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Juan Carlos Robles: “Siento orgullo de nuestro sistema público de trasplantes”

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Redacción Cordópolis

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FOTO: MADERO CUBERO / VIDEO: VICTOR MOLINO

Llega con un fonendo al cuello. Es médico. Es Juan Carlos Robles Ariza, coordinador de trasplantes del hospital Reina Sofía. Decide hacer la entrevista en la zona de reuniones. Algo alejada del tráfico de trabajadores y familiares de pacientes. Clásica habitación para la plantilla de un hospital. Aséptica, impersonal y muy retro.

Su tono de voz es suave pero firme. Acento andaluz pero no cordobés. Pese a su aparente dulzura, su discurso es de filo cortante. Aunque tampoco demasiado. Estamos ante un intensivista, no un cirujano. Seriedad en el gesto. Llega a sonreír, pero poco. Brazos desnudos sobre la mesa. Juega con las manos cuando habla. Algunos golpes enfáticos con los dedos para reafirmar una idea.

No tarda en responder. No alarga las respuestas. Los conceptos humanidad, solidaridad y alegría germinan en la media hora de charla. A veces abre mucho los ojos, arqueando las cejas. También lo harán los periodistas cuando le escuchen repetir la palabra “fe” o preguntarse qué hay después de la muerte. Silencio. Uno de ellos vuelve a examinarlo con la mirada. No hay duda. Ha llegado con un fonendo al cuello. Es médico.

PREGUNTA. ¿Usted ve la botella medio llena o medio vacía?

RESPUESTA. Creo que, dadas las circunstancias y el medio en el que me muevo, un médico tiene que intentar ser optimista y transmitir alegría en el lugar donde trabaja. Porque en los hospitales a veces falta esa pequeña humanidad: ponerle la mano en el hombro a la familia, no solamente al enfermo, e intentar ver siempre la botella medio llena.

P. ¿Es algo indispensable para un intensivista que trabaja la coordinación de trasplantes?

R. No solo para un intensivista, sino para cualquier persona que trabaje. Desarrollar tu trabajo en el mejor ambiente posible, da igual qué profesión tengas. Pero siempre hay que hacer lo que haces con ilusión, fe y conciencia de hacer lo mejor posible. En mi caso, como médico intensivista y como coordinador de trasplantes, hay que transmitir fe, alegría, humanidad y todo el calor que en ocasiones hace falta en un hospital. Aquí no somos 14 barras, somos personas, seres humanos con familia. Y a veces olvidamos, los médicos, esa situación. Es muy importante saber que estamos delante de un enfermo pero que detrás, en otro sitio, hay una familia que espera nuestra noticias; que espera que seamos capaces de, con los medios técnicos que tenemos, salvar la vida a su ser querido.

En los hospitales a veces falta humanidad

P. Lleva 17 años como coordinador de trasplantes en el Reina Sofía. Después de tantos años, ¿se aprende a relativizar el hecho de la muerte? ¿Se acepta mejor?

R. Jamás aceptas la muerte. Es una realidad con la cual no tenemos ni derecho a opinar sobre ella, es algo que tenemos impuesto. Nos viene impuesto que un día nazcamos y que un día muramos aunque no sepamos ni el día ni el cómo ni el cuándo. Lo que tenemos es que intentar que durante todo el tiempo que estemos en la tierra tengamos una serie de valores que lleven consigo esa humanidad y esa ayuda a otras personas.

P. Pero el hecho de trabajar de una forma tan estrecha con la muerte y la vida, con esa ambivalencia tan radical, ¿no le afecta?

R. Esa ambivalencia te ayuda a pensar un poquito más. Cuando una persona muere, a pesar de que se haya puesto todo el tratamiento y los medios hospitalarios a su disposición, hay que pensar un poco más allá; pensar que esa muerte se puede transformar en vida de otras personas. Y eso es lo que muchas veces te ayuda. Al igual que las familias que dicen sí a la donación. Muchos te dicen, bueno, ya que hemos perdido a nuestro ser querido, que pueda ayudar a otras personas. Eso son palabras reales de la vida real. La semana pasada hubo una donación y así lo manifestaron los familiares sin ni siquiera pedírselo. Tenemos que tener claro que con la muerte se acaba lo que diríamos nosotros mismos, pero qué hay después de la muerte, nadie lo sabe. Nos queda esa esperanza de que, a lo mejor hay algo más. Y ese algo más puede ser el hecho de que fallezcamos y ayudemos a otras personas con nuestros órganos; unos órganos que no se destruyen ni con el fuego ni con la tierra. Lo que hay después de la muerte no lo sabemos. Unos dicen que no hay nada, otros que sí, dependiendo de las creencias religiosas o la educación que hayan recibido. Pero lo que tengo claro como intensivista y coordinador de trasplantes es que, cuando una persona muere, esa muerte tenemos que intentar transformarla en alegría y vida para otras personas. Y en consuelo para los familiares del donante.

