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González manda a Esnáider a casa y llama a Pablo Villa

Villa y Koki, en el último partido del filial en El Arcángel. FOTO: MADERO CUBERO

Paco Merino

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El Córdoba aguarda el momento para oficializar el anunciado despido del argentino tras su nefasto efecto como revulsivo y planea encargar la dirección al actual entrenador del filial de Tercera

Villa por Esnáider. ¿A quién le sorprende? Seguro que ni siquiera a quien ha sido durante nueve jornadas el responsable -no único ni principal- del desplome más vergonzante que se haya podido comprobar en una formación deportiva profesional en los últimos tiempos. La teoría de las “nueve hermosas finales”, ese plan expuesto a la llegada a modo de desafío, derivó inopinadamente en un tratado sobre cómo destruir globalmente (en resultados, en imagen, en proyección) a un Córdoba que concluyó en el puesto décimocuarto, sólo dos puntos por encima del Mirandés, que salvó la categoría en la penúltima jornada venciendo en El Arcángel. Siete puntos sobre 27 en el tramo final. La impresión generalizada ha sido que si la temporada dura tres jornadas más, el equipo hubiera ido sin remisión a Segunda B. Se buscaba una reacción para engancharse al ascenso a Primera y se consiguió una involución que dejó al equipo con números de colista. Fracaso. Y, obviamente, cambio.

A los entrenadores los echan los resultados. La ley del fútbol se aplicó con todo el rigor en el caso de Juan Eduardo Esnáider, quien pese a tener un contrato en vigor por una campaña más y ser apoyado públicamente por el presidente Carlos González como pieza clave para el futuro, conoció por la vía oficial lo que ya sabía por todos los canales. La decisión del mandatario cordobesista de resolver el contrato con el ex jugador del Madrid, Zaragoza, Atlético o Juventus, entre otros, y la elección de Villa para ocupar el cargo la desvelaron el periódico El Día de Córdoba y el digital Cordobadeporte.com en las vísperas del desplazamiento a Soria, el último episodio de un ciclo horroroso. Tras el pitido final en Los Pajaritos y la derrota final para afear todavía más el cochambroso epílogo del curso, las decisiones que ya estaban tomadas salieron a la luz.

Esnáider no dijo ni sí ni no, enrocado en una posición extremadamente delicada. Sin la confianza de sus jefes, con el vestuario descompuesto y un discurso ambiguo, el argentino ha pasado horas amargas. Al no poder contar con puntos ni estilo de juego con los que poder construirse una trinchera, el platense quedó expuesto al duro juicio del entorno y, principalmente, a las andanadas que le llegaban desde el propio club. Las renovaciones de jugadores, la avalancha de rumores sobre fichajes y ofrecimientos, la marcha de pilares importantes con contrato en vigor (López Garai al Sporting, donde tiene también plaza reservada Alberto García), las publicaciones con posibles sustitutos... Y Esnáider, mientras, en lo suyo. Tratando de exprimir a un equipo al que nunca entendió, aunque cierto es que no se lo pusieron nada fácil. El Córdoba, a través de todos los medios a su alcance, le dio a entender que ni pintaba nada ni iba a hacerlo en el futuro. Después de declarar en Soria que le había sorprendido el “buen rendimiento de sus jugadores” -¿esperaba entonces otra cosa?- ante el Numancia, el argentino confesó que tenía pactada una reunión con Carlos González. No es difícil imaginar para qué.

Después de tocar a otros técnicos, como José Luis Oltra y, sobre todo, Anquela -ex jugador del club y con amplia experiencia en los banquillos-, González se ha decidido por llevar a la práctica una de las máximas del ideario con el que actuó desde su llegada: contar con entrenadores en el filial que tuvieran proyección hacia el primer equipo. Como sucedió con Berges. Como sucederá con Pablo Villa, quien de un modo caballeroso esquivó todas las preguntas a propósito de su porvenir como relevo de Esnáider en la rueda de prensa que ofreció antes de ir a Granada con el filial. Cuando finalice el play off de ascenso a Segunda B, la transición se consumará. Es probable que hasta entonces no se escenifique en público, pero la oficialidad es inminente. El cordobesismo ha encajado con alivio y esperanza la determinación de prescindir de Esnáider, quien no ha generado -más bien al contrario- ni un gramo de ilusión a un depósito que hoy tiene el Córdoba en la reserva.

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