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Javier Álvarez: “Estoy harta de ser buena”

FOTO: KIKE DEL ARCO

Manuel J. Albert

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El cantante presenta en una azotea de Córdoba 'A', un disco que sólo se puede escuchar en directo y al atardecer

Se llama A. Aunque esta A debería aparecer invertida. Y es la nueva criatura del cantante Javier Álvarez. Explicar lo que es no es fácil, así que dejaremos que lo haga él mismo. “Es mi nuevo disco, compuesto a finales del año 10 de esta era. Como novedad y ciñéndose a la cruda realidad de los tiempos corrientes, no pienso grabarlo. Primero, porque no hay dinero y luego porque hoy en día es dificilísimo buscar algo que no encuentres en la Red. De momento, estoy mostrándolo en petitcomité, e insisto en hacerlo antes de que el sol se ponga, o al atardecer mismo, momento que me ayuda a recatar el espíritu de aquellas sagradas escuchas de los discos que amamos. Porque el juego es paradójico: me hace ilusión que no exista en soporte alguno pero para mí es claramente un nuevo elepé, con sus dos caras, sus letras y sus imágenes. Invito a que nos inventemos todo ello en el preciso momento. Hay que jugar”.

Javier Álvarez (Madrid, 1969) lee este texto de uno de los folios que ordena sobre la mesita que le acompaña a su derecha. Su espalda se orienta al oeste. También se encuentra en su web. El sol empieza a ponerse. De los Jardines de Orive llega el sonido de los niños jugando, hay ladridos y hasta aplausos, que salen de la capilla del palacio del mismo nombre, donde se inaugura Cosmopoética. Álvarez es uno de los participantes. la noche siguiente tiene un concierto en el teatro Góngora. Pero ninguna de las canciones que está a punto de cantar en este atardecer, sonarán en la gala de mañana. Esto es algo distinto. Y por eso nos lo advierte leyendo el anterior párrafo. “Creo que se explica bastante bien y por sí mismo de qué va todo, ¿no?, el espíritu de esto”, dice a la audiencia. Diez personas en sendas sillas. Alguna cámara de fotos. El compromiso de no grabar un solo sonido que salga de Javier. Y el silencio total que precede al comienzo.

¡Sssshhh!

A puede que no se haya publicado y que tal vez no se publique nunca. Pero existe. Son 13 temas de un disco en toda regla, con la salvedad de que es el mismo intérprete quien te advierte cosas como “esto es la cara B”. Cantando a dúo consigo mismo -en una canción compuesta para cantarla con su amiga Nieves Arilla, con la que comparte el proyecto de Las Maris- llega al final de la cara A. “un disco con aplausos entre las canciones”, dice sonriendo Álvarez

Delgado, cabeza rapada, pantalón beige y camiseta blanca. Javier se vuelve un instante. El cielo ya es naranja. Y las nubes pasan de ese color al azul. Cuando vuelve a ponerse derecho, los ojos del cantante están tan abiertos como su boca. “¡Guau, qué pedazo de luz!”. Pero sobre el escenario improvisado, comienza a escasear. “¿Enciendo la luz o te traigo una lamparita?”, pregunta la anfitriona. “No”, zanja el cantante, “este es un disco sin luz eléctrica”.

Quedan cuatro canciones “y la última, que en realidad es la penúltima, porque luego viene un bonus track. Es mi canción favorita del disco, aunque da la casualidad de que no es mía”. Cuando la termina muchos estamos convencidos de que acaba de hacer una versión de una canción de Leonard Cohen. “Sí, lo parece, mucha gente lo piensa. pero es una canción de Abba, por supuesto. The day before you came”. Por supuesto, porque Javier Álvarez es un orgulloso fan del grupo sueco.

Suenan los aplausos. Los del público de la azotea y los de la Sala Orive, donde ha terminado el acto de presentación. Javier se relaja. Charla con los asistentes. La filosofía de A es sencilla pero requiere un esfuerzo. Entraña un juego, una complicidad, un punto de ironía. “Me quiero hacer la interesante, en realidad”, ríe Álvarez. “Estoy harta de ser buena”.

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