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Elena Medel: “Cuando los hechos fallan las palabras están ahí para salvarnos”

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Marta Jiménez

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Lo más bonito que le ocurrió a Elena Medel (Córdoba, 1985) el pasado miércoles, el día que escuchó de boca de Jaime Siles porqué había ganado el premio de poesía joven más prestigioso de España para menores de 30 años, el Loewe, en la tienda más antigua de la casa en la madrileña Gran Vía, digo que lo más bonito fue quedarse sin batería en el móvil.

Una empleada tuvo que indicarle dónde podía repostar un teléfono cargado de llamadas perdidas, mensajes de voz, whatsapps y menciones en las redes sociales. Todas eran de amor, cariño y entusiasmo hacia una poeta que desde hace 12 años lleva los apellidos de mujer y joven. Y lo que le queda a sus 28 años. Muchos mensajes venían de un pasado desdibujado, de compañeros del colegio que ese día hicieron el viaje relámpago del tiempo detenido, mientras presumían de bebés en su perfiles.

Para el poeta Jaime Siles, miembro del jurado, Chatterton es “un libro de denuncia de toda una generación que siente que ha fracasado. Es un libro feminista que recuerda a Silvia Plath o Anne Sexton sobre la madurez de la mujer, sus frustraciones y denuncias. Un libro culto y un elogio a la adolescencia”. Al día siguiente, Elena Medel bajó de Loewe a Lepanto, y Cordópolis la citó en la biblioteca de su barrio, la Central, donde llegó pisando algo más fuerte y con más carga de felicidad sobre su mochila rosa de todos los días.

PREGUNTA. ¿Tienes carnet de esta biblioteca?

RESPUESTA. Pues claro. Tengo el de la red de bibliotecas, que me deja sacar en todas. Yo vengo mucho aquí porque es mi barrio y aquí me he venido a trabajar y a escribir muchas veces antes de que La Bella Varsovia tuviera oficina. El lunes saqué un par de libros.

P. ¿Han salido poemas de esta cuarta planta?

R. No, poemas no. La poesía la escribo de manera distinta. En casa, generalmente y en silencio. Estando sola. Pero los artículos, las colaboraciones... he escrito muchas aquí.

P. ¿Qué libro sacaste el lunes?

R. El rey Lear de Shakespeare.

P. Sé que no van por ahí los tiros pero Chatterton me suena a campiña inglesa

R. Es una figura que aparece de manera muy simbólica en el libro, que es de poemas muy largos, de tres y cuatro páginas. Cuando Loewe me pidió un poema para incluir en el dossier les dije que solo podía darles un fragmento de dos o tres estrofas porque eran larguísimos. Pero casualmente el poema más breve, con menos peso al menos visualmente en el libro es Chatterton, dedicado a este poeta. Me interesaba utilizarlo como recurso porque habla de uno de los aspectos centrales del libro para mí, que es la construcción de una vida inventada. Sueñas con un futuro que va a tener unos elementos concretos y cuando ese futuro se convierte en presente te das cuenta de que no tiene nada que ver con lo que habías imaginado. En el caso de Chatterton, él inventó varias vidas de escritores, con sus obras también, y cuando todo se derrumbó porque lo descubrieron decidió suicidarse. Por eso y por muchas cosas más del personaje, que me parece muy atractivo, el libro se llama así.

P.. Pero Chatterton puede ser también un lugar para muchos lectores

R. Es curioso. El libro ha tenido varios títulos falsos porque es complicado de pronunciar por mis amigos. Me gustan mucho esos títulos que no son concretos y que dejan espacio para imaginarte. La verdad es que si hablamos de lugar, el libro habla de la búsqueda de un lugar propio. Parte, de hecho, de un lugar propio en la primera parte que tiene que ser sustituido por lugares que nos son propios: la casa de los padres, la de los amigos... La verdad es que es un libro muy narrativo y una amiga me decía que era casi como una Eneida de las mujeres solteras del año 2013. Quizás deforma un poco el libro, que es muy trágico y oscuro, pero quizás pueda ser un lema divertido para un libro que no es nada humorístico.