Como médico intensivista y como coordinador de trasplantes, hay que transmitir fe, alegría, humanidad

P. ¿La donación ayuda a elaborar el duelo de los familiares del fallecido?

R. Consuela. En esos momentos de tristeza y de dolor, lo único que te puede ayudar es ese consuelo de saber que has cumplido los deseos de tu hijo y que su muerte, con todo el dolor, se ha transformado en vida. La donación debe ser así, un acto completamente simple y natural.

P. ¿Hay familias que traten de tener contacto con quienes recibieron los órganos?

R. Profesionalmente y personalmente no me lo manifiestan. Lo cual no quiere decir que no lo piensen. Cuando hay una donación, mandamos una carta de agradecimiento a la familia a los tres o cuatro meses, explicando los órganos que han servido. Cuando se produce una donación intentamos mantener el contacto con la familia del donante, manifestándoles que estamos a su disposición. En todos estos años, solo recuerdo el caso de una persona que llamase preguntando por el nombre y los apellidos del paciente al que se le trasplantaron alguno de sus órganos.

P. El primer coordinador de trasplantes del Reina Sofía era cirujano y el resto intensivistas.

R. La tendencia a nivel nacional desde hace años es que el coordinador de trasplantes esté lo más cercano posible al paciente, de tal forma que detecte rápidamente dónde están esos pacientes críticos. Es muy importante que en el lugar donde fallecen esas personas, esté el coordinador de trasplantes y tenga contacto con la familia lo antes posible. En realidad, los primeros coordinadores de trasplantes eran nefrólogos porque los primeros trasplantes eran de riñón. Pero a través de la Organización Nacional de Trasplantes se ha visto que era más efectivo, a la hora de detectar potencial donantes, que fueran intensivistas.

A lo mejor hay algo más tras la muerte. Y ese algo más puede ser el hecho de que fallezcamos y ayudemos a otras personas con nuestros órganos; unos órganos que no se destruyen ni con el fuego ni con la tierra

P. ¿Por qué Córdoba sigue en puestos destacados de donaciones?

R. No me centraría en las provincias sino en el Estado. España es el primer país en donaciones por millón de habitantes. Todo funciona. Cualquier persona que necesita un órgano a nivel nacional va a ser trasplantado por un donante a nivel nacional. Todo eso va a estar controlado por la Organización Nacional de Trasplantes. Córdoba tiene unas buenas tasas de donación y hay muchos factores: los profesionales del sistema sanitario, los periodistas... Andalucía tiene buenos datos de donación, no es la primera, pero estamos por la mitad alta. Eso es un valor importante, pero lo importante es el cómputo nacional.

P. Todo forma parte de una sola red, de un solo sistema.

R. Es un solo sistema sanitario y todo está regulado a nivel nacional por el Ministerio de Sanidad y su organismo dependiente, que es la Organización Nacional de Trasplantes. Cada autonomía tiene un coordinador autonómico que se mantiene en estrecha relación con el coordinador nacional. Hay reuniones del consejo interterritorial que decide cuestiones que afectan a todo el conjunto.

P. La crisis económica parece que no afecta en absoluto a la donación.

R. La generosidad y solidaridad de las personas no tiene nada que ver con el hecho de la crisis. E independientemente de la crisis, esos órganos se van a trasplantar. Porque no está afectado el ayudar y darle el tratamiento a las personas que lo necesitan. Ningún trasplante se ha suspendido por falta de medios habiendo órganos.

P. ¿Ese sistema sería posible en un sistema sanitario privado?

R. No lo sé. Trabajo en un sistema público y estoy orgulloso del país en el cual trabajo, de nuestro sistema sanitario, de nuestra organización nacional de trasplantes, de nuestra ley...

P. ¿No sabe cómo funciona en otros países de un perfil más privado, como Estados Unidos?

R. Tampoco le puedo dar la información adecuada porque lo desconozco. Me gusta estar donde estamos nosotros, no me gusta compararme con otros países porque no conozco bien cómo funciona su sistema sanitario. Nuestra sanidad es única e irrepetible y eso hace que seamos el primer país en el mundo en los donantes por millón de habitantes.. Hay muchos tipos de sanidad en Francia, Reino Unido, Estados Unidos, se mezcla la pública con la privada... Prefiero hablar y sentirme orgulloso de nuestro sistema público español que permite que aquellas personas que están en lista de espera puedan recibir un trasplante.

