para las familias por falta de espacio. Por todas estas necesidades: para ofrecer un mejor servicio y que los voluntarios trabajen mejor, nuestra obligación es movernos todo lo posible. Ya estamos dando los pasos para ver si con el apoyo de las administraciones públicas, el Ayuntamiento de Córdoba y la propia Orden Trinitaria, tratamos de conseguir algo.

P. ¿Cómo espera el futuro?

R. No lo sé... No sé si iremos a más, a menos... Pero lo cierto es que las cifras nos dicen que últimamente bajan un poco el nivel de usuarios que teníamos. Es cierto que antes el 90% de ellos eran extranjeros y ahora son un 50% de españoles y un 50% de inmigrantes. Pero parece que la cosa se van tranquilizando o sosegando un poco. Aunque al mismo tiempo, vemos que cada vez hay más familias a las que les cuesta llegar a fin de mes y necesitan ir a Cáritas, Cruz Roja o los servicios sociales. Familias que no conocían nada como esto y que ya se están acercando a la fuerza. Eso me preocupa bastante, la situación de las familias, la accesibilidad al empleo. No sé lo que pasará, pero creo que entre todos debemos darle un cambio, una perspectiva nueva al modelo social en todos los sentidos. Y eso no depende solo de las administraciones sino de toda la sociedad. Si no hay un cambio y volvemos a lo mismo de antes, caeremos otra vez en esta misma crisis. Cíclica e igual.

Debemos dar un cambio, una perspectiva nueva al modelo social en todos los sentidos

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