La verdad es que si hablamos de lugar, el libro habla de la búsqueda de un lugar propio

P. Pues fíjate que yo no lo veo tan oscuro como dices. Veo algunas gotas de la luminosidad de Mi primer bikini, tu primer poemario.

R. A mí me parece que tiene el lenguaje claro de Mi primer bikini. Luego Tara era un libro muy cimentado en la imagen, quizás por eso era oscuro y críptico. Lo construí casi como un tótem y en cada imagen había contraseñas. Sin embargo, este libro tiene el punto narrativo y el punto claro que tenía mi primer libro. Para mí, la base del libro es el lenguaje. Pablo García Baena me decía ayer [por el jueves] en la rueda de prensa “¡ay la sintaxis!”, porque el juego mayor que hago en el libro es con el lenguaje. Yo creo que es un libro de esperanza en el lenguaje porque cuando los hechos fallan las palabras están ahí para salvarnos. Es un libro de amor absoluto a las palabras. Y a mí, los poetas que más me interesan son los que han amado a las palabras: los que han querido jugar con ellas; los que han hecho de ellas su espacio de libertad, como Góngora; los poetas de la Generación del 27 y, claro, de Cántico y Pablo [García Baena] en concreto.

Pablo García Baena me decía en la rueda de prensa "¡ay la sintaxis!", porque el juego mayor que hago en el libro es con el lenguaje

P. ¿En serio crees que la gente “no se comporta/ como se comporta/en la vida real/ en la vida real”, tal como dice la cita de apertura del libro [de Robert Creeley]?

R. Juega con ese significado de Chatterton, de las vidas inventadas y de cómo vivimos una vida que no nos corresponde o que pensábamos que no nos iba a corresponder. Esa es la idea central del libro. Me gusta que mis libros vayan encabezados por una cita, pero es curioso que en la edición digital que acaba de aparecer de Mi primer bikini ha desparecido la cita [“Dios es una niña asustada” de Ray Loriga]. Decidí suprimirla.

La idea central del libro es cómo vivimos una vida que no nos corresponde o que pensábamos que no nos iba a corresponder

P. ¿Por qué?

R. Con los años he visto que era una muleta que no tenía mucho sentido. Hace poco, releyendo a Cernuda me encontré con algunos versos y me dije, oye, si yo hubiera releído estos versos de Cernuda a lo mejor la cita de Tara no hubiera sido de Simone de Beauvoir [“Las personas felices no tienen historia”]. Así que yo creo que la cita, en este caso, es una alfombrilla de entrada al libro.

P. El libro es un relato de fracasos. ¿Tantos puede coleccionar alguien de 28 años?

R. No, quiero decir, no es un libro melancólico ni un ajuste de cuentas. Jaime Siles [miembro del jurado] comentaba que era un libro generacional pero yo creo que no, por lo menos yo he intentado escribirlo con vocación particular, pero en la literatura, igual que en todas las artes, uno habla de sí mismo esperando que los demás puedan reconocerse. En este libro están mis fracasos pero también los de mucha gente que me rodea de mi generación y que se han tenido que ir a trabajar fuera; de los amigos que están en el paro o trabajando en precario. También están los fracasos sentimentales, con la familia, con los amigos. Esa colección de pequeños fracasos de unos y de otros está en el libro y eso también conecta con Mi primer bikini, que era más coral y más común porque aglutinaba las voces de muchos. Todo lo contrario que Tara, que era más personal y partía de una experiencia muy propia, más difícil de extrapolar a un lector. Así que, en ese sentido, es un libro que vuelve a mirar a los demás y a escuchar las historias de los demás.

En este libro están mis fracasos pero también los de mucha gente que me rodea de mi generación que se han tenido que ir a trabajar fuera; de los amigos que están en el paro o trabajando en precario

P. ¿La realidad no ha sido exactamente lo que te contaron o lo que tú imaginaste?

R. Pues es una mezcla de todo. En el primer poema del libro hablo de las expectativas [“eso que queréis me esperará diez años. Pensad en diez caídas; pensad en diez hilos de cabeza”], ese verso es una de las claves. Construimos en base a lo que soñamos, a lo que vemos en los demás y también en lo que te contaron y te prometieron.