Solo recuerdo el caso del familiar de un donante que llamó preguntando por el nombre y los apellidos del paciente al que se le trasplantaron alguno de los órganos

P. ¿Cuánto vale un trasplante?

R. No lo sé. ¿Cuánto vale la vida de una persona?

P. ¿Cuánto vale la vida de una persona?

R. No lo sé. Ni lo sé ni creo que sea labor del médico calcular lo que cuesta un trasplante. Para eso creo que tenemos a nuestros dirigentes, directores económicos administrativos, financieros, de personal... Pero nuestra obligación es intentar salvarles la vida a las personas. Y si hay medios para salvarlos, nuestros superiores, nuestros directivos deben de dárnoslo. ¿Que no lo hay? Pues no podemos hacer nada. Pero, qué vale la vida de una persona. No lo sé. Qué vale un trasplante, no lo sé. Pero le digo más, aunque me lo pudiesen facilitar, seguramente no querría saberlo. Mi trabajo no va a cambiar en absoluto, prefiero no saberlo.

P. ¿Qué es más difícil, pedirle la donación de órganos a un familiar o decirle a un paciente que su órgano todavía no ha llegado?

R. Las dos cosas son muy complicadas. Tal vez la segunda o es más difícil y cruel. Porque la única posibilidad que tiene esa persona para seguir viva es que se le haga un trasplante. Y solo depende del hilo de generosidad que haya en España; y que ese órgano sea compatible con él. Pero la otra persona ya ha llegado al final del camino.

P. ¿Le gustaría que su trabajo no fuera necesario porque la investigación hiciese innecesarios los trasplantes?

R. Sí, sería magnífico. Ningún paciente fallecería esperando un órgano, ahora mismo presentaría mi renuncia y me iría supercontento. Ojalá se llegue a eso.

P. El primer trasplante en Córdoba fue en febrero de 1979. Los cambios han sido enormes desde entonces. ¿Cómo se imagina esta unidad de trasplante dentro de otros 34 años?

R. Tenemos que intentar mejorar los fármacos inmunodepresores para que esa amistad que tiene que existir entre el órgano donado y el receptor sea cada vez mayor, con el menor número de fármacos posible. Líneas de investigación con las células madres seguramente tendrán un hueco y ayudarán a regenerar los órganos de los enfermos Nuestro servicio de cardiología está haciendo un estudio de implantación de células madre en pacientes cuya función cardiaca es mala y han sufrido un infarto a pesar de ser jóvenes y se consiguen mejorías a largo tiempo. Creo que sí va a haber mejoras importantes en ese sentido.

P. Los trasplantes de rostro o extremidades, ¿pueden llegar a encajar en un sistema como el público de órganos?

R. Tal vez se salga un poco El trasplante de órganos intenta salvar la vida del paciente. El trasplante de una mano o de una cara es otra cosa distinta, busca mejorar la calidad de vida, que también es muy importante. Queda mucho por andar y lo primero es salvarle la vida a alguien. Sacarle, por ejemplo, de la máquina de diálisis.

P. Una pregunta para acabar, a lo largo de la entrevista a repetido varias veces la palabra fe. ¿Es importante para usted?

R. Yo creo que sí. Trabajo con fe, ilusión y esperanza. ¿Qué es la fe?

P. No lo sé.

R. Yo tampoco, tal vez sea la fuerza de voluntad que necesitamos, ese pequeño impulso que necesitas cada mañana para ir a trabajar con alegría y no con cara larga. Es un valor, un estímulo.

Tenemos que intentar mejorar los fármacos inmunodepresores para que esa amistad que tiene que existir entre el órgano donado y el receptor sea cada vez mayor

P. ¿Malos tiempos para la fe?

R. Sobre todo para aquellas personas que no tiene ni trabajo ni nada y que han perdido todo lo que tenían.

P. Y es importante que esas personas sepan, imagino, que van a poder ser atendidas en un hospital. Y que si necesitan un órgano, podrán ser trasplantadas.

R. Por supuesto que sí. Y hoy, en España deben de saber eso. Mañana no sé cómo estará la cosa, pero hoy sí. Cuando empezó la crisis un periodista me preguntó si pensaba que iba a afectar a la sanidad, yo le dije, ignorante de mí, que no lo creía así. Como mucho, para preservar el bien general pensaba que se recortarían los pequeños despilfarros que hay y que en todos los ámbitos existen. Hay que hacer una buena gestión de nuestros recursos y pedirle cuentas a los políticos para que hagan las cosas bien, encontrar dónde están esos despilfarros y atajarlos, porque no pueden estar- Los políticos tienen que darla cara no solo para decir que somos el primer país en donaciones o que Andalucía está en cabeza. Tenemos que intentar mantener que cualquier persona que necesite asistencia sanitaria en un hospital público. Y eso está garantizado hoy día.

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