P. ¿Y qué te contaron?

R. Hablo por mi generación y todos pensábamos que íbamos a tener una vida más fácil. Con un trabajo, una casa y no tener que llevar vidas de adolescentes con 30 años. No tener que irnos a kilómetros y kilómetros sin tener la oportunidad de regresar. Todos estábamos hechos a la idea de que nuestra vida adulta comenzaría con 25 años y estamos retrasándola cada vez más porque no nos queda otra. Esa es una de las obsesiones del libro pero no me gustaría que se leyera como un libro generacional ni como un libro con vocación aglutinadora porque tiene otras vetas. Por ejemplo, me interesa la reivindicación de lo cotidiano pero desde otro prisma. Lo cotidiano ha estado muy ligado a lo sentimental en nuestra poesía y me apetecía apostar por la reflexión desde lo cotidiano. Una visión de nuestro día a día como algo trascendente. Siles habló de un libro en algunos momentos “social” y eso me hizo gracia porque me interesa la poesía social que se hace ahora, con una expresión de la poesía social que se aleja de cómo la entendemos aquí. Para mí hubo una referencia que no citaron ayer. Hablaron de Anne Sexton, Sylvia Plath y yo añadí a Elizabeth Bishop y Marianne Moore, que están más presentes en el libro. Pero hay una poeta que ha sido una referencia fundamental: Ángela Figuera. Una poeta de 1902 o 1903, no recuerdo, que publicó en la posguerra durante 20 años. Tiene un libro llamado Belleza cruel, que para mí es el mejor libro de nuestra poesía social, lleno de imágenes, con un discurso potentísimo, muy comprometido. Pero al mismo tiempo, Figuera es capaz de hacer una poesía que no solo te hace protestar sino también pensar. En ese sentido me interesaba hablar con Figuera, preguntarme cómo decía lo que decía. Para mí ha sido una influencia en la escritura de este libro que nadie ha mencionado y la he sentido muy cercana, como otros muchos poetas españoles, durante estos siete años de escritura de este libro.

P. ¿Qué significa que este libro “es un libro de mujeres”?

R. No es un libro para mujeres sino sobre mujeres. Siles dijo que es un libro “feminista” y estoy de acuerdo porque aparecen las mujeres constantemente, desde el primer poema hasta el último. Está muy presente el nosotras de manera muy inconsciente. Me llama la atención que un jurado compuesto por ocho hombres y dos mujeres se haya fijado en eso y le haya interesado mucho eso por lo que me contaron. Es inevitable que lo que me preocupa en el día a día acabe plasmado en los poemas y en este caso hay una reflexión continua porque en este momento es muy difícil sobrevivir. Y siendo mujer, es aun más complicado porque hay diferencias hasta en el tú a tú.

P. ¿En qué se notan esas diferencias en el mundo de la poesía?

R. El hecho de que en el Loewe haya solo una ganadora del premio absoluto [Cristina Peri Rossi] y tres del premio joven [Josefa Parra, Silvina López Medin y yo]. En el jurado, por primera vez, hay dos mujeres [Clara Janés y Soledad Puértolas]. Pero el caso del Loewe es el caso de todos los premios. Si nos vamos al Ricardo Molina, que convoca el Ayuntamiento de Córdoba y que lo han ganado más hombres que mujeres, el jurado es muy masculino. En las antologías, en los festivales, en los ciclos, pasa igual. Habría que hacer un ejercicio de responsabilidad porque hay muchas mujeres de gran calidad escribiendo. De hecho, a mí son las que más me interesan porque son las que están proponiendo cosas más innovadoras y de mayor calidad. La situación se va normalizando pero aun queda mucho por pensar y por hacer.

Habría que hacer un ejercicio de responsabilidad porque hay muchas mujeres de gran calidad escribiendo. De hecho, a mí son las que más me interesan porque son las que están proponiendo cosas más innovadoras y de mayor calidad

P. En Chatterton hay una “Plegaria por las mujeres solteras”. Mucho me temo que en poemarios venideros leeremos otra por las mujeres casadas...

R. Casualmente es uno de los poemas que más ha llamado la atención a la gente que ha leído el libro. Me contaba Juan Vicente Piqueras, miembro del jurado y ganador del Loewe el año pasado, que le había sorprendido que la presencia del amor en el libro es siempre la de un amor terminado y que no tiene esperanzas de seguir. Pero que ante eso no hay sensación de desamor ni de melancolía, sino algo funcional. Es quizás el poema más irónico del libro en un poemario donde no hay humor. No sé lo que escribiré dentro de 20 años pero hubo momentos de escritura de este libro donde pensé que no iba a publicar nada más. Me atranqué mucho, no sabía por donde ir.

Hubo momentos de escritura de este libro donde pensé que no iba a publicar nada más. Me atranqué mucho, no sabía por donde ir

P. ¿De verdad creíste que nunca más escribirías?

R. Poesía no. Hubo un momento donde se unieron varios factores. El cierre de DVD [donde la autora publicó sus anteriores poemarios y que cerró en 2012] me dejó huérfana y ya no tenía donde editar. Intentaba escribir con rutina y voluntad y lo que salía no servía. Fueron unos meses de preguntarme qué iba a pasar, si terminaría ese libro alguna vez, incluso pensé que este libro no iba a salir y que a lo mejor era más positivo centrarme en otra clase de poemas. Pero otra de las cosas buenas que me ha dado este libro es tener más claro mi proceso de escritura, ver cómo una obsesión o un mensaje va uniendo los poemas o los esbozos de poemas. Los poemas del trabajo, por ejemplo, no tienen nada que ver con los de amor o desamor pero, sin embargo, hay un hilo que los teje.

P. El premio te ha hecho reencontrarte con gente de la que hacía años que no sabías nada a través de las felicitaciones. Y esa sensación de toparse con el pasado yo la encuentro en un personaje de un poema, Virginia [A Virginia, madre de dos hijos, compañera de primaria de la autora].

R. Es el poema que cierra el libro, en el que me encontraba a una compañera del colegio que yo no sé si me recuerda pero yo a ella sí. Cuando venía de Madrid a casa de mis padres y me montaba en el autobús para ir al centro, poco a poco la iba viendo embarazada, con un niño, otra vez embarazada... y ayer [por el miércoles] me pasó un poco lo mismo. Empezaron a llegarme mensajes y veía fotos de bebés en los perfiles de Facebook o Whatsapp, y la gente, muchos compañeros del colegio que hacía años que no veía, me decían que tenían un hijo o dos. Es el enfrentamiento al paso del tiempo. Aunque hay algo que no veo claro de lo que dijo ayer Jaime Siles, que el libro “es un elogio de la adolescencia”. Yo creo que es un libro sereno, de una madurez rara por las circunstancias, pero no creo que sea un elogio de cualquier tiempo pasado ni que se eche de menos cualquier edad.

Yo creo que es un libro sereno, de una madurez rara por las circunstancias, pero no creo que sea un elogio de cualquier tiempo pasado ni que se eche de menos cualquier edad

P.  ¿Añadir un Loewe a tu poesía significa lujo para tu carrera?

R. Para el ego, el hecho de que te premie un jurado prestigiosísimo y que decidan que tu libro merece la pena y te añadan a una lista impresionante de ganadores es tremendo. Y aun más, ganarlo junto a Antonio Lucas, un poeta que me entusiasma y a quien tengo mucho cariño. Eso en el plano más personal. En el profesional, me había quedado sin editorial y me presenté al premio, además de por el prestigio, porque me permitía publicar en Visor, que significa publicar en España y Latinoamérica; estar en la librerías sin problemas de distribución, por eso me interesaba mucho. Me hace mucha ilusión que me lean en Latinoamérica. Me atraía también mucho que el premio lo convoque una fundación privada, con dinero que sale de una empresa privada.

Me atraía también mucho que el premio lo convoque una fundación privada, con dinero que sale de una empresa privada

P. ¿Todos los premios deberían ser privados?

R.  Muchos más de los que hay, sí. Ayer lo hablaba con Sheila Loewe, directora de la Fundación, y ella me decía que ojalá su ejemplo cundiera pero que estaban solos en esto.

P. ¿Es importante un premio así para que a una la tomen en serio?

R.  Para mí es importante porque yo publico muy poco. Tara es de 2006 y éste saldrá en 2014. En medio hubo una plaquette, Un soplo en el corazón, y necesitaba volver a estar cerca de los lectores ya que mis libros anteriores están descatalogados. Así que estar en Visor, con el marchamo de Loewe, es un lujo. Y nunca mejor dicho.

P. ¿Se sufre mucho presentándose a un premio como éste?

R. Muchísimo. Yo me presenté por la cuestión concreta de no tener editor y decidí probar suerte. Los premios están para descubrir a nuevas voces, para dar casa a escritores sin editor. Por ejemplo, en el Premio Pablo García Baena nosotras [la editorial La Bella Varsovia de la que ella es cofundadora y que convoca el premio] lo enfocamos así. Para menores de 30 y que sean inéditos por completo. Los premios tiene que ser para eso, para descubrir y abrigar. He sufrido estos meses, la verdad, porque un libro que he tardado siete años en escribir me apetecía publicarlo cuatro meses después.

Los premios están para descubrir a nuevas voces, para dar casa a escritores sin editor

P. ¿La poesía es para todo el mundo?

R. Sí [lo dice rotundamente], es para todo el mundo. Nosotras, en nuestra actividades de La Bella Varsovia, lo vemos. Pero hay varios fallos. El primero está en los poetas, porque la poesía es un acto muy íntimo pero, claro, si oyes a alguno hablar de la poesía como una epifanía o algo sagrado, pues la gente se aleja. Ayer, volviendo en el AVE iba sentada junto a un señor y como me iban llamando todo el rato, me preguntó si me habían dado un premio por algún libro. Me preguntó que de qué era el libro porque era muy buen lector y dije “es un libro de poesía”, a lo que contestó que él era más de novela pero que lo buscaría. Creo que, a priori, le interesó el asunto pero que le chirrió cuando escuchó que era poesía. Yo pienso, por ejemplo, en uno de mis libros favoritos de uno de mis poetas favoritos: Poeta en Nueva York de Federico García Lorca. No es un libro fácil pero me está hablando a mí, de la vida, de la pasión, de la literatura. Cada persona que quiera leer poesía tiene un montón de autores que hablan de lo que le está ocurriendo en cada momento. Otro fallo importante es cómo se acercan los niños a la poesía y a la literatura. Ellos se entusiasman y se lo pasan bien, lo vemos en nuestros talleres y de repente, llega un momento que eso se corta. La poesía deja de ser algo vivo y se convierte en algo muerto que hay que diseccionar.

Cada persona que quiera leer poesía tiene un montón de autores que hablan de lo que le está ocurriendo en cada momento

P. ¿Cómo te trata y te ha tratado esta ciudad?

R. Córdoba es complicada. Es una ciudad que me encanta, en la que me gusta vivir y donde me gustaría quedarme. Pero me parece que mira demasiado fuera en todos los sentidos. Creo que tiene que aprender a descubrir, y no lo digo por mí, su potencial. Hay muchos buenos artistas en Córdoba a los que nadie hace caso. Por ejemplo, una de las poetas que más me gustan es Inmaculada Mengíbar. Tiene un libro que para mí es fundamental, Pantalones blancos de franela, y es de Córdoba. Vive fuera pero aquí es una poeta de la que nadie sabe nada. Tiene 51 años y es magnífica. Solo ha estado una vez en Cosmopoética. Pienso en ella y en tantos y tantos poetas. Por ejemplo, a Cántico se le empezó a valorar no hace tanto tiempo.

P. ¿De donde crees que viene ese desdén a los tesoros, desde los arqueológicos a los artistas de nuestro tiempo?

R. No lo sé. No sé por qué no ponemos en valor lo que tenemos; por qué no contamos la historia de otras muchas maneras; por qué hay tantos edificios abandonados cerrados a cal y canto en vez de ser lugares útiles para los ciudadanos. Córdoba debe valorarse más a sí misma. Esta semana he estado en el jurado de los premios Córdoba Joven y hemos premiado a Social Bro, una empresa con muchísima proyección en el mundo y que está en Córdoba sin que casi nadie aquí sepa que existe. Es importante saber esas cosas, aunque solo sea para sacar pecho. Y es algo que me preocupa, que no sepamos rentabilizar tanto talento en tantos campos.

P. Entonces, ¿te han tratado mejor fuera?

R. No, no. No me he sentido ni bien ni mal tratada, además lo que me importa es sentirme bien tratada por la gente a la que quiero. Siempre he trabajado mucho más fuera, incluso viviendo aquí; y nuestra editorial tiene más eco fuera que aquí y sin embargo está en Córdoba. Yo creo que está muy bien quejarse pero está mucho mejor hacer cosas y a mí me gusta mucho quejarme pero también hacer cosas. De hecho, La Bella Varsovia nació de una queja: no había editoriales que publicaran a gente joven. Y Córdoba también me ha dado muchas cosas y si sigo viviendo aquí es porque estoy contenta.

Está muy bien quejarse pero está mucho mejor hacer cosas y a mí me gusta mucho quejarme pero también hacer cosas

P. ¿Tienes ganas de quitarte el apellido joven?

R. Hombre, a ver. Yo pensé en el Loewe Joven en todo momento porque el otro son palabras mayores. De momento tengo 28 años y como ahora, en muchos casos, se es joven hasta los 35, pues lo seguiré siendo en el próximo libro, si sigo esta estadística mía de un libro cada 7 años. La verdad es que no lo sé porque llevo 12 años publicando. Es igual que lo de mujer, son circunstancias. Si me siguieran llamando joven con 50 años, como aún les pasa a algunos poetas de este país, pues sí me chirriaría un poco. Pero bueno, las etiquetas nos ayudan a hacer la vida más fácil.

P. No sabes cuánto echarás de menos esa etiqueta...

R. Ya, eso espero

P. ¿Leeremos algún día una novela tuya?

R. Espero que sí. Con la narrativa me ocurre un poco lo mismo que me pasó con este libro, que no veía mucho el final. En poesía tengo la medida de la escritura pero en narrativa aún no. Tengo varias historias abiertas que no logro cerrar, así que si aparece una novela mía es que lo he logrado.

En poesía tengo la medida de la escritura pero en narrativa aún no la tengo. Tengo varias historias abiertas que no logro cerrar, así que si aparece una novela mía es que lo he logrado

P. ¿Qué puede hacer el lenguaje y las palabras por ti en el futuro?

R. Todo. Son un clavo ardiendo y son una necesidad absoluta. La escritura lo es todo para mí. Me expreso mejor, lo tengo más claro y lo vengo haciendo desde que tengo uso de razón. Este libro es de amor a la escritura y de confianza en la escritura.

P. Pues como lectora te confieso que no he llegado a ese nivel.

R. Igual eso es positivo porque implica que se lee como un libro que fluye de forma muy natural. La amiga que me dijo lo de la Eneida y las mujeres solteras también me dijo que el libro se lee como una novela en verso, casi, de ahí la comparación. Y me gustaría pensar en el libro así porque significa que fluye.

P. Lo último es una petición: que si te pregunto si escribes siempre respondas que sí [en alusión al título de la tercera parte del libro: “cuando me preguntan si escribo respondo que ya no”].

R. (risas) Es una trampa del libro. Nace de ese miedo que te contaba antes a no saber cómo seguir. El verso está en un poema dedicado a la escritura [“Un cuervo en la ventana de Raymond Carver”] pero es verdad que cuando la gente en esa época me preguntaba si estaba escribiendo le respondía que no, porque así lo sentía. Estaba tan bloqueada y angustiada que no era la escritura tal y como yo la entendía, que siempre era un momento de disfrute y encuentro.

P. Pero ya has visto que todo pasa.

R. Sí, porque después del bloqueo terminé el libro. Así que a partir de ahora siempre responderé que sí.

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